La culpa la tiene la sequía, el éxodo de la lluvia que ha privado a los acueductos y presas de una fuente privilegiada de abasto. Hasta ahora solo se ha registrado en el país 45 por ciento de precipitaciones, según datos oficiales.
Un éxodo que los meteorólogos atribuyen a la persistencia de la corriente de La Niña, fenómeno climatológico por suerte a punto de concluir, que privó a Cuba de aguaceros caudalosos, mientras inundaba a América del Sur por los cuatro costados.
Aunque la costumbre surgida en este quinto mes, desde tiempos inmemoriales, carece de la fuerza de antaño, todavía conserva miles de devotos en la isla, transmitida de padres a hijos.
Para muchos, bañarse en el primer aluvión lluvioso de mayo es como recibir un amuleto gratuito de la buena suerte. Para otros, una especie de talismán que les garantiza una salud a prueba de enfermedades.
Pero en 2011, mayo les escatimó ese placer a los cubanos. Las lluvias llegaron solo con breves chispazos en los primeros días, en especial en las provincias habaneras. Apenas pasaron rozando o asomaron por algunos poblados y otros ni siquiera la vieron.
Mayo se acaba, el disfrute se fue y la tradición aguarda en espera de otra posibilidad mejor para un ritual que es también una bienvenida a la primavera, en un trópico donde los límites entre las dos unicas estaciones -verano y un ilusorio invierno- son imprecisos.
Solo que el calentamiento global empeora y el daño al medioambiente no cesa, -ante la mirada impávida de las grandes industrias generadoras de desechos tóxicos- y la creciente amenaza nuclear que enturbia la atmósfera pone en constante riesgo la supervivencia humana y agujerea cada vez más la capa de ozono.
Una de sus consecuencias es el desequilibrio galopante de una naturaleza que oscila entre grandes conmociones. Los meteórolos advierten: el Pacífico comienza a calentarse. La Niña se va, pero se aproxima su colega masculino, el Niño, que tantos estragos ocasiona en este otro costado del mundo.