La idea se esbozó en el acto constitutivo de la organización femenina, cuando Fidel expresó la necesidad de estudiar el problema de las mujeres que deseaban trabajar y que no tenían quien atendiera a sus hijos, y depositó su confianza en la Federación.
Forma parte de la historia, las colectas para recaudar fondos para dichas instituciones, las largas jornadas de trabajo voluntario de las federadas, confeccionando juguetes y prendas para el ropero de los círculos, afanándose lo mismo en las cuestiones económicas que en la ayuda en la construcción o reedificación de las instalaciones.
Los primeros círculos se abrieron con las recaudaciones del pueblo. Atenta a cada detalle estuvo Vilma Espín, la presidenta de la FMC, quien se ocupó personalmente de todo el proceso.
No se trataba sólo de cuidar a los niños de las madres trabajadoras, sino de su atención, educación y aprendizaje, con métodos modernos, que potenciaran las posibilidades de cada infante y propiciaran el colectivismo. Como expresara la propia Vilma, aquella fue una experiencia de trabajo comunitario. Según ella, desde su inicio, la concepción que se tenía de estas instituciones fue muy apropiada.
Para asumir la colosal tarea se prepararon más de cuatro mil mujeres. En enero de 1961 comenzó a funcionar la Escuela de directoras, con 300 alumnas y en febrero y julio de ese mismo año, las escuelas de asistentes donde se capacitaron 3,400 compañeras. Con el tiempo surgieron las escuelas de educadoras y hoy hasta contamos con licenciadas en Educación Preescolar y un subsistema de formación para esas edades, adscrito al Ministerio de Educación y considerado entre los mas avanzados del mundo. También se incrementó el número de círculos infantiles, si bien todavía la demanda no alcanza a satisfacer las necesidades de las madres trabajadoras.
Considerado una conquista educativa y un orgullo de la Revolución, los círculos infantiles fueron y siguen siendo, una obra de Vilma.