Años después al salir al exilio prometió que volvería para descabezar a la sangrienta tiranía y reafirmó que en el 1956 seríamos libres o mártires.
Su exilio en México fue de preparativos insurrecciónales, basándose en los recursos propios acopiados por los revolucionarios dentro o fuera de Cuba.
El tiempo apremiaba y la persecución de los agentes batistianos, en complicidad con grupos del gobierno mexicano, asediaban cada día con mayor celo al grupo que en la nación azteca se preparaba para invadir a Cuba y comenzar la lucha armada en las montañas.
Se logró comprar un pequeño yate de recreo y acondicionarlo, lo mejor que se pudo, para la peligrosa travesía.
El plazo dado iba finalizando. Ya casi concluía el año 56 y Fidel se esforzaba por cumplir su promesa. Al fin se fijó la fecha, a pesar de que los fuertes vientos de un norte arriesgaban la posibilidad de la victoria.
El 25 de noviembre de 1956, navegando en un mar embravecido, salió el Granma desde Tuxpan hacia la provincia de Oriente, donde se les esperaba con ansiedad. Ni las tempestades, ni lo sobrecargado de la embarcación y otros inconvenientes pudieron impedir que Fidel y sus hombres cumplieran su promesa. Iban definitivamente hacia la victoria.