María de las Nieves Galá - Cuba Trabajadores.- Manuel García no se cansa de repetir que su terruño, enclavado en medio de la Sierra del Rosario, en la provincia de Pinar del Río, es uno de los lugares más lindos del mundo. Lo dice con la certeza de quien ha andado por muchos sitios, sin embargo, sólo ha recorrido la finca a la que le extrae sus frutos, y unas pocas veces la ciudad que más cerca le queda.

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Y cuando la gente le dice que no conoce casi nada para decir que sus lomas son las más hermosas del universo, él les riposta: “quisiera saber dónde se puede escuchar trinar así un tocororo o un sinsonte”.

Tanto Manuel como su familia son amantes de su tierra, de su espacio. Nadie les puede maltratar su zona, destruir una planta o un nido de pájaros. Ellos son los principales protectores del medio ambiente y sin muchas leyes, porque en su código de vida no hace falta escribir muchas cosas, quien no cuida la tierra y lo que en ella existe no puede aspirar a que dure mucho.

¡Ojalá todos pensarán como este campesino cubano, que cada día se levanta muy temprano para reverenciar al sol y labrar el surco!

Porque la primera conquista — imprescindible y necesaria— para cuidar el medio ambiente es la actitud responsable de los hombres y mujeres que habitan la tierra. Cada uno de los habitantes del planeta azul debe saber que cualquier pequeño gesto que se haga por cuidar un árbol, una playa, un río o pequeño insecto es una acción a favor de la humanidad.

En esta defensa universal por salvar al planeta cada uno tiene una meta que cumplir. Todos somos deudores del medio ambiente porque arrastramos indolencias cometidas siglos atrás. Por ejemplo, la tala indiscriminada de los bosques. De la Isla poblada de árboles que encontró Cristóbal Colón cuando la descubrió en 1492, muy poco quedó: antes de 1959 la mayor de Las Antillas poseía menos del 14 por ciento de áreas cubierta por bosques. Hoy se han hecho esfuerzos por reforestar nuestra tierra y se observan los resultados, pero aún el camino en ese sentido es largo.

En Cuba el estado protege el medio ambiente, amparado en una Ley la cual estipula que todos los planes, programas y proyectos de desarrollo económico y social, sean de carácter nacional, provincial o municipal, deberán elaborarse o adecuarse, según proceda, en concordancia con los principios rectores de dicha Ley.

Las medidas destinadas a la protección del medio ambiente integran de manera prioritaria los planes para la ejecución de proyectos de obras o cualquier otra actividad.

Por sus propias características y su condición de Isla, Cuba tiene una gran diversidad de ecosistemas, uno de ellos es el de montañas, que contempla cuatro macizos: la cordillera de Guaniguanico, en la región occidental; el macizo de Guamuhaya, también conocido como Escambray, en la región central; y la Sierra Maestra y el macizo de Nipe-Sagua-Baracoa, en la región Oriental.

Según los especialistas ahí se encuentra la mayor riqueza de diversidad biológica del país: representa el 37 % de las áreas boscosas de la isla y se localizan más de 70 % de las plantas endémicas; amén de las miles de especies de moluscos, anfibios, reptiles y aves que la habitan.

Precisamente en esas zonas, nació en 1987 el Plan Turquino, a fin de lograr un desarrollo integral y sostenible, donde se conjugaran de manera armónicamente las exigencias productivas con el desarrollo social y la conservación de la naturaleza.

Quien visite esas áreas podrá observar el progreso social alcanzado por las comunidades, existen escuelas, hospitales, casas de culturas; una esmerada educación ambiental en aras de proteger el medio ambiente. No pasará mucho trabajo el visitante en encontrar otro campesino como Manuel que le hable con un amor infinito por la naturaleza y le describa con pasión las bondades de su terruño. De seguro también le dirá que ese pedacito de Cuba es el lugar más hermoso del mundo. Para ellos el medio ambiente es la vida.