Luis Rumbaut - Cubadebate.- Si el primer tiro de la batalla de Concord en 1775, en los comienzos de la guerra de independencia que en Estados Unidos se conoce como la Revolución Americana, fue “el disparo que se oyó por todo el mundo”, el cañonazo del crucero Aurora en 1917, anunciando el inicio de la Revolución Rusa, sacudió puertas y ventanas alrededor del globo terráqueo.

La primera revolución, impulsada por terratenientes esclavistas, ingleses antes de la guerra y estadounidenses después, significó el comienzo del derrumbe de las aristocracias europeas y vaticinó la inevitable derrota del colonialismo.  Antes de que pasaran 30 años, Haití siguió el ejemplo—esta vez, acabando con la esclavitud—y poco después, las naciones del continente americano.


La segunda revolución, al acabar con los zares, preconizó una nueva era, no de acomodados terratenientes independientes, sino de trabajadores industriales unidos a los pueblos oprimidos del mundo.  La primera, moviéndose sobre los rieles de esa otra Revolución, la Industrial, rompía con el mercantilismo feudal. La segunda, perseguía llegar un paso más allá, al socialismo. Ambas revoluciones, en su momento, conmovieron e inspiraron al mundo.  Ni la una ni la otra llegó a plasmar a plenitud sus promesas de bienestar y democracia para todos. 

La Revolución de Octubre dio luz a la Unión Soviética, que pronto sorprendería con el éxito de sus planes quinquenales y de la producción planificada, primera nación en llegar al espacio, productora masiva de acero tanto como de azúcar.  Creó una manera de ver el mundo que adoptarían pueblos en todos los continentes, salvando diferencias de raza y cultura e historia.  

Pero no eludió del todo su historia anterior, ni supo sortear las contradicciones del nuevo siglo.  Trajo cosas no previstas: Stalin y Beria, los servicios secretos, las prisiones en Siberia, la colectivización forzosa..  Su historia, siempre titánica, no siempre fue heroica.  Acosada y cercada estuvo, y atacada e invadida, y le tocó aguantar y derrotar lo peor del militarismo nazi, y alentar nuevas revoluciones, y sobrevivió y creció no obstante la Guerra Fría, pero, una vez más,  no logró escaparse de su historia inmediatamente anterior, la de los tiempos difíciles de sus comienzos.

Sus planteamientos esenciales explicaban que la revolución en los medios de producción determina el cambio en las relaciones económicas y sociales.  No revolucionó sus medios de producción lo suficiente en un Siglo XX de inventos, y de avances a ritmo exponencial; ni ajustó en 70 años sus relaciones sociales lo suficiente para sobrevivir la competencia con un sistema económico que llevaba ya cientos de años de existencia y desarrollo.  El colapso de la expresión particular de esta nueva e inmensa propuesta social, situada sobre la línea divisora de Eurasia, no era inevitable. Tampoco tenía garantías.  Se dio el colapso por muchas y complejas razones, externas e internas, pero se dio. 

La Revolución de Octubre inspiró, sólo unas décadas después, a los promotores de una nueva e improbable revolución—tropical y distante de la tundra, subdesarrollada, agraria, monocultivadora, tercamente independiente, y a 90 millas de un poderoso vecino.  Sin duda con un sentido de responsabilidad, y poniendo a prueba las teorías del internacionalismo entre dos pueblos muy pero muy diferentes, la nación nacida de la Revolución de Octubre le dio cobija a la que triunfaba en enero.  Sin la protección militar y ayuda material de la URSS, la Revolución cubana no hubiera sobrevivido.  

Difunta la URSS, Cuba siguió su camino, logrando con sacrificio y tenacidad, y eventualmente con la ayuda de nuevos amigos,  reponerse, aún si no del todo.  Cuba conmemora ahora el 90 aniversario de la Revolución de Octubre. Recuerda una historia compenetrada de medio siglo con la URSS y con la propia Revolución de Octubre. Cuenta con sus propios Yuris y Karelias y Valentinas y Vladimires.  Todavía se ven los Ladas y los Volgas, y persisten las memorias de la carne enlatada.  Son algunos de los detalles de la historia. 

El aniversario de la Revolución de Octubre es ocasión también para otros recuerdos y valorizaciones.  Esa Revolución hecha por hombres y mujeres le legó al mundo una historia de hazañas y aciertos, también de fallas y errores y hasta algunos horrores.  Deja el ejemplo de lo que se puede lograr y lo que se puede perder.  Pronto se cumplirán los cien años desde 1917, un siglo de cambios científicos y sociales trascendentales. De la URSS, queda una variedad de estados separados, mientras que los de América Latina y el Caribe buscan la unidad. Algunas naciones hoy principales perderán su protagonismo en un futuro cercano, y otras avanzarán.

Es ese el futuro al que Cuba debe, tiene que, abocar, teniendo en mente las conclusiones sacadas de los intercambios que tomarán lugar durante este 90 Aniversario.

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