¿Por qué los cubanos, y especialmente los trabajadores y dirigentes sindicales, toman siempre a Lázaro Peña González como referente?
¿Qué virtudes, cualidades y conocimientos poseía aquel hombre negro, hijo de una despalilladora y de un carpintero, nacido el 11 de mayo del año 1911 en un humilde hogar habanero, rodeado de la pobreza que engendra el capitalismo?
¿Qué ha hecho que su cumpleaños haya trascendido el marco de la descendencia familiar y sea asumido como fecha de recuento, balance y proyección del movimiento sindical?
Tales interrogantes vienen al caso cuando la CTC ha comenzado a hablar de cómo conmemorar el año próximo el centenario del nacimiento de aquel líder sindical que fue su fundador.
Para quienes en alguna ocasión lo vieron dirigir una asamblea resulta inolvidable aquel estilo suyo, desenvolviéndose como un simple trabajador, razonando sin estridencias ni imposiciones, llevando el hilo de un discurso convincente, calzándolo con ejemplos y argumentos que exponía en la lenta y acompasada cadencia de su ronca voz.
Pero más que aquel estilo, son su ejecutoria, su pensamiento, los valores y virtudes que guiaron su existencia, lo que hace que los cubanos de este siglo sientan su proximidad.
Por estos días en que el capitalismo impone guerras genocidas y se hace evidente su propósito de expandirlas a nuevos territorios, podemos recordar al Lázaro solidario con la causa de la República española, o con los pueblos que enfrentaron la agresión del nazismo.
En momentos en que el capitalismo, para tratar de paliar su crisis global, ejerce la violencia económica mediante despidos, recortes salariales y otras medidas draconianas, y no titubea al aplicar la represión policial en gran parte del mundo industrializado, podemos recordar al Lázaro entregado en cuerpo y alma a la lucha contra los explotadores y los gobiernos de la república neocolonial que los representaban.
Hoy necesitamos levantar su memoria, mostrando con cuánta firmeza consecuente con los intereses de la nación explicó el cambio radical del papel de los trabajadores en las condiciones del triunfo de una revolución.
Con toda claridad, en esas nuevas circunstancias, expuso: “El papel, la posición, las responsabilidades y las tareas del movimiento sindical no pueden ser las mismas ahora que existe el Gobierno Revolucionario que cuando (…) estaban en el poder (…) los explotadores de los trabajadores”.
En la misma intervención acotó que “solo el mantenimiento y el avance de la revolución garantizarán los derechos de los trabajadores, y el aumento de la producción y la productividad permitirá el aumento creciente de sus condiciones de vida y trabajo”.
Lázaro vivió tiempos difíciles y a la vez gloriosos. Por eso también nos viene a la memoria hoy, cuando vivimos amenazados por el cambio climático que haría desaparecer bajo las aguas a una parte de la geografía insular; cuando los monopolios se empecinan en su irracional modelo económico que degrada la naturaleza; cuando sus incontroladas ambiciones de dominación ponen a la humanidad bajo el riesgo de un exterminio nuclear, lo que supera con creces cualquier imagen del Apocalipsis bíblico.
Conscientes de que no podemos ignorar ese preocupante escenario ni eludir las muy adversas consecuencias que impone a nuestra sociedad la crisis global del capitalismo, la dirección del país ha venido dando pasos en el anunciado propósito de actualizar el modelo económico cubano, para hacer sustentable nuestro socialismo y sus conquistas básicas.
Esa actualización no supone soluciones mágicas ni fáciles, sino mucho trabajo, creatividad y disciplina. Los tiempos son duros y los trabadores sabremos enfrentarlos con inteligencia y firmeza. Inigualable vía de preparación para ese combate serán el estudio de las ideas de Lázaro y el acercamiento a su ejemplo, en esa jornada con la que le rendiremos homenaje mientras nos acercamos a su centenario.
