Ariel Terrero - Cubaprofunda.org.- ¿Cuándo terminará el Período Especial? Muchas veces he tratado de vislumbrar, entre ansioso y curioso, la línea de meta de este maratón de supervivencia y decoro que comenzó hace casi 20 años. A falta de habilidades de babalao o bolas de cristal para entrever una fecha límite, he rebuscado condiciones económicas que identifiquen la llegada al fin; una las resume a todas: cuando los trabajadores cubanos puedan vivir, limpiamente, de su labor, sin necesidad de regalos remesados o inventos de cultura dudosa.

Para arribar a ese momento, tres claves probables alimentan las fantasías del bolsillo: precios más bajos, una moneda nacional revalorizada y salarios más sólidos. Las dos primeras, muy vinculadas entre sí, tienen como inconveniente que beneficiarían más a las personas que cuentan hoy con ahorros más cuantiosos y menos necesitan una mejoría de su poder adquisitivo.


Un peso igualado en valor a su par convertible transformaría en auténtico capital la fortuna de quien haya acumulado en estos años, en el banco o bajo la cama, cientos de miles de pesos tradicionales. Comparativamente, la ganancia sería mucho menor para las personas que viven exclusivamente de un jornal.

Los precios, sujetos por otra parte al inflexible dictado de tendencias alcistas internacionales, soportan una disminución tan relativa, que el último en enterarse, si lo hace, sería el asalariado medio de hoy.

Aunque no descarto algún alivio en tarifas de productos de primera necesidad o acciones para fortalecer moderadamente al peso, la economía ha cambiado mucho en Cuba y en el mundo para soñar con la vuelta a un contexto financiero, de precios y monetario, similar al del año 1989.

La tercera opción, en cambio, parece más razonable para reequilibrar las aguas de la economía y del bolsillo. El incremento del salario socorrería a sectores verdaderamente urgidos de mayor solvencia para enfrentar los gastos de la vida cotidiana, personas que son, a la par, quienes aportan más riqueza a la sociedad, los trabajadores.

Además de apuntalar la capacidad adquisitiva del cubano, la vía de pagar sueldos más gruesos dirige la mirilla de manera directa a una pieza estratégica del rompecabezas económico cubano: la productividad. No son posibles aumentos de uno sin crecimientos de la otra. Pero también parece difícil desenredar trabas de la producción, sin un salario más digno.

Ante el dilema del huevo y la gallina, la salida quizás no sea un incremento general de salarios; el gobierno aplicó uno a fines del año 2005 que tuvo escasa repercusión en la productividad. ¿Puede la nación aspirar a mejores ingresos personales, sino produce más riqueza? El paraguas pudiera destrabarse, entonces, mediante una fórmula menos generalizadora.

Como deja entrever la Resolución 9 del actual año del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, los aumentos del jornal deben ajustarse de acuerdo con el desempeño del trabajador en cada sector de la economía y la sociedad. No pueden medirse de igual manera la obra de un minero, un carpintero, un maestro, un médico, un chofer de ómnibus urbanos, un estibador, un profesional del turismo, un militar…o un periodista. Tampoco pueden perdurar las abismales diferencias salariales entre unos y otros, concebidas en su momento para afincar sectores con la misión de liderar la salida de la crisis económica, pero que han horadado la identidad y el rendimiento de los desfavorecidos.

Para hacer realidad la norma, más comentada que aplicada, de que cada cual gane según su aporte a la sociedad, los resultados laborales deben medirse en términos de producción, productividad, ahorro, calidad, costos y eficiencia, según los rasgos de cada parcela de la nación.

En todos los casos, el techo del salario lo debiera determinar el techo racional y humano de la productividad, y no a la inversa, como ha sucedido hasta hoy por la limitación de recursos de estos años y el imperio de reglas burocráticas cocinadas lejos del puesto de trabajo.

Combinado con el imprescindible estímulo moral, el salario se convertiría en un mecanismo liberador del potencial productivo que atesora en algún lugar, no tan recóndito, el capital humano creado por la Revolución. El trabajo recuperará, entonces, ese valor social y ético torpedeado en estos años de difícil resistencia y yo me sentiré doblemente feliz al cobrar mi jornal por anunciar que el Período Especial ha concluido.

Cuba
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