Fotos: Nancy Reyes / Texto: Mabel Machado – La Jiribilla.- Una semana de funciones ininterrumpidas en el contexto del Festival Internacional Circuba acaba de confirmar una realidad que para muchos puede resultar contradictoria: en la actualidad, el circo se encuentra en pleno auge


. Los escépticos o los hipertecnologizados, alzarán las cejas en señal de duda, preguntarán por las filas de vagones que atravesaban los pueblos, por las tiendas que se levantaban en las plazas o en los solares yermos, por el pregón que anunciaba las extravagancias más inverosímiles. Un panorama como este puede describirse hoy a través de escasos ejemplos, pero el circo, mutando las formas, se mantiene vivo como uno de los más espectáculos de masas más populares a nivel mundial.

El Circuba, evento número uno de su tipo de América Latina, reunió este agosto en La Habana a una gran cantidad de artistas, críticos, directores y empresarios vinculados a las artes circenses. La Carpa Trompoloco, la Carpa Azul y los teatros Karl Marx y Astral, se repletaron en cada uno de los horarios en que se abrieron los telones a un público. La décima edición del Festival logró una convocatoria y calidad que ha tentado a no pocos observadores a considerar que el certamen cubano se encuentra entre los 20 más importantes del mundo.

Después de 30 años de fundado, el encuentro circense más importante de la Isla mostró no solo haberse recuperado de una prolongada pausa (entre 1991 y 2007), sino que hizo evidente que asistimos a un período de cambios capitales para el circo, de aperturas, combinaciones y desplazamientos conceptuales. Cuba se inserta poco a poco en un escenario donde las plazas más fuertes del circo a nivel mundial mudan de trajes: la teatralidad reemplaza a la tradicionalidad.

La variedad de propuestas de diferentes países reunidas en competencia este 2011 alentó en gran medida el debate a propósito del tema. Se va cerrando el espacio para la frivolidad y la fuerza por la fuerza que imperaron en una época; mientras se ensancha la arena para los artistas-actores, para exquisitez coreográfica y la complejidad dramatúrgica. “El circo debe renovarse, debe ser más contemporáneo, más interactivo, más inteligente, respetando las tradiciones; pero con la mirada hacia adelante”, afirma el actor, productor y pedagogo brasileño Marcos Frota.

Hasta hoy, los abanderados del llamado “nuevo circo” se concentran en países desarrollados como Canadá, Francia, Alemania y EE.UU. En Latinoamérica, quizá los más cercanos a esta reinvención bajo la carpa sean algunos países del cono Sur, entre ellos Argentina. Esto no quiere decir que no exista en la región un circo propio o, al menos, la voluntad de hacerlo. Frota, quien participó en el Circuba como Presidente del Jurado de Crítica e Imagen, resume las diferencias: “En Europa, por ejemplo, el circo es muy fuerte, pero en Latinoamérica cuenta con un gran despliegue de creatividad. Nosotros también estamos teatralizando el circo, lo estamos dotando de historias, pero con mucha más alegría. El circo europeo es muy frío, el latinoamericano mantiene ambiente de fiesta propio de la personalidad de esta manifestación”.

En la autenticidad de nuestro circo, cuenta también la razón económica. Cuba es uno de los casos aislados en los que el gobierno apoya la actividad circense desde el momento de la enseñanza, pero la situación es bien distinta en la mayoría de los demás países del continente. “Podés hacer un espectáculo con cinco órganos, uno externo: la cabeza, el corazón, el estómago, los huevos y el bolsillo. El circo argentino, el que siempre hice, nació por puro huevo y estómago. Estómago por el hambre de ser y estar; huevos para enfrentar lo desconocido. Ahora le ponemos cabeza y corazón. Porque cuando se te va el hambre empezás a escribir poesía. Los espectáculos franceses son maravillosos: están hechos con corazón, cabeza... y mucho bolsillo”1.

Entre una treintena de concursantes, el Festival Circuba permitió la actuación de artistas cubanos, cada vez más intrépidos y desenvueltos. La perfección técnica alcanzada en la mayoría de los números defendidos por jóvenes, además de la evidente calidad de la formación profesional y del trabajo de las compañías, responde en gran medida, a la efectividad de la incorporación de talentos del deporte al arte de las carpas. “Además de la organización del Festival para recibir una variada muestra internacional, me sorprendió la gran preparación técnica de los jóvenes artistas cubanos”, apunta Frota. Esta última característica desmarca a la Isla de lo que ocurre en muchos otros países, donde pocos jóvenes optan por incorporarse a las fatigosas actividades del arte circense.

Antes el circo se mantenía por tradición familiar. En Cuba hicieron historia, entre otros, los Torres, padre e hijas La Rosa, los Mesa, los Leyva y los Montalvo. Sin embargo, en la actualidad, sobre todo a través de las escuelas, la comunidad circense “adopta” a personas que, al provenir de otros campos, amplían y enriquecen las miras del circo.

Otras renovaciones tienen que ver con la presencia de animales en las pistas. Las divergencias entre cirqueros y ecologistas han sido álgidas a nivel internacional, al punto de que en países como Suecia, Finlandia, Dinamarca, Austria y Bélgica están prohibidos los circos que incluyen animales salvajes y no domesticados. El elevado costo de la transportación y el cuidado de los animales han influido también en los espectáculos de la región latinoamericana. En el recién finalizado Circuba, por ejemplo, solo se vio en la pista un número equino.

Al igual que el tema de las fieras, hoy están en discusión en el circo la sobrevivencia de las carpas o la traslación de los espectáculos al teatro, la educación de los artistas y la incorporación de elementos de otras artes, cuestiones sobre las que han arrojado nuevas luces los encuentros propiciados por el Circuba. Al mismo tiempo, el Festival, que con la visita de países como Rusia, China y Vietnam adquirió una marca definitivamente internacional, continúa siendo un trampolín importante para nuestros artistas, muchos de los cuales ya han pisado las arenas de los famosos Ringling y Pinder.

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