“Sé desaparecer, pero no desaparecería mi pensamiento…”

José Martí

Carlos Rodríguez Almaguer - Kaos en la Red.- Contar con la experiencia, el extraordinario tacto político, el magisterio insuperable de Fidel para la formación de los cuadros que tienen en sus manos el poder de decidir y llevar a la práctica los destinos del país, es un tesoro que los cubanos debemos evaluar en su justo e incalculable valor.



Medio mundo, o acaso el mundo entero, estará repitiendo con honestidad algunos y manipulada y miserablemente otros, el Mensaje del Comandante en Jefe aparecido esta mañana en los medios de prensa de nuestra amada Cuba: Fidel, próximo ya el día en que deberá constituirse nuestra nueva Asamblea Nacional y elegirse su Consejo de Estado, después de un transparente, masivo y democrático proceso eleccionario, nos dice que no aspirará ni aceptará los cargos de Presidente del Consejo de Estado ni de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Los que hemos amanecido bajo la luz del sol esta mañana recordaremos siempre este día. Lección suprema es esta a la que habrá que sacarle todas sus enseñanzas cuando más tarde, lejos de los sentimientos que hoy nos entorpecen la posibilidad de evaluarla con justicia, volvamos los ojos a la historia presente.

Fidel continuará escribiendo y enseñando, como ha hecho hasta hoy durante más 50 años, solo que esta vez será con sus tan necesarias Reflexiones. Nos brinda una vez más la posibilidad que no tuvimos cuando nos faltó Martí en los días vergonzosos de la ocupación yanqui, o cuando nos faltaron Mella, Guiteras y Chibás en los años oscuros de la neocolonia viciosa y corrompida que impuso el imperio norteamericano.

Sinceramente se veía venir una decisión de este tipo, el propio Fidel, como deja claro en su mensaje de hoy, nos venía preparando para ello. Cuando se estudian en junto las experiencias de procesos acontecidos en otras latitudes y lo difícil del momento en que la generación que ha conducido esos acontecimientos históricos ha comenzado a transmitir a sus continuadores las responsabilidades de llevarlo adelante, era de esperar, conociendo la inteligencia y el desprendimiento de Fidel, que algo así sucediera. Sin embargo, no deja de ser impactante y trascendente la decisión, porque revela en la realidad concreta lo que muchos enemigos y tal vez también amigos pusieron en duda: la capacidad de Fidel de renunciar a cargos que en verdad no necesita porque su conducta cotidiana, durante más de medio siglo de combate frontal contra un enemigo inconmensurablemente más poderoso económica y militarmente, le aseguran la autoridad moral suficiente como para que su voz sea escuchada.

Contar con la experiencia, el extraordinario tacto político, el magisterio insuperable de Fidel para la formación de los cuadros que tienen en sus manos el poder de decidir y llevar a la práctica los destinos del país, es un tesoro que los cubanos debemos evaluar en su justo e incalculable valor. Nos alegra saber que su recuperación continúa, y que se preserva para lo más útil, que es transmitir sus ideas.

Consecuente con su propia política, desde los combates en la Sierra Maestra contra la tiranía de Fulgencio Batista, de preservar a los cuadros más importantes, Fidel valora, sin envanecimientos que no es necesario esclarecer aquí, pues es conocida su proverbial modestia, la importancia de que su propia experiencia y su capacidad de análisis estén presentes para nuestro pueblo en este momento crítico de la humanidad, en que las guerras preventivas, la falta de capacidad de muchos en el mundo para comprender las amenazas que con el daño a la naturaleza le sobreviene a nuestra especie, y la ausencia del coraje suficiente como para poner freno de una vez a los desmanes del imperio, pueden llevar al mundo al desastre definitivo.

Cuando el próximo 24 de febrero, fecha en que conmemoraremos el 115 aniversario del inicio de la Guerra Necesaria, organizada y dirigida por José Martí, se constituya nuestra Asamblea Nacional y se elija al Consejo de Estado y a su nuevo Presidente, el pueblo de Cuba rendirá agradecido homenaje al hijo excepcional que ha sabido afrontar durante más de medio siglo de lucha incesante, todos los peligros y los desafíos para mantener limpio y en alto nuestro decoro de hombres y mujeres libres, en medio de un mundo donde imperan la opresión criminal y el sometimiento humillante.

Los medios de prensa reflejarán las Reflexiones del compañero Fidel, que continuará enseñándonos como hasta ahora a ver allí donde nuestra vista no alcanza, para salvarnos de viejos y nuevos peligros externos o internos, del enemigo o del peor enemigo que somos nosotros mismos. Pero acaso sucederá otra vez lo que en julio de 1873 aconteció en los potreros del Camagüey legendario en los tiempos de nuestra primera guerra: cuentan que luego de la caída en combate del Mayor General Ignacio Agramonte en los potreros de Jimaguayú, el 11 de mayo de ese año, el entonces Teniente Coronel Henry Reeve, joven norteamericano que se sumó a nuestras luchas independentistas alcanzando el grado de Brigadier y los más altos honores hasta su caída gloriosa en Yaguaramas, esperaba la llegada del Mayor General Máximo Gómez, dominicano que llegaría a ser General en Jefe de nuestro Ejército Libertador, y que a la sazón había sido designado por el presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes, para sustituir al Mayor, como llamaban cariñosamente sus soldados al General Ignacio Agramonte, y al acercarse una fuerza al campamento de Reeve, un soldado se le acercó corriendo y luego parado en firme lo saluda y le dice: “Ahí viene el Mayor”, a lo que Reeve riposta: “¿El Mayor? ¿Qué Mayor es ese?”, el soldado informa otra vez: “el Mayor Máximo Gómez, nombrado Jefe del Departamento”; tranquilizado Reeve vuelve a responder: “¡Ah! El General Máximo Gómez; y no diga usted el Mayor, porque el Mayor fue uno y murió en Jimaguayú.”

Alguna vez creo haber escuchado a Raúl decir que Comandante en Jefe había uno, y que tal vez no hubiera ningún otro. No estoy seguro pero bien pudo ser conociendo la modestia de Raúl y su cariño y respeto por Fidel. Eso podrá ocurrir, o podrá ocurrir también que se mantenga el nombre del cargo para el nuevo compañero que deba desempeñarlo, y como las virtudes de todos los que pudieran ser elegidos por la Asamblea Nacional están a prueba sin discusión ni dudas de ninguna clase por los años de entrega al servicio de la Revolución, será recibido con beneplácito y respeto, y la cooperación de todos estará garantizada de antemano por la unidad del pueblo, su educación y su elevada cultura política, pero es evidente que así como tenemos un Apóstol, un Padre de la Patria, un Titán de Bronce, un Generalísimo, un Guerrillero Heroico y un Señor de la Vanguardia, Fidel Castro será siempre, bajo el cielo infinito de la patria cubana, el Comandante en Jefe.


 

Cuba
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