Eduardo Sosa - La Jiribilla.- Yo llegué tarde a la Internet, los e-mails, a los de blogs y redes sociales, aunque no estoy ajeno a ello. Me he negado a participar en algún que otro conflicto librado por estas vías pues prefiero mirar y que me miren a los ojos.
Pero pasa que ahora no puedo tocar a la puerta de quien me ofende para pedirle cuentas por su falta, y sí, me siento ofendido como cubano y trovador. Por eso estas palabras.
Cuando un ser humano ha sido consecuente con su vida y su obra merece el respeto hasta de sus más encarnizados detractores.
Uno de esos seres es Silvio Rodríguez a quien en estos días se le ataca por continuar siendo consecuente y sincero, por seguir diciendo lo suyo a “tiempo y sonriente” desde el “rescoldo caribeño” de sus inconformidades y sueños.
Incluso lo han vuelto a convidar a arrepentirse, ignorando que ya dio su respuesta cuando aseguró morir como ha vivido: recorriendo las prisiones, las escuelas, los barrios más atormentados, las universidades, las paredes, las calles y acompañando las vidas de quienes soñamos para esta isla el misterioso pero esperanzador futuro que merece.
Soy de los cubanos que —como él— cree que sí hay que mejorar muchas cosas en nuestro país, pero mejorarlas nosotros, los que rodilla en tierra hemos preferido darle el pecho a los vientos fríos o candentes —a veces sin camisa—, abriendo con los brazos las selvas que nos han sembrado en el jardín.
Sé que Silvio no necesita aliados para enfrentar estas huestes, pero si lo cree necesario y para lo que sea… que cuente conmigo.