Katia Siberia García - Granma.- Cuando los moradores de Trinidad empedraron sus calles no existían los autos pesados y la madera que cobijó sus sueños les pareció segura. Y aunque la vorágine de la creación difícilmente les haya permitido pensarla cuatro siglos más tarde, la tercera villa sobrevivió.

Postales del mundo la exhiben hoy genuina y legendaria. Adoquines, tejados, torres y plazas le asoman al Caribe. Un valle la acompaña y la molienda del ingenio parece no haber desaparecido. Pero Trinidad ha cambiado a pesar de que sus imágenes no capten las "modernas añadiduras".


Las 54 manzanas de su centro histórico, esas que la hicieron Patrimonio Cultural de la Humanidad, se resisten al asfalto, al cemento, al aluminio y a otras novedades constructivas. Sin embargo, algunos habitantes no contribuyen a su preservación casi milagrosa.

La Oficina del Conservador de la Ciudad (OCC) propone una convivencia respetuosa. Urgencias personales deben ceder en favor de la humanidad, mientras se busquen alternativas en pos del equilibrio. Mas no todos son pacientes o conscientes y creen vivir en un patrimonio vitalicio; creencia peligrosa que el tiempo puede corroborar.

¿Antigüedad renovada?

Con una arquitectura en la que confluyen los siglos XVIII, XIX y XX, Trinidad es un emporio atrayente no solo para los foráneos, pues lo divino de sus aires embriaga también a sus hijos, que se han multiplicado. El deterioro se torna ágil y en ocasiones la restauración demora. Las transformaciones exigen respetar la tipología de la vivienda, el año de construcción y la zona en que está enmarcada, entre otras disposiciones.

Norberto Carpio Calzada, director de la OCC, asegura que los especialistas de la Oficina dictaminan las restricciones, las personas las conocen y las obvian. Así, han sido detectadas violaciones en las fachadas, como repellos contemporáneos, enchapados de lajas, escaleras en las aceras, puertas de aluminio, modificación en los aleros; y hacia el interior de la vivienda, introducción de barbacoas.

Nosotros tenemos un programa que protege inmuebles, busca la habitabilidad de los barrios, rescata las crujías, reanima las fachadas, restaura los empedrados. Tratamos de preservar los valores históricos, pero la reconstrucción de los propietarios en ocasiones aventaja nuestra conservación, puntualiza la arquitecta Blanca Pérez Bravo, especialista principal de la oficina.

Según Carpio Calzada, hay evidencias de infracciones, aunque todavía persisten ilegalidades sin resolver. Actualmente se refuerzan las inspecciones de Vivienda y cada semana las organizaciones municipales analizan el enfrentamiento de esta situación.

Con ello, explica el director, no hemos resuelto totalmente el problema, pero por lo menos se ha detenido y las autoridades de Trinidad han decidido priorizar el asunto, pues la categoría de Patrimonio de la Humanidad podría perderse de continuar estas agresiones.

La conservación no solo llega a la zona urbana de la otrora villa. El Valle de los Ingenios, que adquirió su condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad por su típico sistema de plantación azucarera y la existencia de más de 70 sitios arqueológicos sobre la industria de la época, preocupa también hoy a los trinitarios.

La reestructuración del Ministerio del Azúcar despobló parte de su representativo sembrado, y aunque se han recuperado espacios soterrados con inestimables valores arqueológicos, la imagen del valle presenta algunas variaciones.

Para luego es tarde

Carpio Calzada asegura que ya adoptan medidas para restituir el paisaje inicial y continuar velando por la permanencia de bohíos y haciendas en el Valle. El Ministerio de la Agricultura y la OCC devolverán la emblemática caña de azúcar que Eduardo Laplante inmortalizara en sus obras.

Por su parte, la Dirección Municipal de Vivienda en el municipio reconoce la morosidad en su trabajo. Las causas de la imperante situación, apunta Doralis Herrera Orias, vicedirectora jurídica de la institución, obedecen en buena medida a la no paralización de obras ilegales, a las multas tardías o escasas, y al poco trabajo de la comisión de enfrentamiento a las ilegalidades, que dirige el Poder Popular.

"Hoy, a pesar de que la solución legal es la demolición, no podemos llegar y acabar con inversiones del propietario que, en la mayoría de los casos, responden a una necesidad real". Hemos citado a los infractores, otorgamos un tiempo para enmendar el daño, y facilitamos materiales apropiados, aunque no hemos tenido que hacer grandes sustituciones, explica la jurídica.

Los costosos materiales limitan las inversiones de la Oficina del Conservador que prioriza obras de alto valor patrimonial, no siempre en correspondencia con las necesidades más urgentes de las personas. En busca de una salida, existe un convenio entre la Oficina del Conservador de la Ciudad y la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV) mediante el cual los materiales (adquiridos en divisa) se venden a un 20% de su precio en moneda nacional.

Las barriadas de Santa Ana y Tres Cruces son testigos de la ansiada reanimación que ha de proseguir, comenta Alberto Vega, presidente del Consejo Popular Monumento en Trinidad.

Arraigado a su casa, otrora cuartel español, este trinitario de 60 años no renuncia a su vivienda, a pesar de que le ofrezcan una moderna en otro sitio de la urbe. Para Alberto, vivir rodeado de historia tiene su precio, y él prefiere pagarlo.

Víctor Echenagusía Peña, museólogo e historiador de la ciudad, reconoce que el desempeño de la Oficina deberá imponerse sobre estas antigüedades "renovadas" a la apreciación de algunos; dinámica actual del desarrollo que pone en peligro todas las ciudades históricas.

Se trata, afirma, de convivir con el pasado sin negar el presente, aunque para muchos este precepto resulte una contradicción. "La vida en otras zonas de la ciudad se ha pensado, pero esto es complejo y no será una alternativa cercana. Urgen las actuales".

Mientras, la escuela de oficios devuelve al presente la herrería, el trabajo con el yeso y la pintura mural. El patrimonio intangible resurge en la danza, el mestizaje, las costumbres, el amor al barro y al tejido.

Trinidad espera. El tiempo parece dar tregua, quizás porque sus hijos van dejando de creer en la inmortalidad de una villa y un valle que merecen, desde el 8 de diciembre de 1988, un valor universal.

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