Ortelio González Martínez - Granma.- Con apoyo popular y pocos gastos, en algo más de un año quedó remodelado el policlínico de Tamarindo, una de las obras de mayor importancia en el municipio avileño de Florencia.


El proceso de restauración del Policlínico de este lugar no siguió el mismo procedimiento que los construidos en otros territorios. Hubo una voluntad local de modernizarlo con el máximo ahorro de recursos materiales.

La foto inicial muestra cómo se exhibía el policlínico de Tamarindo hace poco más de un año.

La obra demostró que para atender a los 8.147 habitantes del poblado y las zonas aledañas, no era necesario un policlínico grande, pero sí uno bien estructurado para brindar la atención de excelencia que necesita la población.

Para bien de todos, quedó engavetado "el gran proyecto": una construcción de dos plantas y cientos de metros cuadrados de área, la cual, seguramente, no iba a prestar mejor servicio que la actual.

La experiencia de este tipo de remodelación bien pudiera tenerse en cuenta a la hora de acometer proyectos similares en la provincia y el país, sin excesivos gastos. Basta decir que el costo en construcción y montaje fue de 138 000 pesos y 16 000 CUC.

La nueva imagen.

Y puede garantizar igual calidad del servicio, lo cual se constata en el hecho que de solo cuatro servicios que prestaba la vieja instalación, hoy la cifra llega a 21, incluidos los de ultrasonido, oftalmología, regulación menstrual, entre otros.

La clave de la metamorfosis.

La definición más exacta la dio la doctora Ana Iris Camejo Concepción, quien hace unos meses regresó de cumplir misión internacionalista en la hermana República Bolivariana de Venezuela.

Las condiciones de trabajo cambiaron en el laboratorio.

El policlínico estaba muy deteriorado. Las condiciones de trabajo eran tan pésimas que la guardia médica la hacíamos en la cocina. Cuando regresé y me incorporé me impresionaron los cambios. Ahora es una maravilla. La población dispone de nuevos servicios y los médicos de mejores condiciones para desempeñar su labor, comentó.

Cuando el 15 de abril del 2008 dieron la primera reunión para hablar de la reparación del policlínico de Tamarindo —poblado avileño perteneciente al municipio de Florencia— no faltaron los incrédulos que entre dientes murmuraron sobre la posible eternización de la obra.

Para buena fortuna, los desconfiados fueron minoría, en comparación con los que tomaron en serio la propuesta de alistar el centro en breve tiempo.

A la contienda se sumaron el personal médico y paramédico, la población, las Cooperativas de Producción Agropecuarias Roberto Carvajal, Niceto Pérez y Delfín Luis Paz, y la empresa de Acopio y Beneficio del Tabaco. Hasta de la circunscripción de San Pedro, cercana al lugar, llegaron brazos de apoyo.

"Los trabajos fueron tan intensos que en solo seis meses concluimos la primera parte de la remodelación, y en octubre la terminamos. Fue por esa razón que decidimos nombrar al policlínico, Ernesto Che Guevara", afirma el licenciado en enfermería Vladimir Rodríguez Carvajal, director del área de salud y de la nueva instalación.

"Todo fue construido justo a la medida: el pequeño salón de operaciones, la sala de atención al paciente grave, los cuatro locales donde los especialistas brindan las consultas, el departamento de rayos X, el de ultrasonido..."

Manifiesta el directivo que el sentido de responsabilidad y pertenencia caló hondo en los trabajadores y los vecinos, tanto, que por sus resultados fue la primera área de la provincia declarada colectivo moral, máxima condición que otorga el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud.

Junto al sentido de pertenencia que asiste a buena parte de los pobladores de Tamarindo y sus alrededores por haber ayudado a remodelar aquella instalación, está la satisfacción por la calidad del servicio.

Y lo reafirma Consuelo Hurtado y Eraclio Morera, quienes salían del departamento de rayos X con la sonrisa a flor de labios. "Nos atendieron rápido y bien".

Liván Marrero asegura que va con regularidad al policlínico a tratarse el asma. "Vengo a cualquier hora, incluso, por la madrugada y siempre la atención es excelente". Igual criterio esboza Redis Rodríguez, otro de los nativos interpelados por Granma.

En Tamarindo se probó que no es una quimera pensar que la excelencia puede lograrse sin gigantismos.

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