Lorenzo Gonzalo - kaosenlared.- Decir que en Cuba hay fuerzas políticas que actúan como contrapartida del gobierno, es mostrar un desconocimiento de sus realidades o sumarse al carro de la propaganda mostrada por la prensa internacional, la cual está en gran medida influenciada por los medios estadounidenses.

Cuba es una mezcla de descontentos y esperanzas. La población en general, al igual que la del resto del Continente suramericano, tiene necesidades insatisfechas y aspiraciones. Aun en Estados Unidos, supuesta meca de la abundancia y país de extraordinarios recursos, hay grandes núcleos de población insatisfechas con una realidad opresiva, que contrasta con las riquezas que les rodean. La diferencia es que en esos grupos, el nivel de esperanza es menor que en Cuba. En éste último país existe, de modo extendido, una confianza en el proceso, que la distingue de aquellos otros con sistemas o proyectos sociales diferentes. Este es un sentimiento muy afianzado, a pesar de que algunos ciudadanos han perdido seguridad en cuanto a la capacidad de ciertos dirigentes históricos, al tiempo que una juventud educacionalmente preparada, duda de los conocimientos que otros, con alto poder de mando, puedan poseer para comprender los nuevos tiempos. Pero al margen de inquietudes que se canalizan por medios racionales, la sociedad mantiene confianza en el futuro y en la posibilidad de hallar ciertas vías que no sólo hagan eficiente la gestión, sino que conserven algunas de las ventajas del antiguo método paternalista de gobierno.


Pensar que la natural existencia de personas quejosas por la insatisfacción parcial de diversas necesidades primarias, ha dado lugar a la formación de una fuerza, capaz de entretener a los poderes reales del país en querellas por ejercer el mando administrativo del Estado, es un desconocimiento de su realidad o una mala fe de quienes lo divulguen.

Sin la intención de asumir, en términos absolutos, la defensa del tipo de democracia practicada en Cuba, la realidad es que en ese país no se han formado movimientos y mucho menos un movimiento, con las simpatías y el apoyo poblacional que define la existencia de fuerzas transformadoras dentro de una sociedad.

Los periodistas que visitamos periódicamente el país, sin ánimos de crearle impedimentos, entendemos cada vez más la dinámica del proceso.

Todo el mundo en las calles conoce los llamados disidentes. Las personas saben que la mayoría recibe dinero y recursos provenientes del presupuesto del gobierno estadounidense. Conocen que otros, por disgustos laborales, competencia en la dirección de cargos políticos o por un inmaduro personalismo, plantean la disolución del proyecto social, que con miles de dificultades impuestas desde el exterior, pretenden desarrollar amplios sectores en Cuba. Pero estas personas no han podido traspasar la barrera de sus propias casas o aquellas compuestas por unos pocos amigos, de forma que el gobierno, los organismos represivos del Estado y las corresponsalías extranjeras, lo tomen en serio. De presentarse una situación de esta naturaleza, los pequeños medios que circulan dentro del país, ciertas páginas internas de internet y la propia prensa oficial, habrían comenzado a hacerse eco del fenómeno.

Es cierto que en Cuba no existe una prensa sensacionalista de esas que, para sobreponerse a su incapacidad periodística, intentan convertir marginales o disgustados en líderes políticos. Pero en los países del Bloque Soviético tampoco existía esa prensa y sin embargo, las circunstancias levantaron tan grades dudas en sus poblaciones, que finalmente provocaron su disolución. En Polonia, la camisa de fuerza impuesta a los medios oficiales de prensa, saltó en pedazos y el Movimiento Solidaridad se abrió paso a la luz pública.

Cuba parece ser un caso diferente. Incluso la supervivencia del proceso comparada con China, no ha sufrido una experiencia semejante a la represión de Tianamen.

Sería bueno que los estudiosos sociales y los periodistas serios, analicen a cabalidad los hechos relacionados con los llamados disidentes. Es importante que la prensa en particular, informe al público internacional. Sin dudas que una visión mundial objetiva de ese proceso, especialmente de su realidad actual, ayudará a la creación de un clima de relaciones internacionales enfocado en las reales necesidades mutuas entre Cuba y el resto de las naciones. Especialmente con Estados Unidos.

Semejante entendimiento también permitiría al gobierno actual, levantar barreras de contención caducadas ya por su inoperancia, algunas de las cuales semejan un viejo vejestorio, cuyo único remedio es desecharlo por razones de sanidad.

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Oposición cubana un término mal utilizado

Lorenzo Gonzalo* - kaosenlared.- El tema de la oposición en Cuba, de la manera que los medios internacionales la expone, es burdamente distorsionado. También debemos decir que muchos de los mecanismos políticos cubanos, crean limitaciones para una realización más efectiva de la democracia.

La prensa internacional, interesada únicamente en destacar los valores de las “democracias representativas”, aborda la problemática cubana, sin analizar las contradicciones y enormes limitaciones de ese tipo de democracias. Por esta razón sus informaciones y análisis resultan simplistas para los conocedores sociales.

En Cuba como en Estados Unidos, en una dimensión diferente por tratarse de dos concepciones distintas, no existe ninguna fuerza que desafíe el sistema social al uso y mucho menos que haga vislumbrar un cambio de dirección. La confusión surge por la presencia en Estados Unidos de dos entidades políticas llamadas Partidos, que sólo difieren en el criterio sobre los procedimientos a seguir en la administración del Estado. Cuba tiene un mecanismo similar, aun cuando se encuentra en un estadio muy primitivo, que se realiza dentro de las instancias políticas, estatales y civiles. En cuanto a la civilidad también se producen confusiones porque las entidades civiles surgen a partir de requerimientos sociales y no como instrumentos inventados caprichosamente para escalar a las esferas de dirección.

En ninguno de los dos casos dicho procedimiento, tanto en Estados Unidos como en Cuba, desafía el sistema social, sino que se plantea la manera de perfeccionarlo y garantizar su mejor desarrollo. En Estados Unidos ese proceso prioriza el beneficio individual de los empresarios y corporaciones privadas de negocio, mientras en Cuba se persigue un objetivo social. No entraremos en detalles y en el análisis de los enormes desafíos que, principalmente por razones ideológicas, Cuba deberá superar para hallar las vías adecuadas a este fin, pero es importante colocar en contexto las diferencias esenciales que distinguen el desenvolvimiento de la oposición en uno y otro proceso.

Lo que han tratado de fomentar en Cuba los llamados disidentes, es un movimiento para cambiar el sistema, lo cual nada tiene que ver con los partidos tradicionales al uso. El surgimiento de este tipo de movimientos sociales es típico de situaciones desesperadas, donde las sociedades, perdidas sus esperanzas, comienzan a buscar nuevos rumbos. Casos de esta naturaleza los encontramos en Suramérica y el Caribe, donde fuerzas sociales, compuestas por diversos segmentos de la sociedad, han fundado partidos orientados a transformar sus democracias representativas en procesos donde se logre, junto al perfeccionamiento de la representación, una efectiva participación ciudadana. Estos partidos no son de oposición, sino revolucionarios o transformadores. Las oposiciones en política siempre son complementarias, pero cuando se aboga por la transformación hay choques contradictorios que, en ocasiones son insuperables.

Las razones por las cuales grupos aislados de personas y en ocasiones personas individuales, sin más seguidores que algunos familiares, o un vecino arrastrado por la inercia de la amistad, han alcanzado exposición política internacional, se debe al afán de las fuerzas internacionales, especialmente Estados Unidos, por evitar que en Cuba se desarrolle un sistema que marche a contrapelo del suyo.

Si la prensa estadounidense se hubiese dedicado durante años a entrevistar personas aisladas y a pequeños grupo que plantean la transformación del Estado vigente en los Estados Unidos, a estas alturas el mundo creería que existen movimientos disidentes, o transformadores, o revolucionarios en el país. Pero semejantes reclamos no han llegado a la conciencia del ciudadano estadounidense. En un mundo, acostumbrado a engullir noticias sazonadas y no a buscarlas con denuedo, es fácil convencerlos de todo los contrario.

El caso de los supuestos opositores cubanos es diferente porque se trata de peones de una política diseñada hace cincuenta años en Estados Unidos. De aquí que exista un empeño en presentar algo que constituye una excepción del proceso cubano, como un fenómeno contenido por la represión brutal de un régimen que en la realidad nunca ha existido. La radicalidad de ciertas respuestas cubanas ante agresiones amparadas por una superpotencia como Estados Unidos, pueden haber causado encarcelamientos injustos o condenas excesivas, pero nunca las grandes masacres sucedidas en otros países, algunos amigos y aliados de Estados Unidos.

* periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami (www.radio-miami.com)

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