Néstor Núñez - AIN.- Asombran por su carencia de rigor histórico ciertos juicios e interpretaciones sobre las amargas realidades que han enfrentado y enfrentan los latinoamericanos y otras naciones tercermundistas.

Resulta ahora que para algunos estadistas de naciones desarrolladas, son los habitantes de esta región los culpables de cuantas desgracias les ha reservado la vida.


No han sido capaces, dicen, de poner muros a los proyectos y modelos explotadores llegados desde el exterior, como si la resistencia nunca hubiese existido y no hubiese costado enormes cuotas de sangre y sacrificio.

Tal parecería, según tales teorías, que nuestros pueblos, lejos de enfrentar designios la mar de veces signados por una violencia desmedida, sencillamente pudieron escoger voluntaria y libremente el camino a seguir ante un abanico de opciones ofrecidas por los centros mundiales de poder. Solo que escogimos mal, aceptamos lo que se nos dio, o cuando menos nos dejamos llevar de la mano por senderos imperfectos.

Aceptar estos argumentos sería entonces negar que los llamados descubridores europeos impusieron sus cánones económicos, políticos y culturales en estas tierras a punta de lanza y espada, bajo la presunta señal de la Cruz, y que Washington, el heredero de la preponderancia sobre el Sur del hemisferio concluido el coloniaje ibérico, nunca se valió de invasiones, injerencia, violencia, crimen y sucios manejos para que la región sirviese a sus intereses explotadores.

Y si el mensaje de marras resulta insultante, denigrante y mentiroso, no menos lo es la afirmación de que los naturales de estas tierras, desde los primitivos habitantes hasta los pueblos nacidos de la fusión étnica ocurrida con el devenir de los siglos, han permanecido impasibles y callados ante tanta afrenta e injusticia.

Desde los indios de las Antillas con sus armas de piedra, hasta las civilizaciones de Mesoamérica y los Andes con un mayor grado de desarrollo, hicieron frente y murieron por miles para intentar frenar a los "civilizados" europeos con sus pertrechos superiores, su artillería y sus tropas de caballería, que entonces les hacían parecer "dioses" llegados del cielo.

Luego vendrían las luchas de Tupac Amaru y de otros líderes autóctonos contra la dominación colonial, hasta la gesta independentista de Bolívar, quien tuvo que enfrentar además las apetencias nacientes de Washington.

La historia reciente no puede ser más rica en batallas campesinas, alzamientos populares, movimientos armados, a la vez que cargada de represión oligárquica e intervencionismo directo del imperio, precisamente para empotrar sus modelos saqueadores y esquilmadores.

Por eso son extremadamente injustos y superficiales aquellos que hablan de culpas de nuestro lado. No es culpable quien pierde una batalla frente a fuerzas muy superiores, mucho menos cuando, a pesar de los costosos reveses, nunca perdió el brío ni dejó de hacer la guerra contra los opresores.

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