M. M. López y M. G. Lavandero - La Jiribilla.- En la casi ultimada primera década de nuestro siglo, la conservación del  Patrimonio Cultural se erige como el desafío de mantener vivo el legado material y espiritual de generaciones pasadas, devenidas hoy en sostén de las amenazadas identidades de los pueblos.

La agenda actual —como fue la del 7mo Congreso Internacional de Patrimonio Cultural efectuado en La Habana, en marzo del presente año— incorporó a la inquietud veterana jóvenes polémicas que bullen del marco científico y de las acciones concretas en distintas latitudes: planes para el desarrollo de ciudades patrimoniales sustentables, uso turístico, mestizaje e identidad, rutas de formación profesional, propiedad intelectual, sistemas de protección jurídica, el conflicto de su ubicación ante privilegios comerciales y las manipulaciones mediáticas.

En Cuba se realizan varios proyectos de inserción de las comunidades en la labor de rescate y salvaguarda de “las obras de artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan sentido a la vida, es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo”.

Tal es el caso de algunos museos que han conformado sus colecciones a partir de los hallazgos y donativos de los miembros de la localidad y en los que se asumen estos bienes desde una perspectiva diferente: ya no existe un cristal divisorio entre el observador y la pieza, sino que el individuo puede interactuar con ella y esta misma puede ser sustituida por otra de similar valor e importancia en otro momento.

Por esta línea trabajan entre otros, el Museo de la Vecindad en Villa Clara, donde ha cuajado eficientemente esa nueva manera de ver la misión de las instituciones que se dedican a la preservación del patrimonio, una reestructuración general de los conceptos. Entre las definiciones que se están revisando se encuentra la de museología, entendiéndose esta disciplina como conjunto de conocimientos que debe configurarse alrededor y para la comunidad, ahora elemento gestor del museo. Esta, según el criterio de los especialistas, es la era del museo etnográfico, una etapa en la que las exigencias se vuelven hacia la aparición de museos al aire libre, de casa-museos y de museos de artes y tradiciones.

De manera global, diversos han sido los temas de urgencia en congresos y debates, en su mayoría signados por el impacto de la globalización como amenaza para la diversidad cultural y las expresiones regionales, muchas veces limitadas a asentamientos poblacionales sin mayores resonancias.

Se trata del patrimonio tangible o construido y –más recientemente- del llamado inmaterial o intangible como especializaciones, ahora reunidas en una visión integral. Un concepto de Patrimonio Cultural que pretende suministrar una salida al nuevo siglo que aún presencia auténticas colonizaciones con su consecuente destrucción, robo y contrabando de la herencia de los pueblos; válvula que intenta impulsar un diálogo intercultural que garantice la continuidad histórica de la cultura, activando la capacidad individual y colectiva de formular respuestas propias a los problemas actuales, sin olvidar las raíces.

En términos del debate actual, lo que pretende preservarse invariable no es, por tanto, el Patrimonio Cultural como vestigio congelado, sino la voluntad conjunta que lo mantenga dinámico, cual sustrato raigal desde el cual deben proyectarse mayores cambios.