Guille Vilar - La Jiribilla.- Disfrutar la imagen recreada de una persona en 3D por un ordenador, resulta tan natural como tomarse un vaso de agua. Sin embargo, lo que continúa como por encanto de la maravilla del lenguaje, es entregarnos la perspectiva tridimensional de un artista inconmensurable a través del poder de la palabra. Es la magia para capturar, desde todos los ángulos posibles, la esencia del músico “más respetado, reconocido y admirado en la sociedad cubana de hoy”1, incluso desde esa sencillez que lo compulsa a confundirse entre el pueblo como una vía sincera para sentirse pleno. Este linaje propio de los gigantes de la cultura cubana aparece expreso en el libro Leo Brouwer: Del rito al mito de Ediciones Museo de la Música, 2009, que al rendirle homenaje por su  onomástico 70, es un elogio integral a la huella del maestro.


Con la multiplicidad de criterios sobre la vida y obra de Brouwer a cargo de más de 40 personalidades del mundo de la musicología y de la prensa cubanas cuyos trabajos seleccionados por Radamés Giro abarcan un período que se extiende desde los lejanos años 60 hasta la actualidad, en dicha publicación se nos reafirma con la perseverancia de las constantes matemáticas, sus condiciones de brillante y virtuoso guitarrista, compositor prolífico, audaz director de orquesta y de incansable promotor cultural como corresponde a su relevante condición de humanista de esta Isla. Como bien asegura Miguel de Unamuno en uno de los exergos del libro, al escribir que “es dentro y no fuera donde hemos de buscar al hombre”, en Leo el sentido de pertenencia a la cultura del país que lo vio nacer está tan arraigado que su alcance universal justamente proviene del compromiso con esa fuente que nutre su inspiración. En más de una ocasión, la lectura nos conduce a la certeza que este guitarrista excepcional, hechizado por la delicadeza de una guitarra cubana mestiza, ha logrado no solo que se le considere como un punto de referencia obligado en cuanto a un antes y un después de su aparición en escena, sino que en cualquier lugar y momento hay guitarristas del mundo entero tocando piezas suyas en público o ensayándolas para ser grabadas en discos. A la vez, el espectáculo que representa la actuación del carismático Leo Brouwer con la guitarra ha quedado en la memoria de quienes tuvieron el singular privilegio de asistir a sus conciertos como es el caso del conocido De Bach a Los Beatles del cual se habla en el libro al analizarse ampliamente cada una de las piezas interpretadas a la vez que en otros pasajes se expone el repertorio para conciertos del maestro, que por cierto  desde el primero ofrecido en 1955 hasta el último de 1983, suman la cifra de 600 presentaciones públicas como intérprete. En tal sentido, es válido, asombrosamente válido repetirnos aquella pregunta que en 1965 se hiciera una de las personalidades2 cuyo trabajo aparece en esta recopilación de cómo en tan corto plazo ha podido Leo hacer tanto en lo relativo a componer piezas para orquesta de cámara, para orquesta sinfónica, para solistas y orquesta, obras corales, conciertos para guitarra, música experimental y música para cine y teatro, cuando prácticamente este mito viviente estaba apenas en los comienzos de una extensa y fructífera trayectoria. 

La visión acerca de semejante creador estaría incompleta si no encontráramos referencia a su desempeño como Director de orquesta con un impresionante catálogo de grabaciones con renombradas instituciones orquestales que acompañan a solistas de la talla de Astor Piazzolla o de John Williams.

Por supuesto, entre los momentos más atractivos del libro Leo Brouwer: Del rito al mito se encuentra la reseña de obras imprescindibles para la dinámica de la musicología en Cuba como son  La música, lo cubano y la innovación, de 1982 y Gajes del oficio, de 2002,  ambos escritos por el propio Leo, de donde se deduce que en  el capítulo “De viva voz” con entrevistas al maestro, Radamés Giro sabe que el lector quedará cautivado cuando Brouwer hable acerca de temas tan disímiles como su criterio en torno al barroco, sobre el confort seudocultural del gusto popular o de las razones que lo impulsaron dejar una beca en los EE.UU. para regresar a Cuba en 1959.

Recibamos, entonces, con la mayor admiración y respeto este verdadero tesoro que Ediciones Museo de la Música entrega al patrimonio cultural en tiempos donde persisten criterios que exponen la tesis que debido a la presencia del ciberespacio el concepto de nación está en crisis, argumento difícil de justificar cuando al terminar de leer el libro nos colma el orgullo al saber que tanto talento, erudición y  nobleza conforman la personalidad de un cubano que ha traspasado la historia de los tiempos.


 

Notas:

1. Cairo, Jesús Gómez. “Leo Brouwer: El artista, el pueblo y el eslabón encontrado.” Publicado en Leo Brouwer en el núcleo de la postmodernidad. Córdoba, Colección Nombres Propios de la Guitarra. I.M.A.E., Gran Teatro del Ayuntamiento de Córdoba, 2006.
2. Carmona, Darío. “Leo Brouwer. Última sonoridad.” Pág. 134 de Leo Brouwer: Del rito al mito. Publicado en La Gaceta de Cuba (La Habana), año IV, núm. 47, octubre-noviembre de 1965, p. 18-19.
 

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