Ángel Rodríguez Álvarez - ACN.- La Revolución Cubana, que ahora arriba a su aniversario 52, es uno de los acontecimientos que marcaron el siglo anterior y cuya influencia está presente en los actuales procesos políticos de Latinoamérica.

En la noche del Primero de Enero de 1959, desde el balcón del edificio del Gobierno Provincial de Santiago de Cuba, ante una multitud de santiagueros, el Comandante en Jefe Fidel Castro pronunció un discurso, cuyo contenido el tiempo se encargó de confirmar.

“La Revolución empieza ahora -dijo-, la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros. (…) La Revolución no se podrá hacer en un día, pero tengan la seguridad de que la Revolución la hacemos, tengan la seguridad, de que por primera vez, de verdad, la República será enteramente libre, y el pueblo tendrá lo que merece.”

Durante la noche previa se había producido la fuga del tirano Fulgencio Batista ante el colapso militar y político de su régimen, como resultado de la guerra revolucionaria que en 25 meses libraron el Ejército Rebelde y los combatientes clandestinos del país, a la que se había sumado de una forma u otra la inmensa mayoría del pueblo.

Los cubanos, conscientes del crucial momento histórico en el cual se hallaban, se alzaban en el pleno ejercicio de su dignidad reconquistada, para comenzar a librar un futuro de renovadas esperanzas.

El triunfo de la Revolución transformó desde su propia base el aparato de opresión del Estado neocolonial. El imperialismo y sus aliados internos, si bien eran todavía poderosos, quedaron desprovistos de sus más eficaces mecanismos de dominación. Fueron liquidados el ejército opresor, los dispositivos policíacos represivos y toda la estructura del aparato burgués.

La dirección de los sindicatos, en manos de elementos corrompidos, pasó a manos revolucionarias; los partidos políticos vinculados a la tiranía desaparecieron, y los demás partidos burgueses, carentes de toda base social, desprestigiados y sin vigencia alguna, terminaron poco después su existencia.

Se empezó a aplicar una nueva forma de democracia directa, participativa, infinitamente superior a todo cuanto se conocía hasta entonces en el continente.

Mediante este intercambio, las masas ejercieron sobre los dirigentes la influencia de su sensibilidad política, espíritu crítico, entusiasmo revolucionario y combatividad; mientras que la dirección de la Revolución, por su parte, pudo desarrollar una función formativa y educativa que contribuyó de manera importante a la dinámica del proceso.

El pueblo cubano disfruta hoy de niveles de salud, educación, seguridad social y tranquilidad ciudadana que no resisten comparación en cualquier latitud.

Largo y difícil ha sido el camino andado desde entonces, pero ha sido un camino de victorias. Cuba es hoy un país independiente y libre con su prestigio internacional.

También la Isla muestra los fructíferos resultados de una consecuente y activa política de solidaridad y colaboración que le ha ganado el aprecio de cientos de millones de personas en el mundo, y en particular en muchos de los países más desposeídos de África, Asia, América Latina y el Caribe.

En los últimos años Cuba ha demostrado que por el esfuerzo y tenacidad de su pueblo, es capaz no solo de soportar las durísimas condiciones derivadas del brutal y recrudecido bloqueo económico imperialista, del brusco colapso de sus relaciones económicas con el campo socialista europeo y la caída de la Unión Soviética, sino también que ha sobrevivido y se recupera de los embates de tres devastadores huracanes.

La Revolución Cubana, con el liderazgo histórico de Fidel Castro y ahora de Raúl y bajo la conducción del Partido Comunista, es dueña de su propio destino, marcha cada vez más acompañada por pueblos hermanos y enfrenta nuevos retos.