Alina Martínez Triay - Trabajadores.- Se equivocaron los que creyeron que el impacto catastrófico de tres poderosos huracanes, el incremento de los precios de las principales importaciones, la influencia de la crisis económica internacional y la persistencia del bloqueo iban a impedir que los cubanos celebráramos con alegría el primer medio siglo de existencia de la Revolución.


Quienes fuera del país contemplaron las imágenes de los terribles estragos causados por los fenómenos meteorológicos a lo largo y ancho de la Isla, tal vez pensaron que no habría ambiente para celebraciones; sin embargo apenas cesaron los embates del viento y de la lluvia, la población damnificada recibió el aliento de fuerzas mucho más poderosas: las del trabajo, junto con los recursos necesarios para reconstruir los daños materiales, y las del arte que acudieron con la misma rapidez a restañar las heridas del espíritu.

Y se sucedieron entonces otras imágenes que le reafirmaron al mundo la proverbial capacidad de los cubanos de sobreponerse a la adversidad, sustentada en la unidad, la solidaridad y la voluntad del Estado de mantener, aun en las circunstancias más complejas, las políticas que garanticen la justicia social y el bienestar de todos.

Esa fibra de los que no se doblegan el pueblo la aprendió de Fidel, quien desde los tiempos inciertos del exilio mexicano, previo a la salida del Granma, afirmó convencido: “Si salgo llego, si llego entro, y si entro triunfo”. A partir de entonces, como señaló recientemente Raúl, Fidel supo conducir a los cubanos de victoria en victoria.

El primero de enero de 1959, desde el balcón del ayuntamiento de Santiago de Cuba, alertó al pueblo congregado en el Parque Céspedes: “La Revolución empieza ahora, (…) será una empresa dura y llena de peligros”.

Y así fue. La inmensa obra que en todas las esferas de la vida social y económica ha atesorado el país en estas cinco décadas, se materializó a despecho de la constante hostilidad de diez administraciones estadounidenses que no han escatimado recursos agresivos para frustrar las transformaciones en la Isla, incluido el más prolongado bloqueo de la historia, que ha fracasado en su empeño de rendir por hambre y desesperación a los cubanos.

La Cuba revolucionaria, transformada en socialista, enfrentó cada golpe con valentía y soluciones creadoras; sorteó la dura crisis de los años 90, y cuando muchos pensaban que por el efecto dominó correría la misma suerte de la Unión Soviética y el campo socialista, se mantuvo firme y emprendió un difícil camino de recuperación que se ha mantenido en ascenso y ha tenido por centro, como siempre, el bienestar de la población.

Con su posición digna e inclaudicable la Mayor de las Antillas fue ganándose el respeto de la comunidad internacional, lo que le permitió romper el aislamiento a que quiso someterla Estados Unidos. Ya suman 181 naciones, de las 192 que integran la ONU, las que tienen relaciones diplomáticas con Cuba, y por decimoséptima ocasión ese organismo internacional fue escenario de una abrumadora condena a la política de asedio económico del imperio. Igualmente se fortalecen nuestros lazos con los pueblos del continente.

El mundo tiene razones para celebrar como propio este medio siglo de Revolución. Lo sienten así los pueblos por cuya liberación los hijos de esta tierra combatieron de manera desinteresada, muchos de los cuales dieron sus vidas; los que en diversas partes del orbe han recibido la ayuda solidaria de brigadas médicas cubanas; los que han recobrado la visión al influjo de la Operación Milagro; los niños salvados con las vacunas creadas por nuestros científicos; los hombres y mujeres que desterraron la ignorancia con el método cubano de alfabetización Yo sí puedo; los jóvenes de escasos recursos de diversos países que pudieron aquí materializar su sueño de ser profesionales y los que hoy se forman en nuestras universidades; los deportistas que gracias a los entrenadores cubanos han conquistado medallas para sus pueblos…

Tuvo razón Tomás Borge cuando dijo sobre este aniversario: “50 años no es nada, 50 años es mucho”. Mucho, porque en estas cinco décadas Cuba se ha convertido, ante el mundo, en un pequeño gigante. Nada, porque es apenas un parpadeo en la historia y lo fundamental está por hacer. Medio siglo es un buen comienzo.

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