En esa época -decía Fidel- era necesario un motor pequeño que ayudara a arrancar el motor grande. De ahí que se plantearan una acción inicial, el ataque sorpresivo a un cuartel de la tiranía: el Cuartel Moncada de Santiago de Cuba.
Se escoge la fortaleza por estar alejada de la capital, lo que demoraría la llegada de refuerzos, a lo que sumaba la cercanía a la Sierra Maestra, lo que propiciaría el paso acelerado a la lucha guerrillera si fuese necesario.
Existían también aquí condiciones subjetivas, el pueblo oriental poseía una heroica tradición de lucha a lo largo de nuestra gesta emancipadora, lo que brindaba mayores probabilidades de respaldo a la sublevación armada, con toda la combatividad y patriotismo necesarios.
Otros puntos debían ser dominados luego de tomado el Moncada, entre ellos la Policía Nacional, la Marina de Guerra y la Policía Marítima radicados en Santiago de Cuba.
Habían previsto, incluso, ocupar una estación radial para transmitir el Manifiesto del Moncada, himnos, la grabación del último discurso de Eduardo Chibás y llamarían a la huelga general.
Las armas capturadas se entregarían al pueblo para sublevar a una región y tratar de mantenerla hasta que la lucha se extendiera a toda la nación. En caso de no lograr el derrocamiento inmediato de la dictadura, la guerra de guerrilla estaba contemplada.
Algunas acciones de apoyo también fueron planificadas como el ataque al Cuartel de Bayamo y la voladura de varios puentes sobre el río Cauto, lo que cerraría el paso hacia el sur de Oriente a los refuerzos de la tiranía.
Así se concibió la gesta heroica.