Soledad Cruz - Kaos en la Red.- Las revolucionarias y revolucionarios no queremos la restauración del capitalismo en Cuba, sino la eficiencia posible del sistema de justicia social que venimos defendiendo hace casi cincuenta años.

Las revolucionarias y revolucionarios no queremos la restauración del capitalismo en Cuba, sino la eficiencia posible del sistema de justicia social que venimos defendiendo hace casi cincuenta años. Los debates que se están produciendo en el país, más efectivos en unos lugares que en otros, demuestran que el punto de referencia más significativo es el de los momentos en que el sistema socialista cubano estuvo en mejores condiciones de satisfacer las necesidades básicas de la población y el país estaba integrado económicamente a la comunidad denominada campo socialista.


El socialismo, a pesar de todas las ineficiencias, errores y defectos que puedan señalársele aseguró garantías para la vida de todas y todos las ciudadanas y ciudadanos impensables en el capitalismo por su propia naturaleza. Que el mundo, lidereado por el capitalismo sea el desastre que resulta, es la primera evidencia. Sólo hay que estar al tanto de las noticias, a pesar de la manipulación de los medios masivos, para tener noción de en que mundo injusto y cruel vivimos.

Las estadísticas ofrecidas por la o­nU relativas a los millones de hambrientos, a los millones que mueren por falta de atención médica, a los millones de analfabetos, a los millones sin empleo, los peligros ecológicos, las guerras, la inseguridad que crean los poderes delictivos paralelos y el manejo arbitrario de la economía internacionaldemuestranque el sistema capitalista está llevando al planeta a la destrucción.

Las condiciones para la vida cotidiana en los países del este europeo que retrocedieron al capitalismo tampoco estimulan a ninguna persona sensata a pensar que el apelar a ese sistema puede ser la solución para un mejoramiento de la sociedad y una existencia más plena para todos.

Una generación de cubanas y cubanos todavía en activo conocimos del mal funcionamiento del capitalismo en Cuba. Muchas de las abuelas y abuelos que pasan de los 70 años lo vivieron a plenitud y los que tenemos memoria conocimos a escala sensorial los desmanes de aquella época, por eso no nos encandilan las aparentes ventajas de unos pocos sobre el sufrimiento de una mayoría. Y sabemos las diferencias entre la pobreza de entonces y la pobreza de ahora.Entre los conflictos de aquella época y los del presente. Pero también somos conscientes de las deformaciones que ha sufrido el proceso socialista cubano a causa de las presiones externas, de las circunstancias adversas, de esa lucha enconada a la que nos obliga Estados Unidos y a las deficiencias internas. Y, después de la desaparición de la Unión Soviética, sabemos que el gran reto no es establecer el socialismo sino lograr que perdure.

En realidad pretender hacer funcionar una sociedad sobre principios de equidad y justicia es un desafío extraordinario frente a un mundo que está orientado a todo lo contrario, que ha estado signado, desde los albores de lo que llamamos civilización por el control de una minoría sobre la mayoría, por unos pocos que deciden sin contar realmente con los que sufrirán las consecuencias de sus decisiones a partir de mecanismos de poder que vienen de las primitivas formas de organización grupales de los simios, que reproduce el liderazgo del más fuerte, ya sea por la fuerza bruta de las armas o la apropiación de los conocimientos o de las nuevas tecnologías, como ocurre hoy.

Al socialismo le corresponde transformar esa tradicional estructura de poder vertical, refrendada incluso por las religiones donde un dios rige lo humano y lo divino sin posibilidad de cuestionamiento, y propiciar una cultura del empoderamiento colectivo como fórmula para liberar al ser humano del fatalismo de que hayquiénes deciden por él ypoco puede hacer por tanto por cambiar lo que le afecta, lo cual justifica la falta de responsabilidad ante lo que ocurre a su alrededor.

Lamentablemente los ensayos de socialismo conocidos hasta hoy no han logrado librarse de esas milenaria estructura mental y social, lo cual es evidentemente un fenómeno muy complejo para poderse solucionar en 70 o cien años, y han apelado a los mecanismos históricamente conocidos de ejercer el poder y organizar la relaciones entre conductores y conducidos, aunque con propósitos de mayor altruismo y nobleza, lo cual ha impedido el surgimiento de una cultura del auto dirigirse, del desarrollar la capacidad para descubrir la dialéctica entre lo individual y lo colectivo y por ende del fomento de una conciencia de cual es la parte que le toca a cada cual para que el conjunto social marche.

En la Unión Soviética que venía del zarismo, que ni siquiera había tenido una práctica de la democracia burguesa con las ventajas que le lleva a la experiencia feudal, era natural que existiera una fuerte tendencia al autoritarismo que a la larga venció al espíritu democrático consustancial al socialismo que desde sus orígenes utópicos soñó con que los seres humanos se organizaran por autogestión colectiva, es decir comunidades de consenso donde, sin la dictadura de la explotación los terrícolas produjeran los bienes necesarios para su sustento y disfrute. Claro que los utópicos no tuvieron suficientemente en cuenta el tremendo asunto de que son diversos los modos en que los seres humanos entienden esas categorías.

Por eso es imprescindible para el ideal del socialismo propiciar una nueva espiritualidad, una cultura de vida diferente, un tipo de ser humano con la inteligencia y la sensibilidad necesarias para sustentar su bienestar sobre bases menos maleadas por los códigos establecidos por el consumo irracional, por la concepción de que valer, significa tener un excesivo inventario de cosas que a la larga son inútiles, que sepa distinguir entre lo imprescindible material para el bienestar y lo completamente artificial, sin que ello niega la belleza, la creatividad y los valores espirituales de lo concreto que crea para su existencia.

A eso se refería el Che cuando habló del hombre nuevo, cuando pedía una cuota de heroísmo cotidiano, una conducta consecuente en el día a día y se exigía a sí mismo no distanciarse de la vida y los problemas de las gentes convencido de que no hay argumento más elocuente que el ejemplo y a pesar de la temprana entrega de su vida, alcanzó a ver que las congeladas fórmulas existentes no eran las adecuadas para inclinar a los pueblos hacia el socialismo.

El fomento de una mentalidad diferente para asumir la existencia no es una tarea fácil frente a las dificultades que debe enfrentar el ser humano como agente transformador de si mismo y de la realidad, sobre todo cuando no es cultivado en el principio de la responsabilidad que implica tomar parte de las decisiones en su ámbito laboral y social, de lo cual depende el sentido de pertenencia.

El empeño socialista choca en primera instancia con sus oponentes del exterior y de dentro, a las agresiones armadas, siguen las económicas y luego cómo estructurar una sociedad que en desventajas, debe resolver las necesidades de todos, hacer que se produzca con concepciones distintas a las conocidas y lidiar con un contexto internacional poco favorable, lo que supone desmarcarse de la competencia con el sistema contrario en las falsas necesidades y apetitos que se crean y condiciona un modo de vida regido por la primitiva ley del más fuerte que a su vez liderea el mercado y este a las aspiraciones siempre crecientes, según las propuestas de aquel. Las informaciones que amplíanel conocimientode los elementos que se conjugaron para producir la disolución de la Unión Soviética, confirman lo que sabemos, que el enemigo no dará tregua y nunca se podrá creer ingenuamente en sus intenciones aunque parezcan muy loables, pero dejan abierta la interrogante de por qué los millones de militantes del partido comunista no reaccionaron, ni los viejos combatientes, ni los servicios secretos, ni las gentes del pueblo y la respuesta se encuentra entre la falta de información de los problemas reales del país, el desconocimiento de la población de cuáles eran los planes de la cúpula del poder y la norma establecida desde los tiempos de Stalin de que la más mínima discrepancia, cualquier opinión contraria convertía al que la expresara en enemigo del pueblo, de manera que la masa de Militantes y la gente fue condicionada a aceptar lo que venía de arriba y cuando llegó la perestroika estaban desmovilizados, no podían reaccionar ante las rectificaciones que derivaron en retroceso. Por supuesto que quien estudie la historia de la Unión Soviética encontraráun mosaico de extraordinaria complejidad, desde la multiplicidad étnica y cultural hasta la lucha de revolucionarios honestos que pagaron con su vida o con el ostracismo el denunciar desde temprano a donde podían conducir los métodos que se empleaban.

Son muchas las lecciones que hay que sacar de la historia del socialismo soviético, para evitar repetir los mismos errores, comenzando por entender que la vida es dialéctica y todo diseño económico, toda estructura necesaria para organizar la sociedad tiene que partir de ese principio y no convertirse en una camisa de fuerza de la diversidad de enfoques y alternativas que la propia práctica va sacando a la luz.

El debate que se está produciendo en Cuba demuestra que el empeño de la mayoría es rectificar entre todos las cubanas y cubanos lo que nos distancia del espíritu socialista lastrado por tantos equívocos involuntarios. A cuarenta años de la entrada en la eternidad de Ernesto Che Guevara me parece un homenaje dignísimo de las revolucionarias y revolucionarios cubanos luchar con inteligencia colectiva para que el socialismo perdure, como perdura su ejemplo. Ese es el gran reto.


 

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