Rotación
A otra Claudia
Un milagro dentro de otro,
como las agujas sin reposo
dentro de los tejedores sin nervios.
Piensa, estamos en el recodo previsto,
el callejón de todos los santos,
con los fulgores atareando casas vacías,
dando tumbos sin osamenta ni culpa mensurable.
¿Qué hacer si eres nada y sonríes?
Sin embargo corres y temes levitar,
la escarcha te cierra los cielos de la infancia,
el viento se come tu puerta
y el rezo desfigurado te ensordece:
Yo no quiero aquella, la más exacta;
yo quiero la mía que se me perdió.
Tú, que no recuerdas nada, te levantas
sólo para volver a arrodillarte,
porque has soñado las más breves cosas,
los sucios milagros que arman la partida;
ves tan claro que te duele
cuando no puedes ya contar los miedos,
unos dentro de otros, sin renuncia,
como los recipientes para el té más exquisito.
Un alma dentro de otra y otra más,
en mil y una cajas nocturnas,
hasta que se elevan los suspiros
por encima de la Buena Nueva
y cubren los desangelados límites.
Tú que partes sin rastro,
tú que te detienes en pleno vuelo,
¿te reconoces en la piedra abierta,
en la bondad de las oscuras cosas?
Arrodíllate otra vez y condúceme,
pero no te conduelas,
no queremos tanta luz,
no esas tierras del fuego respirable,
queremos la nuestra,
a pesar del alcanfor en la herida que no cierra,
doble manto de estrellas de sepulcro,
queremos la nuestra que se nos perdió.
