En todos los asentamientos poblacionales de Cuba hay en producción organopónicos, huertos intensivos y parcelas familiares.

Ramón Barreras Ferrán - Trabajadores.cu.- La agricultura urbana, desarrollada ampliamente en Cuba, está considerada por los expertos como una herramienta concreta para favorecer la seguridad alimentaria y la nutrición.


Hace poco, especialistas de 13 países de Latinoamérica y el Caribe se reunieron en Bolivia y además de hacer un análisis minucioso de las posibilidades de esa variante agrícola, establecieron un grupo de recomendaciones para el período 2008-2010.

Resulta evidente que en la región está cada vez más presente una urbanización acelerada y además, desordenada. Por ejemplo, entre 1950 y el 2000 la población clasificada en esa categoría aumentó de 69 a 391 millones de habitantes. Y en los últimos 30 años, según datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el crecimiento ascendió de 57,4 por ciento a 75,5. Las causas se atribuyen fundamentalmente a migraciones de campesinos y residentes en áreas rurales debido al aumento de los costos de la producción, limitación de acceso a métodos productivos, efectos ambientales, violencia y desarraigo, así como a la crisis económica agudizada en varias naciones.

Ese comportamiento trae como consecuencia implicaciones notables en las condiciones de vida en las zonas urbanas: aumento de la pobreza (en el 2006 alcanzaba el 36,1 por ciento), inseguridad alimentaria y nutricional, exclusión social y territorial, inadecuada planificación territorial y deficiente gestión ambiental en aras del desarrollo, entre otras.

Ante ese panorama, la Agricultura Urbana deviene “tabla salvadora en un océano tormentoso”. Destacan los expertos que su multifuncionalidad le permite influir de manera directa en la seguridad alimentaria y nutricional, generar ingresos financieros complementarios, contribuye al mejoramiento de la gestión ambientalista, ayuda a combatir la exclusión social y aumenta la cantidad de áreas verdes en las urbes.

Juan Izquierdo, Oficial Principal de Producción Vegetal de la FAO, afirmó recientemente: “Hay un crecimiento de proyectos y programas municipales de la Agricultura Urbana y Periurbana en América Latina y el Caribe, promovido por gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, universidades y organismos de cooperación internacional con diferentes propósitos, los que deben ser armonizados para asegurar el cumplimiento de los objetivos propuestos”.

No hay dudas de que se registran avances. Pero aún quedan retos para mejorar los impactos, por lo que el tema debe continuar figurando en las agendas de los gobiernos locales y nacionales, organizaciones y organismos de cooperación.
Precisamente, las autoridades reunidas en Bolivia acordaron, con fines estratégicos, gestionar el conocimiento disponible en la región, promover la innovación tecnológica, desarrollar cursos de capacitación, incorporar proyectos y programas y hacer un uso sostenible de los recursos.

Cuba es un ejemplo de lo que puede lograrse en la Agricultura Urbana. En todos los asentamientos poblacionales del país, tanto en el llano como en las serranías, hay en producción organopónicos, huertos intensivos y parcelas familiares. Más de 25 subprogramas garantizan la diversidad.

De manera paulatina, la población ha incorporado los vegetales a la dieta diaria. La demanda aumenta cada día más.

El agro urbano ha pasado a ser de alternativa a sustento básico.

 

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