Marianela González - La Jiribilla.- En algún relicario de etimologías, Roland Barthes halló la procedencia de la palabra “imagen” en la locución latina imitari. Y cuenta que se vio, de pronto, frente a uno de los más graves dilemas que pudiera plantearse la ciencia de los signos: ¿de qué modo la imagen adquiere sentido? ¿Dónde termina el sentido y, si termina, qué hay más allá? Interrogantes que también enriquecerían esa simbiosis de seducción y hartazgo que constituye toda imagen en la “ciencia” de la cotidianidad, de la marcha individual y del devenir de los pueblos.


Imposible evadir la referencia cuando —en su habitual sensatez de blandir argumentos frente a adjetivos— el ensayista cubano Fernando Martínez Heredia señala que Las ideas y la batalla del Che1, uno de sus últimos títulos, constituye otra contribución suya al intento de difundir el pensamiento de Ernesto Guevara y su capacidad crítica en relación con la transición socialista, en análoga o mayor medida que la difusión entre nosotros de su imagen: desde su gloriosa caída en Bolivia, “símbolo por excelencia”2 de cómo hemos de ser los cubanos. Tal empresa condensa la singularidad, pertinencia y trascendencia de esta publicación conjunta de Ciencias Sociales y Ruth Casa Editorial (2010); al tiempo que ancla su “concepción, sus conceptos, ideas e intuiciones, sus hipótesis, su método (…) su modo de ser marxista”3, en las intensas afinidades de cada cubano (latinoamericano) respecto a la estatura moral guevariana.

No es este libro, sin embargo, la primera incursión de Martínez Heredia en la trama analítica del guerrillero. Cuando en octubre de 1987 —fecha en que los cubanos conmemoraban dos décadas de la caída en combate del Che en Bolivia—, el líder de la Revolución Cubana invitaba a la reactivación del estudio del pensamiento del autor de El socialismo y el hombre en Cuba, en medio del llamado “proceso de rectificación”, el cimiento había sido ya fundido por varios pensadores cubanos que, como Fernando, se inscriben en la generación de intelectuales que tuvieron la “cresta de ola”4 revolucionaria de los 60 como caldo de cultivo y acción.

Justo del entrenamiento que han significado sus ensayos; sus acercamientos al Che en libros como El corrimiento hacia el rojo, El ejercicio de pensar o, más recientemente, en Si breve… Pasajes de la vida y la Revolución; sus clases magistrales impartidas en Cuba y en múltiples ciudades de América Latina; las entrevistas que suele conceder a quienes se interesan por el tema para ejercicios académicos o, sencillamente, por inquietudes individuales, ha nacido Las ideas y la batalla del Che.

En los 21 años transcurridos desde la publicación de Che, el socialismo y el comunismo, Premio de Ensayo Casa de las Américas (1989), hacia acá, aquel libro de tesis y de combate5 se ha enriquecido con el diálogo permanente que Fernando ha sostenido con Guevara, consciente de que la asunción del pensamiento del Che “ha de ser crítica”6 y siguiendo “la sana costumbre de los autores sociales clásicos, que prescribían hacer juicios personales sobre la materia que trataban”7. El volumen que acaba de ver la luz bajo ambos sellos editoriales, por tanto, toma como base a aquel y se propone “ir más lejos en numerosos aspectos”8, a partir de las nuevas señas del proyecto revolucionario cubano. El autor ha ampliado la estructura y ha avanzado “de acuerdo con su objetivo actual”9; ha utilizado “libremente”10 el material previo e incorporado los escritos del Che. Resultado: “un nuevo trabajo”11.

Como coordenadas, Fernando Martínez Heredia ha estructurado el libro en tres capítulos fundamentales: “La formación del pensamiento de un revolucionario”, “La concepción del Che” y “La batalla del Che”. El primero marca la génesis del pensamiento guevariano en el momento en que Ernesto aún no era el Che y su “alta calidad humana” aún era “vocación y no posición política”12. Quizá porque su propia obra se ha centrado también en los sujetos como catalizadores de toda reproducción social, Fernando confiere especial interés a la atracción de aquel joven por “el individuo en cuanto persona moral, buscador de conocimientos, actor social”13: humanismo como acción humana que revoluciona las condiciones de existencia y la reproducción “normal” de la vida social14.

Sin embargo, enfatiza en la condición iluminadora de la Revolución Cubana, contexto que según él explica el pensamiento del Che sobre la transición socialista y proyecto comunista, así como la extraordinaria movilidad de su pensamiento aun fuera de los límites del pensamiento revolucionario. Fue en la década de los 60 cuando el guerrillero escribió textos fundamentales, que Martínez Heredia trae de vuelta: “La planificación socialista, su significado” y “El socialismo y el hombre en Cuba”, concebidos justo cuando “las fuerzas productivas fundamentales, las estructuras organizativas, las relaciones sociales decisivas, el estado, el poder, el consumo y la iniciativa, quedaron del lado de la Revolución”15.

En un segundo momento, Fernando nos introduce en la estrecha conexión entre el pensamiento y la praxis guevariana, en los fundamentos analíticos que sostuvieron los vehículos prácticos que halló para concretar aquella calidad humana: entre ellos, el desempeño de funciones estratégicas dentro del gobierno revolucionario y la “cita” que le llevó, muy pronto, a entregar su vida a ese “tercer mundo heterogéneo, díscolo, semidesconocido para sus líderes y urgente”16.

Indudablemente influenciado por el contexto histórico de la década de los años 60, donde la experiencia cubana confluyó y fecundó revoluciones de todo tipo en América Latina —“de hechos, conciencias, lenguajes”—, el Che expresó una “concepción del socialismo y del marxismo que relaciona de manera íntima y compleja la política, la ética, la economía y la educación; el poder y la vanguardia con el servicio al pueblo; la promoción de la realización y la autorrealización de los individuos con la lucha social”17. Un entramado cultural que da cuenta de una conciencia clara de la pluralidad de formas en que la dominación se expresa, fundamento que podemos advertir como uno de los nexos del pensamiento guevariano con el contexto actual de dominación, cuyo signo principal es precisamente su irradiación de espectro completo.

Junto con la interpretación de estas y otras características del pensamiento del Che sobre la transición socialista —especialmente sus concepciones acerca del rol del estado y de la economía; del poder y su dialéctica en sociedades en transición socialista—, Fernando aguza la mirada en el que quizá sea el momento de mayor conexión con las circunstancias de sus lectores: la batalla del Che. Interrogantes que en su tiempo pudieron haber sido secundarias; pero que ahora “urgen”18: ¿qué es socialismo y qué no lo es?, ¿qué estrategia es válida para sobrevivir?, ¿cómo relacionar eficazmente las exigencias de la política —incluida la defensa—, la justicia social y el avance ideológico con las exigencias de la economía? Y lo que ellas indicaban, como hoy, no es más que el paso que “llevaría el socialismo cubano (…), en qué medida sería resultado de lo que se consideraban sus condicionamientos y en qué medida saltaría por sobre ellos”19.

La importancia del debate en la transición socialista y su centralidad en el dinamismo del pensamiento social que le acompaña, constituyen también batallas guevarianas evaluadas por Martínez Heredia y asumidas desde el presente: “sin pretender demasiado —dice—, al menos situar las ideas desde hoy y con la vista puesta en el futuro”20.

Para el ensayista, la coherencia del pensamiento del Che, la profundidad de su análisis referido al proceso revolucionario cubano y las generalizaciones lanzadas desde él, la dualidad pensamiento-conducta en el guerrillero y la creencia en que el individuo no es necesariamente abolido por el socialismo, constituyen razones para creer que “la concepción teórica del Che contiene la propuesta más atinada y de mayor alcance de articulación del proyecto comunista y la transición socialista que se ha elaborado en Cuba”21.

Constituyen grandes aciertos de esta edición los Anexos, principalmente “El pensamiento del Che y los desafíos de hoy”, conferencia impartida por el autor en junio de 2007; el prólogo que hiciera al libro El pensamiento económico de Ernesto Che Guevara, de Carlos Tablada, en su primera edición (1988); un texto sobre el pensamiento del Che que escribiera “hace años”, con el propósito de que fungiera como material de estudio a militantes sociales y políticos latinoamericanos; y sus palabras al donar el importe del Premio Casa de las Américas al FMLN de El Salvador, en 1990, justo cuando Cuba asomaba a la mayor crisis económica que su población conociera en los últimos 50 años. Todos estos textos constituyen miradas a otras aristas, coyunturas y perspectivas de las que también da cuenta el pensamiento de Ernesto Guevara.

Tanto Che, el socialismo y el comunismo como Las ideas y la batalla del Che han tenido la fortuna de ser publicados en momentos clave de la historia cubana más reciente. “Cuando los regímenes de dominación en nombre del socialismo entraron en su ignominiosa crisis final y desaparecieron rápidamente (…), el socialismo era sometido a un profundo desprestigio a escala mundial, o considerado algo del pasado y la ideología neoliberal parecía no tener límites ni enemigos” el Che “regresó”22 escoltado, entre otros, por aquella edición de Casa. Ahora, cuando el socialismo cubano enfrenta los retos de la “sobrevivencia” y la “viabilidad”23, así como el que impone la “naturaleza del sistema que emergerá a partir de la continuidad y las transformaciones de la estructura económica que están en curso”24 —entre otros contextos también identificados por Fernando—, la voz del Che “resuena todavía y resonará cada vez más, no porque grite, sino porque es más alta”25.

Por la claridad de su lenguaje; la multiplicidad de referencias que el lector encuentra en el cuerpo y al final de los ensayos, muchas de ellas pertenecientes a textos del propio Guevara; y especialmente por la centralidad que ya podemos prodigarle en el conjunto de la obra de Martínez Heredia, a lo largo de más de 50 años de ejercicio intelectual, Las ideas y la batalla del Che constituye —como el complejo analítico del propio guerrillero— una “guía espiritual para los tiempos por venir”26.

Sin embargo, diría Barthes que solo el lector completa el ciclo vital de un texto, hurgando en lo escrito y en los silencios. Mientras, dígase —con las propias palabras que el autor prodiga al Che— que es también una feliz circunstancia contar con el pensamiento de Fernando. Como el guerrillero, un eterno conector de lo posible con lo inaplazable y con lo utópico27: justo el modo en que, creo, adquieren sentido las imágenes. Y trascienden, en la imitación.

Notas:

1 Fernando Martínez Heredia: Las ideas y la batalla del Che, Ruth Casa Editorial y Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2010.

2 Ob. Cit., p. 4

3 Ob. Cit., p. 36

4 Ob. Cit, p.25

5 Ob. Cit., p. 14

6 Ob.Cit., p.8

7 Ob. Cit., p.2

8 Ob. Cit., p.15

9 Ídem.

10 Ídem.

11 Ídem.

12 Ob. Cit., p. 37

13 Ob. Cit., p.38

14 Ob. Cit., p. 73

15 Ob.Cit., p.46

16 Ob. Cit., p.61

17 Ob. Cit, p.24

18 Ob.Cit., p.13

19 Ob. Cit., p.54

20 Ob.Cit., p.19

21 Ob.Cit., p.78

22 Ob.Cit, p.172

23 Ob.Cit., p.31

24 Ídem.

25 Op.Cit., p.78

26 Ídem

27 Ídem.

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