Astrid Barnet Rodríguez - Radio Rebelde.- Hoy cumpliría 100 años de edad un hombre cuyo virtuosismo y nobleza calaron muy hondo en el corazón del pueblo cubano durante muchos años. Su tierra de origen, Guatemala, quiso el destino fuese una de las más enaltecidas por José Martí, durante su bregar independentista por este continente.


Abogado, diplomático, político pero, ante todo, luchador consecuente por la causa de los desposeídos de todo el mundo supo demostrar y encauzar su compromiso con la verdad en distintos momentos de su vida. Mas, el que más le enalteció– y le enaltecerá por siempre-, fue su labor como diplomático ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), de cuya constitución fue firmante, además de voz y figura como Canciller en aquel contexto, y en defensa del gobierno democrático presidido por el guatemalteco Jacobo Arbenz, contra todas las campañas difamatorias y de intervención orquestadas por parte del Imperio. 

En Cuba halló otra Patria hermosa, otro suelo donde continuar su obra revolucionaria siempre incansable e inacabable. Durante sus últimos años de vida funda la Asociación por la Unidad de Nuestra América (AUNA), además de crear un órgano periodístico: la revista América Nuestra (1995) la que aún despliega en sus páginas todo el saber y la verdad de este lado del mundo a partir de temas latinoamericanos relacionados con la integración regional desde todas sus perspectivas. Y es que a este hombre cabría también recordarle en aquella cita de nuestro Héroe Nacional (1): 

“(…) En el mundo, si se lleva con dignidad, hay aún poesía para mucho; todo es el valor moral con que se encare y dome la injusticia aparente de la vida; mientras haya un bien que hacer, un derecho que defender, un libro sano y fuerte que leer, un rincón de monte, una mujer buena, un verdadero amigo, tendrá vigor el corazón sensible para amar y loar lo bello y ordenado de la vida, odiosa a veces por la brutal maldad con que suelen afearla la venganza y la codicia. El sello de la grandeza es ese triunfo”.

En la ACNU

En el interior de la sede de la Asociación Cubana de las Naciones Unidas (ACNU) en la capital, y formando parte de una pequeña área verde, se halla el Parque de la Dignidad donde, a partir de la exposición de distintos bustos esculpidos, cada visitante podrá conocer acerca de cinco personalidades quienes, dentro del mundo diplomático, supieron elevar y enaltecer contra viento y marea los valores culturales, políticos y morales de este continente. Son los rostros de Cancilleres latinoamericanos y, entre ellos, el de quien hoy ocupa este espacio periodístico: Guillermo Toriello Garrido.

Hoy, este guatemalteco-cubano y latinoamericano por principios y corazón, descansa -para orgullo nuestro-, en esta tierra martiana y fidelista que lo acogió eternamente como otro hijo de Nuestra América, con un sello de grandeza.

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