Mildred Legrá - ahora.cu.-

-¡¿Voy bien, Camilo?!...

-¡Vas bien Fidel!


Fue la pregunta corta, minúscula, que le hizo Fidel a Camilo Cienfuegos en enero de 1959, ocho días después de la entrada triunfal a La Habana por el Ejército Rebelde. Como un resorte la interrogante marcó la relación de los dos combatientes y se quedó para siempre en la memoria histórica de quienes lo amaron en épocas diferentes.

Aquel día inolvidable el líder de la Revolución le habló al pueblo. Muchas generaciones de cubanos lo recuerdan como un eco lejano en cualquier pueblecito de la Isla, donde los vecinos se sentaban a disertar de cosas cotidianas y en especial sobre este acontecimiento. La confianza del jefe revolucionario en Camilo proponía consultarlo a cada rato para saber si todo marchaba correctamente.

Muchos cubanos comentaban sobre el discurso de Fidel en el Polígono del Campamento Militar de Columbia. Disertaban cómo la pequeña tribuna se estremecía por la fuerza del grito popular, descrita en la voz del locutor que les llegaba desde la Radio, o las imágenes de televisión. Un hecho particular llamó la atención de los millones de personas que seguían con atención el discurso de Fidel.

Sin apenas darse cuenta, ni que fuera previsto, varias palomas volaron sobre el lugar y alguna se posó sobre el hombro de Fidel, presagiando una quimera de paz futura.

De momento el discurso se cortó por segundos. La plaza quedó en silencio, hasta que la enorme masa de pueblo reaccionó ante aquel gesto histórico. El líder prosiguió con sus palabras denunciando una injusticia de siglos, la sangre vertida y la importancia de crear un futuro mejor para el país. Entonces fue cuando surgió aquella pregunta corta, minúscula, que le hizo a Camilo Cienfuegos. Como un resorte la interrogante inundó el lugar y se quedó para siempre en la memoria de varias generaciones de cubanos ¿Voy bien, Camilo?... -¡Vas bien Fidel!

Sobre este incidente Ernesto Guevara de la Serna escribió: “Y la seguridad, expresarles la seguridad de aquel “¿voy bien? de Fidel, cuando le preguntara a Camilo, en la Ciudad Militar el primer día de su llegada a La Habana, no significaba la casualidad de una pregunta hecha, a un hombre que de casualidad estuviera a su lado, era la pregunta hecha a un hombre que merecía la total confianza de Fidel, en el cual sentía, como quizás en ninguno de nosotros, una confianza y una fe absoluta”.

Camilo Cienfuegos, el combatiente humilde, surgió de los estratos más pobres de la sociedad cubana. Tuvo que trabajar duro para ganarse la vida. Como conoció la situación económica y social de la época, se entregó en cuerpo y alma al Movimiento 26 de Julio y fue expedicionario del Yate Granma

El carismático Camilo, primero fue soldado en la Sierra Maestra, luego Capitán y finalmente, por su arrojo, logró los grados de Comandante después de escribir en el llano de Oriente “una historia muy rica en actos de heroísmo, de audacia, de inteligencia combatiente e hizo la invasión en los últimos meses de la guerra revolucionaria”, al decir del Che.

Su asombrosa forma de morir estremeció a los hombres, mujeres y niños de la época. La gente lo lloró por muchos días y hasta hoy nadie ha podido olvidar a uno de los hombres más admirados dentro de la Revolución.

Camilo viajó a Camagüey para impedir una intentona conspiradora. Fue sin una sola arma y detuvo al traidor. A su regreso a la capital del país , el frágil avión en que viajaba desapareció en el mar.

Por eso cada 28 de octubre el pueblo lo revive entre flores que echan a los mares y los ríos cubanos para eternizar su imagen. Es como si Camilo estuviera todavía en el pueblo, con su sonrisa amplia y su sombrero alón.

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