Alina Martínez Triay - Trabajadores.cu.- Durante la Guerra Civil española, la educadora cubana Rosa Pastora Lecler fundó en la playa catalana de Sitges, Barcelona, una casa que se denominó Pueblo de Cuba, destinada a acoger y educar a los niños españoles huérfanos como consecuencia del terror fascista.


El internacionalismo cubano no solo es un patrimonio de la Revolución sino hunde sus raíces en nuestra historia. Así lo demostró Rosa Pastora Leclere, quien atesoraba una hermosa trayectoria en el magisterio cuando partió a España, en la década de los años 30 del siglo pasado, como muchos sus compatriotas, en solidaridad con los republicanos españoles que se enfrentaban a las hordas nazifascistas.

Ella, que se había iniciado siendo todavía una adolescente en su natal provincia de Matanzas como educadora en una escuelita de la colonia de un central azucarero cubano, donde además enseñó a trabajadores analfabetos de la localidad, no dudó en sumarse a la humana obra del Gobierno Republicano por cuidar a los más pequeños hijos del pueblo.

Aunque rebasaba ya los cincuenta años de edad, esta mujer, fogueada en su patria en las luchas de los años 20 y 30, que sufrió prisión por combatir la tiranía machadista, fundadora en Cuba el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Enseñanza, y cesanteada por sus actividades revolucionarias, no vaciló en trasladarse a una nación en guerra para, en representación de la Asociación Cubana de Auxilio al Niño del Pueblo Español, fundar en la playa catalana de Sitges, Barcelona, una casa que se denominó Pueblo de Cuba, destinada a acoger y educar a los niños españoles huérfanos como consecuencia del terror fascista.

Cuando viajó a Estados Unidos para gestionar el traslado a España de las ropas, alimentos y medicinas que en gesto solidario aportaron los cubanos a sus hermanos de la Península, supo de la caída de la República. Su primera preocupación fueron los niños, para quienes gestionó una casona en La Habana, pero no logró que los recibieran aquí.

Al regreso a la tierra que la voy nacer continuó luchando en las filas de la Federación de Maestros de Cuba, aunque jubilada en 1955 no dejó de educar, y en esos años su casa se convirtió en centro de conspiración contra la dictadura de Fulgencio Batista hasta la victoria de enero de 1959.

Cuentan que el comandante Camilo Cienfuegos la visitó para ofrecerle, en premio a su consagración como maestra y luchadora una de las grandes tareas de la Revolución, a lo que ella, ya septuagenaria, le contestó humildemente; “Esta Revolución la han hecho los jóvenes, y son los jóvenes quienes deben continuarla”.

Pero no pudo sustraerse a una obra que encarnaba lo más puro de sus ideales como maestra: la Campaña de Alfabetización a la que prestó una destacada colaboración técnica. Tuvo la dicha de poder presenciar el triunfo de esta gran batalla. Falleció en La Habana en 1966.

 

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