Antonio López Sánchez - La Jiribilla.- Una jornada en verdad exitosa y viva trajo a la trova toda a las calles de la capital cubana. Con trovadores de todas las edades, estilos y generaciones, esta andanza musical demostró que la trova sigue siendo una de las raíces primordiales de nuestra cultura. Además, como probó el ávido y gustoso público que siguió y repletó todos los espacios, para nada ha perdido ni la calidad histórica de sus obras de ayer y de ahora, ni su capacidad de convocatoria, ni su innegable influencia sobre el pueblo cubano. Más bien, se reafirmó el deseo y la sed de ese pueblo por escuchar y tener más trova entre sus opciones de diversión. Una fiesta de la canción y la poesía fue sin dudas ese desborde trovero bautizado con un verso del desaparecido Noel Nicola: “Una guitarra, un buen amor”.

Presentaciones de libros afines al tema, incluido un excelente cancionero con 100 obras de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola; conciertos, donde estuvo representada la Trova Tradicional, el filin y todas las generaciones de la Nueva Trova, en diferentes lugares de la zona más céntrica de la capital; un panel teórico con musicógrafos, críticos, trovadores y el público; la muestra simultánea de documentales y el lanzamiento de varios discos de algunos entre los jóvenes trovadores hasta llegar a un gigantesco concierto en la escalinata de la Universidad de La Habana, fueron algunos de los sucesos de esta celebración a propósito de los 35 años de la fundación del Movimiento de la Nueva Trova (MNT).

Y aunque valdría dejar testimonio de varios de los acontecimientos de esta tarde noche mágica, la participación de este periodista entre los asistentes al panel teórico nos llama a la reflexión teórica, más que a la descripción noticiosa. La sesión contó entre sus participantes al maestro Lino Betancourt, destacado musicógrafo y grande conocedor de la Trova Tradicional; a Joaquín Borges Triana, periodista y crítico musical; a los trovadores Vicente Feliú y Ángel Quintero, y fue moderada por Fidel Díaz Castro, director de la publicación cultural El Caimán Barbudo. También trovadores como Eduardo Ramos y Alberto Faya, entre otros, así como periodistas, diversas personalidades relacionadas con la trova y abundante público, participaron de las reflexiones. Lino Betancourt, en una acuciosa ponencia destacó el carácter antiimperialista y luchador de los trovadores cubanos desde su propia génesis en la Trova Tradicional. Hubo trovadores mambises en el Ejército Libertador durante las guerras por la independencia y hubo cantores que desde sus obras se mostraron decididamente en contra de la injerencia norteamericana que caracterizó el periodo republicano cubano, en especial en las primeras décadas del siglo XX. Un punto importante, casi piedra angular de toda reflexión teórica trovera, es en la definición conceptual del trovador. Más allá de los formatos musicales empleados, del uso o no de la guitarra (aunque se mantiene su presencia de modo vital) y de otras fronteras que se han desdibujado con paso del tiempo respecto a la imagen del trovador, es su actitud ante la creación lo que sigue determinando sus pertenencias. Como afirmara Vicente Feliú, todo trovador es un cantautor, pero no viceversa. En otras ocasiones, como igual en esta, Vicente ha enunciado que el trovador no es una persona con una guitarra que canta sus canciones, de esas hay millones, en el mundo y en Cuba, que lo hacen y no son trovadores. El trovador, afirma Feliú, es alguien que viene de un lugar, que viene de una tierra, de un ombligo, que vive en ese ombligo aunque esté en otro lugar, que es de un tiempo que casi siempre le duele porque quiere otro tiempo mejor y en eso le va la vida.

Otro punto amplio en el debate fue la desaparición del MNT, sus consecuencias y motivos. No obstante, vale apuntar nuevamente, pues se presta a confusiones incluso entre musicólogos y entendidos, que en tanto el MNT fue la organización formal que agrupó a los trovadores desde 1972 hasta 1986, fecha de su disolución, la Nueva Trova es la corriente creativa bajo cuyos postulados conceptuales se distinguen los trovadores. Es sencillamente la herencia, continuación y enriquecimiento, a partir de nuevos valores éticos, estéticos y artísticos, de una tradición trovadoresca que en Cuba tiene sus orígenes aproximadamente en la segunda mitad del siglo XIX y que fue luego cultivada intensamente por la llamada Trova Tradicional y más tarde continuada y ampliada por el movimiento musical del filin (del inglés feeling, sentimiento) a partir de las décadas del 40 y el 50. Después del triunfo de la Revolución esta herencia se desarrolló vigorosamente al calor de la incidencia de disímiles factores internos y externos y ha seguido evolucionando hasta nuestros días en las ya plurales generaciones que tiene la Nueva Trova.

Otro llamado de alerta estuvo en la pérdida de las llamadas Casas de la Trova en diversas provincias, ahora atrapadas no pocas de ellas en la ecuación arte contra dinero (donde la trova y el arte en general siempre pierden) como consecuencia de la corta vista de ciertos responsables más apegados a la ganancia comercial que al verdadero alimento del espíritu. Asimismo, se mencionó la tendencia actual de difundir géneros musicales cuya factura, en especial sus textos, recorren desde la banalidad y la más brutal intrascendencia, hecha de lugares comunes y reiteraciones miopes, hasta llegar a rebajar el arte a la categoría de sitio vulgar donde sobran alusiones machistas, sexistas, de pésimo gusto artístico y peores valores espirituales y humanos. En tanto, todavía se soslayan obras y autores de la trova en la difusión nacional por su ancestral carácter crítico —"conflictivo" al decir de ciertos delimitadores de las primaveras—, y por su decidida toma de partido ante lo mejorable en todos los renglones de la vida. Revolucionaria, en el mayor y más nuestro significado de la palabra, es el indiscutido carácter de las creaciones troveras, no solo en temas sociales y en sus críticas y observaciones, sino también en el enfoque de la relación amorosa y de todos sus caminos y diversidades posibles (verdadero tema capital en la trova de siempre), en el lugar digno donde coloca a la mujer y en el modo de tratarla en sus textos, en su visión total de la realidad con luces y con sombras perfectibles. 

De cualquier modo, aunque no se agotó ni mucho menos el cúmulo de temas posibles a asociados a la reflexión acerca de la trova en Cuba y su influencia en nuestro ser como nación de ayer y de ahora, fue en extremo provechoso el llevar a cabo esta jornada teórica y todo el evento. La multitudinaria asistencia a todas las actividades es la clara señal de la necesidad del público por consumir más trova. La presencia de un buen grupo de jóvenes en este panel dan fe del interés por saber y aprender más de esta importante vertiente entre nuestras raíces musicales. Queda ahora que no se detenga este formidable empujón en el éxito momentáneo de la ocasión y se torne, como siempre ha debido ser, en manifestación sistemática y cuidada, en trabajo constante y regular. El presente, y más, el futuro de la cultura de nuestra Isla, lo agradecerá sin duda alguna. Como se afirmara en el propio evento, la historia cubana ha demostrado que la trova, con cualquier nombre, con nuevos y clásicos exponentes, ha seguido viva y en juego, como una ágil y beisbolera cuerda vibrante. Mientras haya Cuba, habrá trova. Pero a la inversa, hay que apuntar que mientras haya Trova podremos, Cuba toda, ser infinitamente mejores.   

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