José Alejandro Rodríguez - Juventud Rebelde.- No es fortuita la frase que preside la celebración de la década de Acuse de Recibo. Si algo ha oxigenado a esta columna en ese período, ha sido buscar la verdad de la vida y las cosas sin distinciones ni parcialidades. Esta ventana desde la cual uno se asoma a la palpitante realidad del país, con sus luces y sombras, tiene un anchuroso espacio donde caben todos: los quejosos y molestos, esos que casi siempre invocan la propia virtud de la Revolución para reclamar sus derechos; los inquietos y pensantes; y también quienes son emplazados y deben responder reclamos, alertas y juicios de los demandantes.


A fin de cuentas, los funcionarios son también criaturas vivientes y sufrientes, más allá de su mayor o menor consecuencia con ese ideario humanista de la Revolución. Sí, una Revolución que siempre conjugándolo todo en plural, tiene el desafío guevariano de descubrir todos los días, en los dramas individuales, qué falla y se entorpece en la urdimbre cotidiana; y sopesar cuándo las realidades gritan a viva voz que algo es inoperante y se vuelve como un boomerang contra los nobles propósitos.

Cuando Rogelio Polanco me encomendó el timón de este proyecto aquella tarde gris, de ventiscas, presagié todos los tropiezos que aparecerían en el camino. Claro que íbamos a desafiar, con inteligencia, ética, decencia y valor, ajenos al francotirador desideologizado y descontextualizado, las resistencias de quienes en la esfera institucional, administrativa y empresarial, dirigen con excesivo sesgo verticalista y voluntarista; esos ciegos y sordos a los estados de opinión de la ciudadanía.

En estos diez años, el colectivo que sostiene la columna Acuse de Recibo —más allá de la firma de este titular— ha tenido que blindarse de mucha tenacidad y de anticuerpos contra el desánimo y las resistencias. No han faltado huracanes, borrascas y vientos plataneros de aprensiones, prejuicios y acusaciones en esferas administrativas; como tampoco han escaseado los elogios y estímulos de personalidades, instituciones y de nuestros lectores, que son los verdaderos dueños y artífices de este espacio.

Si algo hemos alcanzado, es demostrar que una columna de este tipo puede sobrevivir y profundizar sus alcances ya irreversibles, en su contribución a un periodismo que demuestre su filiación revolucionaria en el tratamiento responsable y ético de tantos episodios de la vida cotidiana, donde se entrecruzan crudezas, sinsabores, emociones y sentimientos encontrados, errores, burocracia, torpezas y agudezas.

Acuse de Recibo ha sido también nuestro pequeño tributo a la democracia socialista, vista no como una exhortación retórica y consignista sin asideros en la praxis, si no vertebrada en el propio debate social, en la compleja urdimbre cotidiana. Sí, es la certeza de que no debemos dejarnos escamotear los espacios del juicio y de la crítica, los reflejos problémicos de la realidad, por intereses y manipulaciones ajenos a nuestras propias circunstancias. Es ese, a nuestro entender, el principal quilate ideológico de esta aventura diaria por los pasadizos de las contradicciones.

La columna es un puente, y solo ha perseguido la comunicación entre ciudadanos e instituciones, la enmienda justiciera y purificadora de las zonas tumefactas de la sociedad, y la rectificación de métodos erráticos, ineficacias, ineficiencias y mediocridades. La columna es una devota de la luz moral con que debe verse el rostro el país todos los días. Y en el sentido martiano es ecuménica y educativa. Pretende el mejoramiento humano de todos: los que preguntan y reclaman y los que responden y no siempre argumentan ni convencen.

Si ya vamos logrando que la respuesta mayoree por sobre los silencios institucionales, aún por delante nos queda el desafío de la calidad de esas respuestas: desterrar la formalidad, la simulación y la mentira en esa rendición de cuentas con el criterio ciudadano. El mandato de nuestros lectores nos impele a rechazar esos ardides y vicios con toda la elegancia posible, pero con toda la fuerza del argumento.

En esta expedición por ensanchar la democracia socialista —ora sosegada por las reflexivas calmas, ora tropelosa por las tormentas cotidianas—, Acuse de Recibo no abandonará la nave ni la anclará. Y buscará la mejor brújula, la de la necesaria sabiduría y serenidad para nunca naufragar ni andar al pairo. Ese es nuestro compromiso con el país y con nuestros lectores.

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