Ronald Suárez Rivas - Granma.- A tres años de haber roto viejos esquemas con la entrega directa de leche a las bodegas, los productores del municipio pinareño de Mantua han dado un nuevo paso hacia la racionalidad al garantizarles también el alimento a los niños de siete a 13 años, en sustitución del yogur de soya.


Desde el 3 de agosto último, los 1 782 pequeños comprendidos en ese rango de edad, reciben leche en las 40 bodegas del municipio, de cuyo abastecimiento se encargan 285 campesinos.

Con ellos ascienden a más de 4 000 las personas beneficiadas por el programa, diseñado para poner fin a un erróneo procedimiento que obligaba a que "este preciado alimento recorriera cientos de kilómetros antes de llegar a un consumidor que residía, en no pocas ocasiones, a unos cientos de metros de la finca ganadera", como advirtiera el General de Ejército Raúl Castro Ruz en su discurso del 26 de Julio del 2007.

Aún en forma experimental, y amenazada por la intensa sequía que padece buena parte de Mantua desde hace ocho meses, la iniciativa de ampliar el número de consumidores —con un correspondiente ahorro en combustible y otros insumos de importación— constituye una prueba de lo que puede lograrse cuando se trabaja con seriedad.

"En este momento la situación es tensa. Hay lugares como Dimas y Macurije, donde no llueve desde octubre del año pasado. Por tanto, la producción se ha visto contraída", comenta Norberto Cruz, subdirector de ganadería en el territorio.

A pesar de ello, una acertada organización permite cubrir la entrega normada a la población, a una cafetería especializada y tributar otros 1 000 litros diarios a la industria.

Fuera de ruta

Con números pobres en materia de ganadería, y sin un solo productor de renombre, Mantua inició a mediados del 2006, junto a otros cinco municipios cubanos, un prometedor experimento a fin de lograr la eliminación del "cruceteo insensato" en el acopio y distribución de leche, como lo definiera Raúl.

Hasta ese momento, dos camiones desandaban diariamente el territorio con la tarea de recoger el líquido en las vaquerías y trasladarlo hasta el combinado lácteo de Sandino.

Luego, otro vehículo con la leche ya procesada hacía el recorrido en sentido inverso (desde Sandino hasta Mantua), para abastecer los distintos puntos de venta de este último territorio. El tráfico diario podía superar los 200 kilómetros.

Como si fuera poco, a 17 comunidades de difícil acceso se les debía entregar leche en polvo.

Sin embargo, las características del municipio constituían un obstáculo para concebir las cosas de otra manera.

"Aquí existe entre los campesinos una fuerte tradición en el tabaco, el arroz, los cultivos varios, pero poca en materia de ganadería. No hay una sola cooperativa dedicada exclusivamente a esa actividad. La producción de leche en este territorio es un ‘además’", comenta Norberto.

En efecto, el 75% de los productores posee entre una y cinco vacas. En todo el municipio nadie llega a promediar 100 litros diarios.

No obstante, basados en una rigurosa organización los mantuanos han dado forma a un sistema preciso y eficaz.

"Todo el que produzca un litro y esté dispuesto a entregarlo es bienvenido. Tenemos varios compañeros que acopian entre uno y cinco litros. Son cifras pequeñas, pero si no fuera por eso no podríamos cubrir las necesidades, sobre todo en los meses de seca", detalla el funcionario.

Como si se tratara de un gran juego de ajedrez, las piezas que intervienen en la producción, acopio y distribución de la leche se acomodaron en función de dar cobertura a cada comunidad.

Es un trabajo complejo. No se trata de obtener una cantidad determinada de litros, sino de lograr que en torno a cada poblado la producción se mantenga estable para poderle llegar diariamente a las bodegas, donde los consumidores esperan, agrega Norberto.

El camino más corto

Durante mucho tiempo, cuando el camión refrigerado de la industria láctea llegaba hasta su finca, en el kilómetro 17 de la carretera a Mantua, para recoger lo que diera su única vaca, Alcides Cordero sentía que algo marchaba al revés.

"En toda la zona existíamos solo cuatro productores. Ese carro venía hasta acá por 20 litros de leche", recuerda.

Luego, otro vehículo debía regresar para traer cinco veces esa cantidad a una bodega cercana. "Aquello me parecía ilógico", cuenta el campesino. Entonces no imaginó que la vida le daría la oportunidad de ayudar a cambiar las cosas.

Hoy, después de ordeñar sus animales, Alcides y Magdalena, la esposa, se encargan de acopiar la leche de los campesinos de los alrededores y su acarreo hasta el punto de venta.

La simplificación del proceso, unido al incremento del precio del alimento, ha hecho que el número de productores se eleve a 32 y que la entrega aumentara de 20 litros diarios a más de 300.

"Ahora en vez de depender del combinado de Sandino, nosotros mismos abastecemos las dos bodegas de esta zona y tributamos a la cabecera municipal", afirma.

La operación se repite cada amanecer. Ella en una bicicleta equipada con tanques, él en un carro de caballo con varias cantinas, hacen con mucha más eficiencia la misma labor que antes realizaban dos pesados camiones.

"Es una gran responsabilidad, porque de nosotros depende que no se quede un solo niño sin tomar leche —explica Alcides—; pero hasta ahora, eso nunca ha pasado".

Historias similares se repiten por todo el municipio, donde un estudio arrojó importantes niveles de ahorro en equipos, combustible y toneladas de leche en polvo, con la entrega directa a las bodegas. Cifras que hoy son superiores tras la decisión de suplir con la producción local la cuota de yogur de soya que recibían los niños de siete a 13 años, en un nuevo paso encaminado a superar el "cruceteo" de antaño, y lograr que la leche viaje desde la ubre hasta los consumidores, por el camino más corto.

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