Marianela González -Lajiribilla.cu.- Veinte veces más una y lo "curioso" es que parece que fue ayer hace 48 años —dicen quienes lo vivieron—, cuando el primer Festival Internacional de Ballet de La Habana nacía no solo para consagrar con sus ediciones al joven ballet cubano, sino además para aproximarse a un público que lo necesitaba, tal vez sin saberlo, para completar la sazón de su ajiaco cultural.
Veinte veces más una y en la Sala García Lorca centenares de manos aplaudieron este jueves como hace décadas —dicen quienes lo vivieron— la clausura de una edición especial: un "Carnaval de Venecia" con "acentos" rusos y cubanos, coreanos, españoles y mexicanos, que llenó La Habana de princesas, reyes, hechiceros, héroes y gitanos durante los diez días que duró el 21 Festival.
Desde el 28 de octubre y hasta el 6 de noviembre, como sucede cada dos años desde 1960, Cuba fue escenario de una de las más prestigiosas citas mundiales del ballet. Entre las cinco primeras, aseguran especialistas. Para reafirmarlo, volvieron sobre los escenarios muchas de las cerca de 850 coreografías que han sido protagonistas de sus 48 años de vida, varias de las 58 compañías de 59 países que las han representado y cientos de invitados que ya se suman al millar que ha comprobado su calidad artística y espíritu aglutinador.
En solo diez días el público de La Habana, el de Las Tunas, el de Matanzas —además de la peregrinación balletómana que cada año recorre el país para participar de la fiesta— y los invitados extranjeros, tuvieron la oportunidad de presenciar un abanico de escuelas y tendencias como si de una clase se tratara. Los tres estilos del ballet confluyeron en códigos de las más diversas latitudes, desde la academia fresca hasta el conceptualismo más audaz, aunados por un evento que solo persigue un objetivo: bailar juntos. Y bailar bien.
En cada función un estreno —"La bella durmiente del bosque", "Lucía Jerez", "Napoli"—; en cada función al menos una compañía extranjera y el Ballet Nacional de Cuba, celebrando sus 60 años de creado. La edición del 2008, ya lo advertía Alicia hace unas semanas, ha sido singular: “Estamos en una fecha muy linda para el BNC, para todos los que hemos estado desde el principio, para todos los que hemos luchado tan duro junto a nuestro gobierno para que esta compañía siga adelante y sea representante digno de un pueblo tan digno. Por eso es tan importante este festival”.
Junto a la danza, un grupo de actividades colaterales sirvieron de homenaje al Ballet Nacional de Cuba y a la prima ballerina Alicia Alonso, su máxima impulsora: exposición de diseños para ballet, pinturas, muestras fotográficas, presentaciones de libros, conciertos… Retribución de cada manifestación artística a las galas que el ballet les dedicara en el séptimo Festival.
Dentro de dos años, las cortinas volverán a descorrerse. Quizá no sea entonces un aniversario cerrado o quizá —ojalá— no haya huracanes a los que sobreponerse con baile. No obstante, serán 20 veces más dos de curiosidades y aplausos, para que el público se reencuentre con lo que más le gustó este año y para que vuelva la Cultura cubana a brillar en punta de pie.
“No hemos terminado; estamos empezando”. Si lo dice Alicia…
