Historias de amor y desamor
Johanna Puyol - La Jiribilla.- El escritor cubano René Vázquez Díaz, también traductor y periodista, ha recibido en París el Premio Juan Rulfo de Novela Corta por su obra De pronto el doctor Leal. Auspiciado por Radio Francia Internacional, Le Monde Diplomatique y el Instituto Cervantes, el prestigioso concurso tuvo este año más de 6000 participantes, en una de las ediciones más interesantes de los últimos tiempos, según reconocieron sus jurados.


René Vázquez tiene en su haber varias novelas, entre las que destacan La era imaginaria,  La isla del cundeamor (presentada en la XII Feria Internacional del Libro de La Habana) y Un amor que se nos va, concebidas como una trilogía con un tema central: el amor; “el amor filial, el amor erótico, el amor a Cuba”, ha dicho. También ha escrito varios poemarios, relatos, obras de teatro y un libro de cocina, El sabor de Cuba, entre otras publicaciones. Actualmente reside en la ciudad sueca de Malmö.

¿Cree que el Premio Juan Rulfo, de gran prestigio en las letras castellanas, marcará un antes y un después en su carrera?

Fuera de mí, seguramente muchas cosas cambiarán. Es probable que nuevos lectores se acerquen a mi obra y descubran El sabor de Cuba, Florina, Un amor que se nos va... De pronto mi nombre resonó desde México hasta Argentina, todo eso es muy halagador. Sin embargo, dentro de mí no va a cambiar nada. Tengo muy claro quién soy y lo que quiero hacer, y muy definidos los libros que voy a escribir. Siempre he sido indisciplinado en todo, salvo en lo tocante a la literatura: yo concibo mis ficciones con minuciosidad de relojero, capturo las imágenes con artes de pescador y ellas crecen en mí mucho antes de sentarme a escribirlas. Puedo decirte que sé cómo empiezan y terminan las tres novelas que se están cocinando en mi mente y quiénes son sus personajes, que por largo tiempo hablan conmigo y discuten y me desvelan, hasta que al fin les doy la vida o la muerte que según ellos mismos se merecen.

¿Qué puede contarnos sobre la historia que narra su novela corta De pronto el doctor Leal y las ideas que llevaron a su creación?

Desde que escribí La isla del cundeamor, yo sabía que volvería a Miami como lugar donde se desarrollara una historia fratricida: dos hermanos de origen cubano que se quieren y se odian con un fervor muy parecido al autoaniquilamiento. El Miami de nuestros compatriotas está lleno de detalles insólitos que parecen de ficción, pero que son terroríficamente reales. Un par de ejemplos: todo cubano se precia de ser “echa’o pa’lante”, discutidor e ingobernable. Pero a ningún otro grupo de emigrados el Gobierno de EE.UU. les ha impuesto tantas y tan deshonrosas e hirientes restricciones como a los cubanos emigrados. Que no pueden viajar a su país sino cada tres años, que no pueden enviar dinero a una novia o a quién les dé la gana, que no pueden participar en intercambios culturales ni académicos con Cuba. Absolutamente ningún otro grupo de emigrados se deja mangonear por cuatro bocones y una bocona que son capaces de arrastrar por el fango a todo el que tenga una opinión diferente, desde emisoras que son un compendio de lo real maravilloso. Hace poco, a unos caballeros la justicia norteamericana les redujo las condenas si entregaban el arsenal que tenían escondido en almacenes de Miami. Tenían 30 ametralladoras, un lanzacohetes, granadas, 200 libras de dinamita, 14 libras de explosivo C-4 y varios miles de pies de cable especial para detonaciones. Con ese arsenal iban a cometer actos terroristas contra Cuba, pero uno de los abogados declaró solemnemente que sus clientes eran luchadores por la libertad. Yo me pregunto si esa declaración hubiera sido posible en caso de que ese material bélico se hubiera encontrado en la ciudad de Uppsala, en Santander o en París.

Entonces el doctor Leal es un neurocirujano de origen cubano, un hombre de extraordinario prestigio científico, que después de muchos años de ausencia vuelve a su querido Miami para asistir al entierro de su hermano menor, y en contra de su voluntad se ve involucrado en la guerra demencial de EE.UU. contra Cuba. De pronto el doctor Leal es ante todo un estudio sobre el desamor, pero también ofrece una imagen del exilio cubano mediante una trama de hechos actuales, espionaje y descalabros familiares.

Se ha desenvuelto en varios géneros literarios. ¿Qué provoca esta diversidad creativa? ¿El éxito con la narrativa corta podría cambiar sus preferencias al respecto?

He practicado varios géneros por pura necesidad de expresar emociones e ideas. Hay sensaciones y anhelos que sólo pueden expresarse en un poema. Otros temas requieren una respiración más profunda y una extensión más abarcadora. Como te decía anteriormente, el éxito con esta novela breve no va a cambiar mi modo de escribir. Soy autor de un libro de relatos y una novela corta, Exilia, que ya José Corti publicó en francés y que la editorial Icaria publicará en España el próximo otoño.

Ha comentado que Lezama tiene un papel fundamental en su imaginario. ¿Qué le debe su obra a esta y otras fuentes literarias?

Lezama habló de redes infinitas de contrapuntos culturales. Sus ideas sobre lo que él llamó “las eras imaginarias”, y que según él surgen cuando una imagen penetra en lo profundo del ser o incluso de toda una época hasta condicionar la actitud de la gente ante la vida, son muy atractivas. Un personaje bien descrito y que con sus defectos, obsesiones y cualidades muestre toda su complejidad humana, puede configurar una imagen tan irradiante que, con su no-naturaleza llega a condicionar la naturaleza profunda del lector. Es fácil descartar a Lezama arguyendo que para él todo era imagen. Eso me parece una coquetería de escasa envergadura. Como sistema poético, como motor intelectual para inventar destinos literarios y construcciones lingüísticas, las eras lezamianas son una fuente inagotable. Lezama llega a afirmar que hay figuras y hechos históricos que son inmensas eras imaginarias. Por ejemplo, José Martí.

Hay una moda, que no sé si ya pasó, de desvirtuar a Martí. He leído textos que parecen escritos por enanos saltarines tirándole piedrecitas a la gran ceiba del idioma. Comprendo que Martí moleste. Martí nos impulsa a actuar sobre lo imposible, tanto literaria como políticamente. Para Lezama, la Revolución es una era imaginaria, y yo he escrito una trilogía con un sinfín de personajes que se enredan en situaciones reales y ficticias y que viven y mueren, como todos nosotros y para bien o para mal, poseídos por la imagen de la Revolución dentro y fuera de Cuba.

En sus anteriores novelas Cuba ha sido telón de fondo habitual y los protagonistas y sus problemáticas han estado estrechamente ligados a ella. ¿Por qué este tema recurrente? ¿Qué ocurre al respecto en la nueva narración?

Me apasionan los conflictos de nuestro tiempo, y muy especialmente la forma en que Cuba y los cubanos hemos sido afectados por esos enormes movimientos históricos. Hace unos meses, las altas autoridades de la Unión Europea recibieron con grandes honores a un señor llamado Caleb McCarry, nombrado Coordinador de la Comisión de una Cuba libre por el presidente Bush. Como mi oficio consiste en calibrar el sentido de las palabras, yo me pregunto qué hubiera pasado en Bruselas si Bush envía allí a un Coordinador de la Comisión para una China Libre. O de un Pakistán libre. O de un Egipto libre. O de una Arabia Saudita libre, porque allí las mujeres no tienen ni siquiera el derecho de obtener una licencia de conducir. ¿Por qué la Unión Europea le vende armas a esas dictaduras pero no medicinas a Cuba?, ¿por qué hay un sistema especial de espionaje contra Cuba y Venezuela? En Miami, de pronto el doctor Leal toma conciencia de que hay tremendas fuerzas en pugna, y que él se ha convertido en una pulga bajo una lupa, y en una pieza de ese peligroso ajedrez en el que nada es lo que aparenta ser.

¿Cuál es la situación de un escritor cubano fuera de Cuba y cómo se define su literatura como tal?

Yo soy un escritor cubano profundamente integrado a la sociedad sueca, y estoy orgulloso de ello. He dicho muchas veces que integrarse no es despersonalizarse. La literatura sueca forma parte activa de mi vida, como lo demuestran mis traducciones, por ejemplo Contexto. Material, obra publicada recientemente por Visor de Poesía en Madrid, de la inmensa escritora Birgitta Trotzig. Pertenezco a la directiva de la Unión de Escritores Suecos y al llamado Grupo de los Clásicos del Consejo Estatal de la Cultura en Suecia, cuya función es elegir obras clásicas no europeas con el objetivo de fomentar la lectura entre los jóvenes. Además soy autor de varias obras en sueco. La más reciente es El escritor vigilado, sobre mi amigo y maestro Artur Lundkvist. La situación de los escritores cubanos que vivimos fuera de Cuba no se diferencia en lo esencial de cualquier cubano emigrado de cualquier otro oficio. Algunos establecen alianzas de intereses con fuerzas que trabajan en contra de la dignidad y el bienestar del pueblo de Cuba. Otros se prestan para campañas inconfesables, y son usados y después traicionados y despreciados. Pero también existen los que mantienen una actitud de honor que los dignifica. Hay escritores, como los del circuito de la revista Encuentro, que aceptan los dineros que provienen de las mismas manos que torturan en Guantánamo, y que con el bloqueo y el Plan Bush impiden el desarrollo de sus compatriotas en la Isla. Pero en Europa hay numerosas asociaciones, como Raíces Cubanas en Francia, que aglutinan a miles de cubanos que trabajan por el levantamiento del embargo. Quién sabe si algún día los escritores que vivimos fuera podamos unirnos en una empresa similar.
 
De pronto el doctor Leal
(fragmentos)
 
 
 
René Vázquez Díaz • Estocolmo
 
 
Presa de una emoción que no había sentido desde hacía muchos años, en cuanto entró al taxi abrió el paquete con cuidado para que no se viera el contenido. No eran libros, como él creía. Era un estuche de material sintético, una especie de caja con un asa. La abrió. Dentro había un revólver, unas llaves, una nota, unos utensilios de limpieza para el arma y una cajita de balas calibre 38. La nota decía así: 

Otto: ¿No querías un revólver? Aquí lo tienes. Sin saberlo, yo buscaba a un hombre como tú. Eres garboso y modesto. Eres un hombre de principios. A diferencia del resto de tus compatriotas, no sabes darte importancia. Eso me gusta mucho. Tu inteligencia no compagina con tu profesión. Siempre creí que los médicos son como los boxeadores o los programadores cibernéticos: diestros pero insensibles, y en el fondo brutos. Como ves, tengo prejuicios.

Para el revólver tengo licencia. Si matas a alguien, me llevarán presa a mí. Cuando lo compré, me dijeron que a este revólver lo diseñaron y lo comercializaron después de hacer una encuesta a miles de mujeres solas y muertas de miedo. Yo estoy sola pero no muerta de miedo. Lo mío es otra cosa. No sé cuál es mi lugar en el mundo.

Cuando fui a la primera clase de tiro, disparé cinco veces, di tres en el blanco  y  no volví más. Me di cuenta de que no estoy hecha para matar a nadie. ¿Tú quieres matar a alguien, Otto? Este es un revólver destinado al público femenino. Es de buena marca, Smith & Wesson, y tiene poco peso, cañón corto, empuñadura reducida y bajo retroceso. Por eso le dicen Lady Smith. ¿No te da  vergüenza? Pese a la inseguridad con que se vive en Miami, nunca lo llevé a ninguna parte. Qué raro: mostrarle mi amor a un hombre por medio de un arma de fuego. Un acto sórdido y de cierto modo “colombiano”. Con un arma en la mano, la vida es mucho más miserable que con un bisturí. Te lo digo yo, que nací en la Colombia de los sicarios, los secuestros, las fosas comunes, los niños viviendo en la calle y los eternos tiroteos.  Te lo regalo  para demostrarte que no lo necesitas. Bótalo al mar.

Yo hubiera deseado ser tuya. Me gusta escribir esa frase. Tuya. No sé por qué me obsesioné con la idea de que eres el tipo de hombre que de verdad puede ser mi marido. Hubiera querido aprender cosas a tu lado.

Adorarte y que me adoraras. Tus manos no son sólo de cirujano. Sé que son buenas para abrir y hurgar en el cuerpo de una mujer. Si fueras mi marido, te obligaría a que me acariciaras mucho con ellas.

Zoila me dice “la romántica”, y tiene razón. En tan solo unos días me puse a soñar que iba contigo al fin del mundo. Al hielo de Uppsala. A esas guerras donde tú plantas una casa de campaña para operar niños descuartizados. Sin meditar siquiera en qué idioma hablaríamos, me veía compenetrada con tus hijos suecos. Nada de eso es posible.

Tú me has hecho un solo daño: me revelaste la miseria de la vida que he llevado durante 37 años. Para mí Miami ha sido lo mismo que el purgatorio para los católicos: un lugar de expiación purificadora. Me voy fortalecida. Me llevo una sensibilidad más delicada, un nuevo criterio para juzgar a la gente y un amor acrecido hacia la vida. Sé que no soy capaz de cambiar el mundo, ni de transformar la mentalidad de ningún hombre. Pero tú me has enseñado que es posible encontrar algo superior a lo que hasta ahora he conocido.

Cuídate mucho. Perdóname por abandonar a tu mamá. En la caja del revólver te dejo las llaves y los papeles de un ford viejuco y verde que usé durante un tiempo, cuando pretendí ser proletaria por gusto.

Haz lo que quieras con él. Está en el parking del Cuba Pork. El ford rojo y caro se lo dejé a la mujer de Zoila, para que lo venda y me guarde el dinero.

Estoy segura de que te amo. Qué desastre que te apellides Leal.

TQM, Milena.

PS.- No cierres nunca los ojos al enamorarte, ni al disparar. Ah, TQM significa te quiero mucho. 

La carta lo llenó de desesperación. Entonces los médicos somos como los boxeadores, pensó, Miami es un purgatorio, mis manos buenas para hurgar en el cuerpo de una mujer y ella incapaz de “transformar la vida de un hombre”. Milena no sólo era “romántica”; también era inmadura y novelera. Releyó la carta varias veces. Nadie ama a nadie tras unos días de roce. ¿Por qué no se quedó para examinar de cerca los sentimientos que los unían? ¡Gallina!, pensó. Al menos ahora tenía un revólver y un carro que usaría a discreción.

Fragmento de la novela De pronto el doctor Leal, del escritor cubano René Vázquez Díaz, que resultó ganadora del Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional
 

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