Arturo del Villar - Colectivo Republicano Tercer Milenio.- Se ha puesto de moda entre los políticos ultraderechistas españoles ir a Cuba a provocar escándalos, para que las autoridades de la isla tomen las medidas lógicas en esos casos y los expulsen. Así tienen una disculpa para presentarse como víctimas de un régimen al que acusan de ser enemigo de las libertades ciudadanas, representadas por ellos, según ellos afirman, y hacer campaña contra la Revolución, lo que equivale a acumular méritos ante la CIA.

Pero a la Rosa mustia Díez le ha salido mal la jugada. Necesita conseguir publicidad, porque en España no le hace caso nadie, y el partido que fundó, Unión Progreso y Democracia, ha quedado reducido a una secta de tránsfugas, como lo es ella misma. Las pocas personas inteligentes que se unieron a ella, han desertado para no tener que aguantar sus aires de pretenciosa “dama de hierro”, que es chatarra sin valor ni utilidad alguna, y además con espinas.


En consecuencia, la Rosa lacia Díez se fue a La Habana acompañada por un pequeño séquito de acólitos (pequeño, porque ya no la aguantan ni en su partido), con el fin de entrevistarse con los disidentes que exponen libremente sus ideas contrarrevolucionarias, y reunirse con las llamadas damas de blanco que se manifiestan libremente por las calles contra la Revolución. Confiaba en que las autoridades de Cuba adoptasen las medidas usuales en cualquier país civilizado en protección de su identidad, y la expulsaran. De ese modo podría ponerse en contacto con las agencias de Prensa gringas, y presentarse como una víctima de la represión en la isla que lleva 51 años disfrutando de libertad por primera vez en su historia. No es una idea original, es una moda que algunos intentan rentabilizar en su beneficio.

Pero a la Rosa marchita Díez tampoco la han tomado en serio en Cuba, igual que le sucede en España. Ha hecho todo lo que le ha dado la gana, y solamente ha demostrado su mal carácter insoportable con los empleados del hotel en el que se alojó. Convocó una rueda de prensa de los corresponsales extranjeros en La Habana, y sólo asistieron los españoles, porque todos los periodistas residentes en la isla conocen la realidad del país mejor que ella. Los españoles sí, naturalmente, puesto que los periódicos para los que escriben obedecen las consignas de la CIA, dado que el jefe del Gobierno supuestamente socialista está pagando su desaire a la bandera gringa, y tienen que criticar las conquistas de la Revolución.

Ha dicho la Rosa ajada Díez a los corresponsales españoles que el grupúsculo político que preside respalda a los contrarrevolucionarios cubanos. A ver si la CIA lo subvenciona y puede seguir presentándose a las elecciones, porque si no es así la Rosa acabada Díez tendrá que refugiarse en un convento de arrepentidas. En el caso de que la acepten, cosa improbable, teniendo en cuenta la fama que la precede.

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