“No vengo aquí a hacer revelaciones. Pero yo creo que sí hemos logrado mucho, y  también vivimos en la angustia por no haber logrado más, y en la súper angustia por si nos va alcanzar la vida para lograr ese resquicio” -se refería al resquicio para echar a andar potencialidades de la sociedad cubana y a lo conseguido por la generación gestora de la Revolución Cubana.

Interrogado acerca del aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, luego de confesar su escasa vocación por conmemoraciones, aseguró que aunque tal documento merece las ceremonias, habría que tener el derecho, dijo, a paralizar las guerras, la esclavitud. Y expresó su preocupación por los 27 millones de esclavos que hoy existen en el mundo, dentro de los que hay niños, y por los cientos de miles de niños obligados a prostituirse, a los trabajos más brutales. “Me encanta saber -confirmó relajado- que esas cosas no pasan en Cuba.”

A propósito del apunte de uno de los asistentes sobre el carácter fundacional más que histórico de la generación que llevó al triunfo de enero de 1959, comentó que “lo fundacional no se acaba nunca, pero lo fundacional espectacular terminó con la Alfabetización”. “Ahora lo fundacional -redondeó más adelante su tesis-  se hace mucho más sutil.”

Varias veces se reiteró el concepto generación en las palabras de este maestro de maestros, y fue inevitable no vincularlo también al cine. Sin una grieta en la voz, aventuró que, en comparación con los cubanos, los jóvenes cineastas latinoamericanos estaban haciendo una obra más enfocada a los problemas de sus sociedades que la creada por sus colegas del patio, de quienes señaló un mayor apego a la cotidianidad que a la contemporaneidad, con los riesgos que ello implica.

Convencido de que “la sociedad tiene que soportar las críticas como los seres humanos tenemos que hacerlo”, indicó con dedo acusador a estrategias de comunicación social en la Isla y sentenció que “no hay modo más efectivo de acabar con una idea que convertirla en repetitiva”

Tampoco dudó Guevara para, en aras de ese necesario y profundo conocimiento del Marxismo que demanda la contemporaneidad, instar a que en las universidades se estudiara al sabio alemán teniendo como premisa una vasta cultura filosófica. ¿Cómo estudiar a Carlos Marx desde Marx?, cuestionó.

Por muy singulares derroteros condujo una afirmación del cineasta: Revolución es lucidez. A propósito de la misma se desgajaron varias preguntas que lo llevaron a asegurar: “Lucidez es para mí, en gran medida, acercarse a la realidad-real para saber quiénes somos y dónde estamos”

Y por el camino de la lucidez, el intelectual razonó acerca de la necesidad de “aprender a escucharnos”. “El profesor completo -argumentó- es el que escucha, el que ayuda a su alumno a ser él mismo, no el que le dice que sea como él. El verdadero político, si es revolucionario, tiene que ser profesor de este estilo en su relación con las jóvenes generaciones. No apoderarse del alumno,  sino dejarlo que se apodere de sí mismo concientemente.”

 

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