María del Carmen Ramón Sánchez y Richard Ruiz Julien.- Más de 200 impactos de proyectil encontrados durante una reparación en el Antiguo Palacio Presidencial, hoy Museo de la Revolución, refuerzan la tesis sobre lo ocurrido el 13 de Marzo de 1957

No hay tinta, papel, ni voz de erudito que pueda describir con más fidelidad el testimonio de un tiempo, que los sitios protagonistas de la historia. En sus rincones se respira el aire misterioso del pasado oculto, que viene, como el viento de la noche, a avivar el fuego de la hoguera.

Uno de estos lugares es el antiguo Palacio Presidencial, testigo de los acontecimientos del 13 de Marzo de 1957. Transcurridos 51 años de aquellos sucesos, algunos pensarían que el edificio no tiene nada que decirnos, pero lo ocurrido por estos días devela que aún entre sus impresionantes estructuras eclécticas quedan muchos misterios históricos por develar.

Así lo sintieron quienes acometen la restauración de ese inmueble, cuando en el mes de noviembre del pasado año encontraron numerosos indicios de impactos de proyectiles, mientras raspaban las paredes del lado izquierdo en el ala sur del patio central.

Surgían así, bajo la pintura, pruebas testimoniales de cómo trascurrieron aquellas horas, en que un grupo de 53 miembros del Directorio Revolucionario, como parte de un plan de ajusticiamiento al tirano Fulgencio Batista, atacó temerariamente el Palacio Presidencial.

Con la extensión de los trabajos de restauración aparecieron pruebas en todas las secciones restantes, además de esquirlas de granada incrustadas en las paredes, hasta alcanzar la impresionante cifra de 200 impactos de bala, 15 de estos con restos de metales de diversas formas y tamaños.

«Ni siquiera los que llevaban más tiempo en el museo conocían la existencia de estos proyectiles en las paredes; incluso, representantes del Directorio Revolucionario no comentaron nada al respecto en las visitas y conversaciones efectuadas en la instalación», explicó el director general del Museo de la Revolución, José Andrés Pérez Quintana.

Los trabajadores que participan en la restauración aseguran que en el sitio donde se hallaron los primeros impactos se concentra la mayor cantidad de huellas del ataque, pues este fue un punto clave en la entrada y salida de los asaltantes.

«Aún quedan evidencias por trabajar en el piso del patio, aunque estamos convencidos de que existen otros importantes escenarios como el segundo piso, donde los jóvenes revolucionarios realizaron maniobras para poder penetrar en el despacho de Batista», expresó Pérez Quintana.

Los especialistas del Laboratorio Central de Criminalística (LCC) trabajan en la determinación de las características de los proyectiles encontrados, para definir si pertenecen a los revolucionarios o a la guarnición del Palacio.

Las pesquisas, según la dirección general del Museo, requieren pruebas de mucho rigor, pues ambos grupos —asaltantes y atacados— poseían parque moderno, aunque no todos los asaltantes portaban armas de elevada calidad.

Las investigaciones realizadas hasta el momento revalidan la tesis sobre el recorrido de los atacantes por las diferentes áreas del Palacio, y ratifican la buena preparación de los mismos, al enfrentarse a los defensores de un edificio con especiales características constructivas y de los mejor guarnecidos de la ciudad, consideró José Andrés Pérez.

La edificación mostrará al público todos los detalles de estos nuevos descubrimientos una vez culminada la restauración, y las pruebas halladas quedarán señalizadas y dotadas de información.

El Che también dejó su huella

Pero como la historia siempre encanta al que remueve sus memorias, incentivándole el deseo de encontrar nuevos secretos, la tentativa de desempolvar los sitios velados de una época distante llevó a indagar más sobre otro hallazgo ocurrido en 1990: una losa con el nombre del Guerrillero Heroico, encontrada nada menos que en la majestuosa cúpula del Museo de la Revolución.

Desde aquella fecha el Laboratorio Central de Criminalística comenzó los estudios de este otro misterio, y arribaron a la conclusión de que la firma pertenece al Che, aunque todavía no se ha podido determinar de qué manera llegó hasta este lugar tan significativo y complejo.

Los especialistas manejan la hipótesis de que la rúbrica fue hecha en un momento anterior a la cocción del barro, y se estima que el suceso ocurrió durante algún recorrido del Che como Ministro de Industrias en los primeros años de la Revolución, tiempo en que se efectuó una reparación del edificio, cuando aún fungía como Palacio Presidencial.

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