La Jiribilla.- Al historiador del Ballet Nacional de Cuba, Miguel Cabrera, le complace presentar a Julio Bocca: “no es un invitado del Festival ?dice?, es de la casa”. Mundialmente famoso por su interpretación en El Lago de los cisnes, el ex bailarín argentino se hizo príncipe en el escenario cubano. Y también sobre nuestras tablas se despidió para siempre de Odette.


El Ballet Nacional de Cuba le vio crecer durante más de veinte años, desde que en 1986 “el muchachito” llegara con su maestra y subiera a escena con Ofelia González, a interpretar El lago con una rodilla lastimada. De experiencia no traía mucho; pero el público cubano le anhelaba desde que supo de su medalla de oro en el concurso de Moscú. Quienes vivieron la experiencia de su primera interpretación en la Isla, relatan el encuentro como una noche mágica. Y quienes vivimos el adiós de Sigfrido en el Teatro Nacional de Cuba, en el año 2006, podemos decir lo mismo.

Tres años han transcurrido desde que el célebre Julio Bocca se retirara de la interpretación ante 300 mil personas, cifra que en Buenos Aires solo convoca fácilmente el fútbol. Y el artista que ese tiempo nos devuelve a Cuba, ha crecido como ser humano y artífice. Sobre las puntas de sus pies, ahora no pesa solo su cuerpo: 75 años de historia del Ballet del Sodre, le eligen para rescatar una de las más antiguas compañías de América Latina del adormecimiento que mantuvo durante las últimas décadas. Un arte invisibilizado en el Uruguay y un público casi perdido, han sido la motivación para la nueva etapa en la vida del ex bailarín. Y durante cada segundo que logra robarle la prensa, durante su participación en el 22 Festival de La Habana, repite que es Alicia Alonso su paradigma de constancia.

“Se está haciendo un cambio necesario en el Ballet Nacional Sodre para que vuelva al nivel que en una época tuvo ―explica―. La única forma de tener una compañía de alto nivel y poder competir en el buen sentido de la palabra, sanamente, es trabajando. En la apertura de este Festival tuvimos la suerte de ver un documental maravilloso, donde se habla del sacrificio, de la responsabilidad y el amor, encarnados en Alicia. Creo que es lo que he hecho en mi carrera y es precisamente lo que intento transmitir a la juventud.

“En La Habana uno siempre se siente en casa ―asegura―, es como venir y pasar el fin de semana con los amigos. Y esta ocasión es especial: vengo más relajado, sin el compromiso de estar en forma para demostrar la manera en que me he ido superando. Esta vez, el compromiso es dirigir una compañía de extensa trayectoria en el Uruguay. Originalmente, se llamaba Ballet del Sodre; pero empecé mi trabajo el 1ro de junio y, como suelo ser bastante impulsivo, ya le cambié el nombre: le puse Ballet Nacional Sodre porque me parece correcto. A fin de cuentas, se trata de una compañía nacional”.

Para Bocca, el encuentro con una motivación de esta envergadura ha sido “una grata sorpresa. Desde el comienzo, he tenido el apoyo del presidente Mujica y la verdad es que ha resultado una gran ayuda. El ballet siempre cuesta, cuesta estar en un teatro, mantenerlo y revivirlo”.

Desde que asumiera la dirección de la compañía, el ex bailarín ha modificado buena parte de su rutina y estructura. Las tres horas de trabajo diarias que solían ocupar a los bailarines, las ha extendido a siete; y ha convocado a una audición para adicionar 35 integrantes a los 15 que tenía como habituales. Hasta el momento, el BNS cuenta con un total de 50 intérpretes y la mayoría son uruguayos.

La incorporación de Julio Bocca como director de la compañía, ha sido reseñada con perspectivas alentadoras por los medios de prensa uruguayos. Empezaron con Giselle y desde entonces han hecho diez funciones a sala llena, lo cual significa un estimado de dos mil personas. Bocca considera que la compañía está empezando “a recuperar un público de ballet que se había perdido”. Por primera vez en 60 años, el Sodre volvió a realizar una gira nacional y su presencia en el Festival de La Habana trasciende también como la primera expedición internacional de la compañía, de la mano del argentino. Según explica Bocca, preparan también una gira por España e Italia; pero solo en un pequeño grupo, “pues el presupuesto no alcanza. En Europa se está recortando mucho el presupuesto a la cultura y la danza se mutila como la primera, desagraciadamente”.

Se siente “relajado, feliz y seguro”; pero aun cuando la pregunta no ha sido formulada, el bailarín que aún lleva dentro le dicta algunas respuestas, como si hablase consigo mismo: “No sé si extraño estar arriba del escenario…; no, en este momento, no. Estoy muy feliz de poder transmitir mis experiencias, de poder llevar los contactos que uno tiene y el conocimiento que acumula, transmitirles a los jóvenes que esta carrera se hace con sacrificio, con disciplina, con respeto. Transmitirles las experiencias de mis charlas con Alicia y con muchas otras figuras de esa época tan linda del ballet que me tocó vivir como bailarín.

“Mi sueño es que esa compañía tenga un lugar en el mundo. Hay buenos bailarines, buenos maestros. Creo que se puede lograr, aunque sé que el trabajo no es de corto plazo. Y mi sueño es también tener una escuela. Veo el edificio maravilloso que tienen aquí en Cuba para la Escuela de Ballet y pienso en los muchos edificios antiguos, abandonados, que se pueden rescatar para la cultura y el arte en América Latina. Mi ilusión es llegar a eso en Uruguay. Y Alicia me ha dado esa lección de constancia: seguir y seguir. Es lo que la gente joven tiene que absorber de ella: no solo las cosas maravillosas que esa mujer hizo y hace como bailarina, sino agarrar esa continuidad de los valores, del sacrificio. A veces te transmiten la idea de que se puede lograr cosas en la vida rápidamente; pero creo que es una responsabilidad humana y personal llegar a la cima con la dignidad del esfuerzo y mantenerse con él allá arriba. Quiero que eso lo aprendan mis bailarines y que sepan que en una compañía, un cuerpo de baile también es importante, quiero que aprendan a ser compañeros, a ser un colectivo.

“Es para mí una felicidad enorme haber encontrado otro camino. Uno no se puede quedar solo en prepararse como bailarín, también tiene que desarrollarse en otras profesiones afines a la danza: dirección, coreografía. Y eso también es sacrificio. Hace poco empecé incluso a dar clases. Siempre dije que no quería hacerlo; pero por suerte uno va cambiando, aprendiendo, creciendo. La verdad es que me gusta esa cosa cotidiana de estar todos los días en un sitio y corregir muchas veces lo mismo, ver como los alumnos se envuelven poco a poco en la maravilla de este arte. Estoy feliz con este descubrimiento. Anoche hablaba con Alicia y, separando las distancias, creo que estoy siguiendo un poco el camino que ella hizo y que sigue haciendo: formar una escuela, defender lo latino. En Argentina, logré llevar mi danza a todo el mundo, logré que el mundo me reconociera como un bailarín latino, que fuera respetado como tal. Los bailarines latinos teníamos siempre una barrera extra ante las compañías del mundo, aunque ahora se nos mira con diferentes ojos: fue difícil ese trabajo, pero es lindo. Y el resultado es parte de lo que hoy estoy haciendo”.

La programación del BNS está conformada para los próximos tres años. Para Julio Bocca, es cuestión de vida o muerte la posibilidad de hacer coproducciones entre las distintas compañías, especialmente entre las latinoamericanas: “Me parecería maravilloso ―dice― colaborar con el Ballet Nacional de Cuba. La Habana enloquece con el Festival; pero quisiera conversar con Alicia para valorar las posibilidades de intercambio, de uniones. Yo les agradezco mucho la invitación que recibimos para venir al Festival. Es muy importante para nosotros, sobre todo en estos comienzos, pues puede estimular aún más el apoyo que nos están dando a nivel estatal en Uruguay”.

En la 22 edición de la mayor cita habanera con la danza, el BNS propone Nuestros valses, del coreógrafo venezolano Vicente Nebrada. Según el propio Julio Bocca, se trata de “una obra antigua, tiene un estilo neoclásico; pero es tan vigente que resulta maravillosa. Y lo realmente maravilloso es que nunca el movimiento termina, nunca se corta. Y tiene una musicalidad increíble. Nuestros valses ha sido su obra más hecha y más representada, es de esas obras que nunca te cansas de hacerla o de mirarla, de esas que todo bailarín quiere hacer. Ha sido asombrosa la posibilidad de trabajarla con Nebrada y hacer que no se pierdan esas obras. Es importante recuperar siempre nuestros grandes coreógrafos. Las personas que conocen el trabajo de Vicente, sabrán que son obras muy difíciles para el bailarín; pero me gusta lo que hemos hecho porque los muchachos le ponen su corazón. Yo exijo personalidades arriba del escenario, no técnicos. Así que estoy relajado, feliz y seguro.”

Cuando termine el año 2010, habrá concluido también para Julio Bocca su etapa como director de Tango, después de 20 años. Su prioridad es dedicarse “de lleno al Ballet Nacional de Uruguay”, esta nueva aventura en que incursiona y cuyas cartas credenciales ha elegido presentar en Cuba. Las coordenadas de su carrera parecen anclar siempre en la Isla.

“Me dieron la posibilidad de bailar El lago… aquí por primera vez y me abrieron los brazos cuando quise despedirme también en La Habana de esa gran obra, que tantas veces interpreté. Me abrazaron no solo los bailarines, sino también la gente. Mis recuerdos de Cuba son maravillosos, desde que Ofelia González aceptó en 1986 trabajar con un niño sin experiencia y abrió la suya para mí. Eso fue mágico. Y ha sido mágico venir tan joven a un lugar donde ya había una historia, una raíz, donde habían transitado grandes bailarines y donde uno podía encontrarse en un pasillo con Vasiliev… El Festival de La Habana ha sido siempre un sueño para todo bailarín. Cuba es un punto mágico en la danza mundial y siempre voy a estar agradecido”.

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