Eloína Núñez – La Jiribilla.- Las circunstancias actuales en que vive la Humanidad ratifican la innegable vigencia de la ética martiana en el siglo XXI hacia una cultura de la naturaleza.


Martí es fundamental hoy, su ética es la ética de la vida, que es incompatible con el capitalismo, un sistema que no puede resolver ni la pobreza, ni la conflictiva relación que establece con la Naturaleza. Martí nos convoca en un momento en que la Humanidad tiene que tomar decisiones trascendentales o aparecen situaciones muy graves.

Por eso es tan necesario, urgente, perentorio, que situemos a Martí en el lugar que le corresponde, en nuestra vida institucional, nacional, familiar y le demos la dimensión que él requiere. Lo situemos como doctrina salvadora no solo para Cuba, sino también para el mundo.

No olvidemos que Martí vivió por un espacio brevísimo de tiempo. Casi todos los que estamos aquí reunidos en la sala, excepto algunos, hemos vivido más de lo que él vivió en este mundo. Pero nos asombra también que en ese espacio limitado, y en el aún más limitado tiempo de su vida dentro de la Isla, nos haya regalado una realidad tan múltiple por su naturaleza tan esencial, en la cual su ética juega un papel importantísimo imbricada en el soplo existencial de la espiritualidad humana. Martí es capaz de adentrarse en la vida de los demás para tratar de comprenderlos y abrazarlos.

En la actualidad, el mundo es tan crítico, tan doloroso en sus disyuntivas, tan fatal a veces en su designio cuando el hombre, la criatura humana, en el colmo de la soberbia, se aparta de la naturaleza; cuando los “sabios” proclaman que pueden rehacer el destino del hombre, que pueden clonarlo, que pueden convertirlo a un ejército de siervos que quizá ya existe en algún laboratorio que desconocemos, como esos animales que ahora se crían en cautiverio hasta que se derrumban al peso de lo que se les da para hacerlos más consumibles, más rentables, más comerciables, y finalmente se quiere atribuir a las aves migratorias la causa desgraciada de las grandes pandemias posibles universales, cuando ellas sencillamente se posan en los espacios donde está creciendo la más grande incertidumbre del hombre actual y futuro, que es su no comunión con la Naturaleza.

Martí nos ofrece todo lo contrario. Como pensador, como Maestro por excelencia, como filósofo, como humanista, Martí nos ofrece la comunión del hombre con la Naturaleza. Nos brinda su encuentro. Nos lleva de la mano y ofrece, además, como prenda posible de ese sueño universal, el proyecto revolucionario que diseña para su Isla, para su pueblo y para su destino, válido hoy también en mi criterio, para todos los pueblos del mundo. Martí fue y es un “Hombre Universal” capaz de abrir nuestros corazones y nuestro espíritu a los tiempos nuevos; para que nuestras ideas de hoy, nutridas del pensamiento revolucionario universal, tengan siempre, como fundamento, como ancla salvadora, la ética de la obra y la vida de Martí. Al decir de Eusebio Leal Spengler: “Martí tenía ese carisma, que según los griegos, era capaz de encender un fuego inextinguible en los corazones y en la conciencia de los demás. Él es nuestra esperanza. Es el regalo mejor. Fue quizá la flor más pura, la extraña mariposa que se posó en el alma de un pueblo que estaba por nacer”1.

En el corazón de Medardo Vitier se encendió ese fuego por el estudio de la obra del Apóstol que transmitió a toda su familia y que es hoy muy necesario transmitir a las nuevas generaciones.

Ahora bien, ¿quién fue Medardo Vitier?2

La herencia filosófica cubana progresista encuentra en Medardo Vitier (1886-1960) un auténtico cultivador, que es a su vez el más importante sistematizador de la misma, desde José Agustín Caballero hasta José Martí.

Como maestro, filósofo, pedagogo, escritor y destacada personalidad de la cultura cubana en una época tan importante como lo fue la primera mitad del siglo XX.

Fue precisamente Medardo Vitier, la primera persona que escribió y publicó un libro sobre José Martí durante la época de la República, con el título: José Martí: su obra política y literaria (1911).

En entrevista personal realizada a Cintio Vitier (destacada personalidad de la cultura cubana e hijo de Medardo) expresó: “Aunque su padre se adelantó en el examen de la concepción del mundo del fundador del Partido Revolucionario Cubano con su folleto José Martí: su obra política y literaria (1911), se echa de menos un estudio mayor de su pensamiento en Las Ideas en Cuba (1938), y sorprende su casi total ausencia en La Filosofía en Cuba (1948)”3.

Posteriormente en el último lustro de su vida, Medardo Vitier dedica una gran parte de su producción científica al Héroe Nacional de Cuba. Uno de ellos obtuvo un alto galardón en el concurso convocado por la Comisión Nacional del Centenario del nacimiento de José Martí, titulado Martí. Estudio Integral (1954).

Se trata de un libro, en el cual Vitier sistematiza el estudio acerca de José Martí. Revela con profundidad la esencia filosófica de la obra martiana, particularmente su concepción del hombre, el sentido de la vida y el cuadro de los valores de la misma que le sirven de cauces de realización humana y brinda con muy sagaz crítica, con caudalosa información su relación con la Naturaleza.

Con excelente maestría, logra Vitier, "situar a Martí en su mundo, mostrando su mentalidad y eticismo, y las corrientes de cultura que alcanzó y reflejó"4. El autor devela los caracteres de cubanidad, americanidad, hispanidad y universalidad del Maestro, incluyendo la dimensión filosófica y sobre todo la axiología que encauza su programa filosófico —pedagógico y su vínculo con la naturaleza.

Reiteradamente aparece el concepto de “naturaleza humana” en sus escritos. Meditó profundamente en ella y la conclusión fue radiante. Que prevalezca la paloma o la serpiente, eso no invalida el substrato o dígase capacidad moral del ser humano.

“También creía en la sustancia y la belleza de esta vida mortal, no obstante sus enigmáticas pesadumbres. También miraba enamorado las tardes quietas, las noches de dulce majestad, las auroras, como acabadas de crear, y cuanto ser alienta y cuanta fuerza bulle; y la penumbra esquiva, y el opulento río. La Naturaleza lo atraía y le dio, a él tan adentrado en ella, símiles y metáforas para amparar su predicación, esperanza de los hombres”.5

Expone Vitier más adelante: “La luz que trajo en sí le sacó en salvo de este viaje por las ruinas que es la vida. Él no conoció límites ni trabas. Ni fue hombre de su pueblo, porque lo fue del pueblo humano. Vio la tierra, la halló inconforme a sí, sintió el dolor de responder las preguntas que los hombres no hacen, y se plegó en sí. (...) sintió que llevaba sobre los hombros el manto augusto de la Naturaleza.

“Se sumergió en la Naturaleza y surgió de ella radiante. (…) Miró con ojos propios en el Universo, y habló un lenguaje propio.

“(…) De él, como de un astro surgía la luz. En él fue enteramente digno el ser humano”6.

“A Martí merece tenerse por guiador en lo humano, con perennidad que supera el área histórica, (…) por él ser organización mental, emotividad, propensión ética, bajo signo de mera Humanidad”.7

Martí, “Maestro de la alusión”, anima una miniatura:

“Yo no puedo olvidar nunca

La mañanita de otoño

En que le salió un retoño

A la pobre rama trunca.”

La sensibilidad de Martí vive su hora sombría, la de las tinieblas y lo expresa en el siguiente poema:

“El rayo surca sangriento

El lóbrego nubarrón:

Echa el barco, ciento a ciento,

Los negros por el portón.” 8

Martí cuenta su realidad interior —dolor y luz— en pasajes poéticos.

Y cuenta lo que él ve al mundo. Pero ocurre que se lo ve todo: los alaridos de las víctimas y los ángeles que pasan, al lodo y las auroras, tiernas e inefables (…) Lo que revela cabe en un verso, aunque él lo difunde por toda su obra: “Todo es música y razón”.

En los Versos Sencillos algunas estrofas dejan ver su permanente patrocinio en la Naturaleza:

“Mi verso es de un verde claro

Y de un carmín encendido

Mi verso es de un ciervo herido

Que busca en el monte amparo.” 9

Destaca Vitier los aciertos de la ética martiana vinculados hacia una cultura de la Naturaleza:

“Ven, mi caballo con tu casco limpio

A yerba nueva y flor de llano oliente

Chinchas estruja, lanza sobre un tronco

Seco y piadoso, donde el sol la avive

Del repintado dómine la chupa.

De hojas de antaño y de romanas rosas

Orlada, y deslucidas joyas griegas,

Y al sol del alba en que la tierra rompe

Echa arrogante por el orbe nuevo”.10

Otras obras escritas además por Medardo Vitier son: Varona y Martí I y II (1960); Martí y la tradición (1960); Martí hombre de contenido múltiple (1961), Ideas pedagógicas de Martí (1961) y La flor de Martí (1961).

Como profundo estudioso de la obra martiana, conoció Vitier La exhibición de flores (1890) donde hay muchos elementos de la ética martiana sobre la Naturaleza, y que son abordados con peculiar singularidad.

“…rosas… clavel rojo… flores rojas y blancas.

…ni el gusto de conversar en familia con la naturaleza merecen estos floristas culpables, que ponen hojas de otoño con flores de mayo, o sofocan un lirio que ha de esplender solo, entre claveles o violetas, o ponen sin respeto las flores amarillas, que son damas con las rosadas o púrpuras, que son flores viriles, o ponen de un lado y otro del ramo la misma flor (…) detrás de las orquídeas colgantes o prendidas en las ramas de naranjos y de jazmines, brillan en masas, en tres canteros enormes, los crisantemos rojos, los amarillos y los blancos”.11

“¿Qué tienen los tiempos, que en la exhibición de flores de hoy se ve el empeño del jardín en mejorar la flor humilde, la flor del Campo y de la huerta, como ayer en la exhibición de caballos, enseñaban con orgullo los criadores las muestras de los caballos de fatiga?”12

Y continúa Martí: “De dalias hay un mundo, y de claveles, y de anémonas. Sin la abeja visitadora están las flores pálidas con las hojas a medio abrir, por donde rebosa la miel inútil.

“La madreselva caída de su aroma, que es para la noche, al aire abierto, cuando viene el insecto a la golosina del perfume. Allí está la hipomea, con la campanilla a tierra porque no quiere la enredadera sabichosa, que le arrasen el almíbar de cáliz frágil la lluvia y el rocío.

“Un niño encuclillado abre en su rodilla una violeta, para que vea el concurso de colegiales aquel arreglo de espuelas y de compuertas con que la flor divina cierra y defiende el polen seco, hasta que la abeja guiada en el viaje entre los pétalos por las venas que llevan a la miel, empuja sedienta la vara de las semillas, que sacude y entreabre las antenas celosas, por donde cae al lomo visitante el polen. (…) La flor de salvia es el asombro de un grupo de niñas, porque tiene una abeja de cera que parece de verdad para que los niños vean cómo se mete la abeja con las alas polvoreadas de amarillo, por entre el estrado que le pone la flor para que no se canse la visita al posarse, y la caperuza que guarda del viento las varas, cargadas de la semilla”.13

A continuación destaca “a un lado, ahogada entre palmas y helechos, está la chimenea grande y de caoba rica; la chimenea del frente es toda de palmas, en el hueco de los leños, y la repisa es monte de espárragos, y adiantos; con un golpe de rosas blancas a occidente, cuando a oriente es donde está la flor en los matrimonios, y sobre el conjunto, las centifolias fofas, rosadas y blancas. (…) hilos de rosas blancas, rosadas y amarillas”.14

En relación con el tema de la “La niña de Guatemala”, después de la nota funeral recurre Martí otra vez a las flores:

“Iban cargándola en andas

Obispos y embajadores

Detrás iba el pueblo en tandas

Todo cargado de flores”.15

Flores del cielo es juego de la fantasía. Parece aludir a un retorno del alma, se aprecia aquí la unidad profunda de su obra en torno a la Naturaleza.

Precisamente en el artículo sobre la “La flor de Martí”, Vitier apunta: “De anémonas y tréboles, de jacintos e hipomeas, y de otras flores habló y escribió Martí.

…Para una fiesta de la América española, ninguna flor le parecía bastante fina. Y todo porque “nuestra América” lucía a sus ojos como la flor del mundo.

Pero su flor ¿cuál era? Pues él lo declaró en concentrada estrofa: “Tierra florida”, dice y que la ama porque allí nació “la poca flor que la vida le ofreció”.16

Enfatiza Vitier: “Poca flor”, es cierto, tuvo su vida apenas 42 años.

Amó la vida en todo su raudal. A predicar dignidad, a juntar hombres, a crear un Estado libre. Todo con el amor de su “poca flor”.17

Más tarde, expone en sus lecciones y conferencias, “la vida del Apóstol cubano fue breve en el tiempo (1853-1895), pero la llenó de sentido humano (...) estudió, sufrió, viajó, predicó la Revolución junto a los hombres, fundó un partido, preparó la guerra, vino a ella y cayó de los primeros en la contienda (...) estaba dotado para penetrar las almas, en las cuales descubría aposentos de luz (...) temprano decidió echar su suerte “con los pobres de la tierra”. Escogió la vía del sacrificio (...) Lo hizo todo con perseverancia, sin desfallecimiento, sin odio. (...) Creía en la realidad del bien. Creía en la eficacia del amor para vencer el poder de las tinieblas.

Quiso con afecto filial a España, “la España de allá”, como él decía; y tanto que lo testifica:

“Amo la tierra florida,

musulmana o española,

donde brotó su corola

la poca flor de mi vida”.18

Y fue realmente poco lo que Martí vivió, apenas había cumplido sus 42 años.

El discurso martiano se caracteriza por ser un discurso pleno de sentido cultural y vocación ecuménica que hace centro suyo al hombre en búsqueda constante de su ser esencial y su ascensión ético-humana.

Al decir de Vitier: "Martí vivió como una fuerza espiritual —eso era en esencia— en contacto perpetuo con el misterio del universo. Recuérdese aquella línea de sus Versos Sencillos:

"y crece en mi cuerpo el mundo"

De ahí que sintiera como suyo ese modo de panteísmo que vibra en Emerson, desligado de todo credo formal. Así dice Martí: "Para él no hay cirios como los astros, ni altares como los montes, ni predicadores como las noches palpitantes y profundas". Quien lea los Versos Sencillos hallará no pocas estrofas transidas de eso que pudiéramos denominar sensibilidad cósmica. Se siente allí un espíritu atraído por la Naturaleza, ganoso de descansar de los hombres...

"Yo sé de Egipto y Nigricia,

de Persia y de Jenofonte,

y prefiero la caricia

del aire fresco del monte."

"Yo sé las historias viejas

del hombre y de sus rencillas,

y prefiero las abejas

volando en las campanillas."19

Al sentido cósmico, presente en el pensamiento filosófico de Martí, Medardo Vitier agrega, el finalismo, que según él, "(...) late acá y allá” en sus artículos. Recuérdese esta aserción suya: "corren leyes magníficas por las entrañas de la Historia". Esos credos, que caen en lo metafísico, le robustecían la fe en cosas más inmediatas y palpables. He ahí cómo lo cotidiano se nutre de lo eterno. (…) "El Universo, con ser múltiple, es uno"20.

En la Cosmovisión martiana, la espiritualidad del hombre es esencial, su subjetividad, como agente histórico-cultural. Lo que no significa que lo hiperbolice.

"En síntesis —considera Medardo Vitier— que el pensamiento filosófico, de José Martí, es el de un creyente en la sustantividad del espíritu. Tuvo esa seguridad y en él fue fecunda, porque lo llevó a amar, a creer en la Historia, a darse por los demás, a refutar el descreimiento, a presentir la vuelta del Cristo, ‘el de los brazos abiertos, el de los pies desnudos’, y todo, sin que nadie ni hindúes ni católicos ni teósofos puedan reclamar como adepto al grande hombre". El hombre —síntesis de la cultura cubana—, que echó suerte con los pobres de la Tierra e iluminó con su pensamiento y su praxis el futuro de la nación cubana.

Martí es un hombre de pensamiento y acción y esto determina en él un concepto. "La vida —escribe Martí a Joaquín Macal— debe ser diaria, movible, útil; y el primer deber de un hombre de estos días es ser un hombre de su tiempo (…) Si de algo serví antes de ahora, —enfatiza el Maestro— ya no me acuerdo: lo que yo quiero es servir más. Mi oficio... es contar todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer todo lo grande... Vengo a ahogar mi dolor por estar luchando en los campos de mi patria, en los consuelos de un trabajo honrado, y en las preparaciones para un combate vigoroso".21 He aquí, exactamente que el primer deber de un hombre de estos días debe ser: una cultura hacia el cuidado de la Naturaleza, y sin el conocimiento de la ética martiana no hay preservación de la misma.

Martí califica la vida de “terrible”, pero dice que produce “goces suavísimos: pensar y amar”22.

La obra de José Martí y el discurso en que se despliega, parte de las raíces y con espíritu ecuménico, está penetrado por una ética y un humanismo sin fronteras que potencializa por sobre todas las cosas al hombre en búsqueda perenne del bien, la belleza y la verdad. La conceptualización martiana de la Naturaleza implica al hombre, es decir, al ser humano en primer lugar, con la visión de unificar y colocar al hombre en el centro de la misma.

En criterio de Medardo Vitier “es José Martí figura de la Humanidad porque realizó el programa del clásico autor de la Epístola moral:

• Iguala con la vida el pensamiento.

• Lo es porque dijo que quería echar su suerte ‘con los pobres de la tierra’.

• Lo es porque besó, mudo, las manos de piedra de los héroes de todas las naciones, en la quietud de sus monumentos.

• Lo es porque él, tan pobre, repartió su pan entre los que padecían, menesterosos y desamparados.

• Lo es porque dijo: ‘No hay razas’ y se atuvo a la calidad del espíritu humano en los individuos de cualquier estirpe o nación.

• Lo es porque en nombre de Cuba invocó la dignidad del hombre universal y de ella provenían los hilos áureos de su elocuencia.

• Lo es porque vio, por entre las tinieblas, que el mundo acumula acá y allá, los signos de luz del espíritu que son comunes a gentes de toda la latitud y condición.

• Lo es porque definió a la humanidad por sus mejores atributos, no por su depravación y su miseria”.23

“Es, en fin, una figura de la Humanidad, (…) porque su imagen crece en el tiempo, mientras él acude a dialogar con las sombras”.24

En toda la obra martiana —tal y como lo refleja la producción vitieriana— se aprecia nítidamente la relación que existe entre la ética martiana y la naturaleza, por ello es que en las condiciones hoy del siglo XXI se hace impostergable la necesidad de una cultura hacia la naturaleza.

Por eso, en mi criterio, resulta productivo, útil y muy necesario el estudio integral que hace el Maestro Vitier, en torno a Martí, capaz de desplegar con racionalidad dialéctica su enfoque sociocultural antropológico y fijar con alto oficio y magna cogitación las dimensiones ética, política, artística, sociológica y filosófica de Martí como zonas de la cultura. Cultura de resistencia y de ascensión humana.

Carlos Rafael Rodríguez señaló: “Los hombres sencillos que, como Medardo Vitier, hacen de la disertación un magisterio dejan semilla, a nosotros nos toca recogerla en el predio del espíritu y la mente, y hacer que dé sus frutos”.

Esta ponencia fue presentada durante el II Coloquio Internacional José Martí: por una cultura de la naturaleza.

Notas:

1- Leal Spengler, E. Conferencia en la sala teatro Rafael Morales, Universidad de Pinar del Río el 24 octubre 2008.

2- Véase Tesis doctoral Núñez López, E. “El pensamiento filosófico-humanista de Medardo Vitier”. Universidad de La Habana, 2005.

3- Ver Anexo 1 Tesis doctoral Núñez López, E. “El pensamiento filosófico de Medardo Vitier”. Universidad de La Habana, 2005.

4- Vitier, M. Martí, Estudio integral. La Habana, 1954, p.10.

5- Ibídem, p. 290.

6- Ibídem, pp.294-295.

7- Ibídem, p. 307.

8- Ibídem, p.171.

9- Ibídem, p.176.

10- Ibídem, p. 165.

11- Martí, J. “La exhibición de flores”. Obras Completas. T. 13, pp. 513-514.

12- Ibídem, p. 517.

13- Ibídem, p. 517.

14- Ibídem, p. 518.

15- Vitier, M. Martí, Estudio integral. La Habana, 1954, p.170.

16-Vitier, M. La flor de Martí. Valoraciones I. Universidad Central de Las Villas. Dpto. de Relaciones Culturales, 1960, p. 346.

17- Ibídem, p. 347.

18- Vitier, M. José Martí. Estudios, Notas, Efigies Cubanas. Editorial Minerva. La Habana, 1944, p. 245.

19- Vitier, M. Martí, hombre de contenido múltiple. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas. Dpto. de Relaciones Culturales, 1961, p. 99.

20- Ibídem, p. 101.

21- Martí, J. Carta a Joaquín Macal. (11 de abril de 1877, Guatemala). Obras Completas. t. 4, p. 341.

22- Vitier, M. Martí, Estudio integral. La Habana, 1954, p. 299.

23- Ibídem, pp. 332-333.

24- Ibídem, p. 334.

 

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