50 años de la UNEAC

Helen Hernández - La Jiribilla.- El oficio del escritor, expresó una vez Gabriel García Márquez, es el más solitario del mundo. No cabe duda, la creación artística pudiera considerarse un acto individual, pues solo del más enfebrecido trance de ensimismamiento puede brotar la obra de arte.


Sin embargo, la vitalidad del diálogo entre la intelectualidad y su tiempo, su relación orgánica con la sociedad, la Historia y la cultura, resultan definitorios en el devenir de cualquier nación.

Fruto de esa necesidad de intercambio constante con la realidad por parte de los intelectuales surgió el 22 de agosto de 1961 la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Se trataba de un año definitorio para el país, no solo por ser el mismo de la Campaña de Alfabetización, la Victoria de Playa Girón y la Declaración del Carácter Socialista de la Revolución. En materia de cultura, la reunión de Fidel con representantes de la intelectualidad para discutir asuntos referidos a la creación artística y literaria, celebrada en la Biblioteca Nacional los días 16, 23 y 30 de junio, marcó las directrices de la política cultural cubana, recogidas en el discurso del líder “Palabras a los intelectuales”.

Luego llegó el Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba, en el hotel Habana Libre, tras el cual quedaría fundada la UNEAC con Nicolás Guillén como presidente. La premisa fundamental de unir la creación artística en todas sus manifestaciones sobre la base del respeto a las estéticas individuales y a la diversidad de posturas para encarar el hecho artístico, ha distinguido a la organización en su medio siglo de existencia.

La antigua mansión del banquero Gelats, ubicada en el Vedado habanero, se convirtió en recinto para el arte, el pensamiento, el debate y la polémica. Sus habitaciones, trocadas en oficinas, fueron brindando espacio a las asociaciones de plásticos, escritores, músicos, artistas escénicos y de cine, radio y televisión. Los fundadores Roberto Fernández Retamar, Lisandro Otero, José Lezama Lima, Argeliers León, Juan Blanco, Pablo Armando Fernández, José A. Baragaño, Alejo Carpentier, Harold Gramatges, Fayad Jamís, Luis Martínez Pedro, entre otros, convirtieron a la Unión en espacio de convergencia para la intelectualidad cubana, en el cual los vínculos entre creatividades y visiones diversas contribuyeron a solidificar la identidad cultural y nacional.

Guillén, quien se mantuvo al frente de la organización por 25 años, subrayaba en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en diciembre de 1975, la responsabilidad asumida por escritores y artistas. “Sabemos que con nosotros cuenta, y ello es un honor inmenso, ese complejo de sueños que es la nueva patria, que es la Revolución; sueños que se cumplen cada día, que crecen y concretan ante nuestros ojos asombrados y nos incitan a buscar la más íntima, la más fiel, la más honrosa manera de servir por siempre, cada día a nuestra cultura liberada”[1].

Cobijadas en la casa de 17 y H se fundaron las revistas Unión y La Gaceta de Cuba, la editorial UNIÓN y, más tarde, la productora audiovisual Octavio Cortázar, la Galería Villa Manuela, la sala de proyecciones Caracol y los espacios de conciertos y debates. Los premios literarios UNEAC y David comenzaron a jerarquizar nuevos nombres dentro del panorama editorial de la Isla, y con su sello se imprimieron polémicos e imprescindibles títulos de las letras contemporáneas. Festivales como el Caracol, el Internacional de Poesía y Boleros de Oro, los Premios Caricato, entre otros eventos, mantienen vigente la intención de la UNEAC de incidir en la promoción de los mejores valores del arte, así como de propiciar la reflexión sobre el entorno cultural contemporáneo.

Todo esto multiplicado en cada uno de los comités provinciales pues, si bien constituye una organización selectiva, cuenta con una membresía de más de nueve mil asociados fruto de la diseminación del talento artístico por todas las zonas de nuestra geografía. Las editoriales y revistas Cauce de Pinar del Río y Caserón, de Santiago de Cuba, además de las galerías provinciales, las peñas y los espacios habituales de cada sede acentúan la dimensión nacional de la organización.

Su actual presidente, el escritor y etnólogo Miguel Barnet, confirmaba en el VII Congreso de la organización que, tanto el legado de sus miembros fundadores como el trabajo continuado de las generaciones siguientes, han convertido a la UNEAC en una organización madura, sólida y de gran convocatoria, cuyo alcance y resonancia social la han colocado en el mismo centro del debate de las ideas.

“Si bien la UNEAC no es un sindicato ni un organismo ejecutivo del estado sí es el espacio idóneo para la reflexión y el diálogo entre intelectuales y artistas. Sabemos que cuando las puertas de la cultura se abren no se cierran jamás. Y que la expresión más alta de la política es la cultura”, refirió.

El rol de la organización en distintos momentos de la historia reciente ha resultado definitorio, especialmente porque ha abierto lugar a la diversidad de criterios, a la vez que ha ofrecido una voz plural y coherente al grupo de los escritores y artistas cubanos. Superado el desamparo que Virgilio Piñera denunciara en el mensaje público dirigido a Fidel en marzo de 1959[2], la UNEAC ha podido incidir de manera activa en la discusión pública de problemas sociales relativos a la educación, los medios de difusión masiva, la emigración, el racismo, la igualdad de género o la enseñanza artística.

Aunque no en todas las etapas se alcanzó igual influencia y realce en la gestión de la UNEAC, los últimos años representan un fortalecimiento del trabajo institucional, avistado sobre todo a partir del VII Congreso, cuyos debates abordaron asuntos medulares de la cultura y la sociedad cubanas.

Cincuenta años de existencia entregan nuevos retos no solo a la organización, sino a toda la intelectualidad cubana. La participación activa de los jóvenes en las actividades, publicaciones, debates y eventos de la vida cultural del país necesita un fortalecimiento. Se impone reaccionar ante las visiones colonialistas de la cultura de masas a nivel global, al tiempo que abrirse a las posibilidades de las nuevas tecnologías de la comunicación y la informática ofrece múltiples posibilidades al arte contemporáneo.

Para Barnet, el intercambio propiciado desde la UNEAC ha ayudado a acompañar críticamente un proceso que debe caracterizarse por su evolución constante.

“Enfrentar toda manifestación de banalidad y seudocultura, favorecer la libertad creativa y exigir el respeto a nuestros artistas y escritores, consolidar espacios de reflexión, respetar la diversidad en todo sentido porque el ser humano es por esencia múltiple y diverso, elevar mediante el arte y la cultura los valores éticos de nuestra sociedad y fortalecer el compromiso inalienable con los principios de nuestra Revolución socialista, martiana y fidelista, debe ser nuestro compromiso mayor”.[3]

Notas:

1. Guillén Nicolás. “Acerca del arte en el socialismo”. En: Cuba, cultura y revolución: claves de una identidad. Colección Sur Editores. La Habana. 2011.

2. “Nosotros los escritores somos la última carta de la baraja, es decir, nada significamos en los económico, social y hasta en el campo mismo de las letras. Queremos cooperar hombro con hombro con la Revolución, mas para ello es preciso que se nos saque del estado miserable en que nos debatimos. ”

3. Palabras de bienvenida al VII Congreso de la UNEAC.

Foto: Liborio Noval

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