Dainerys Machado - La Jiribilla.- El umbral hacia el reflejo de Lilith en el Espejo es un reto a la cordura: Tres, cinco, acaso ¡¿diez?! minutos de absoluta obscuridad, durante los que se pierde toda noción de tiempo, mientras las desordenadas respiraciones de decenas de extraños desconciertan, inquietan.

 

 


Justo cuando la nada enfática se hace insoportable y el espectador comienza a confundir las dimensiones del entorno, el sonido de pequeños cascabeles anuncia que la representación teatral comenzó al apagarse la última luz de la sala. La confusión de sentidos es solo el comienzo de este viaje, donde se conjugan inquietantes la hiperrealidad, la desdramatización, y una profunda plasticidad en el diseño de luces, la escenografía y el vestuario.

 

El unipersonal Lilith en el Espejo, que la actriz y bailarina Ana Kavalis pone sobre la escena con recursos extremos de performance teatral, fue el montaje que Isla Projekt trajo desde Berlín, Alemania, a la muestra del recién concluido Festival de Teatro de La Habana, y que afortunadamente, extendió sus funciones en la Capilla de El Ciervo Encantado, durante este mes de noviembre.

En Cuba, donde el desarrollo de este tipo de representación es bien escaso, la propuesta escénica funciona como un llamado de atención a los temas pendientes de la escena nacional. Más porque muestra un atractivo discurso creativo que, desde estéticas y planteamientos diversos, ha alcanzado dimensiones considerables no solo en Europa, también en países de este continente como EE.UU., Brasil y Argentina.

La Lilith de Ana Kavalis se sitúa en la movediza frontera entre el teatro experimental, el happening y la más pura representación performática. En su pieza sobresale una cuidada simbiosis de recursos danzarios, teatrales e incluso de teorías sociales, entre los que su autora reconoce como inspiración obras de Vera Zingsem, Joumana Haddad, Oscar Wilde, temas de la cultura popular mexicana, entre otros creadores y conceptos más o menos universales.

Su mirada sobre el mito judío nos devuelve a una mujer que sufre los prejuicios de los otros, y que a pesar de ello tiene la capacidad, y sobre todo la necesidad de entregarse totalmente al amor. El personaje es sin embargo un ser solitario y melancólico por negarse a renunciar a la libertad, una decisión que es el origen de su principal conflicto.

“Variadas son las leyendas en torno a este personaje”, aclara el programa de la pieza, sobre una historia poco difundida en estas geografías. “La más conocida es la que se cuenta en la Kabbala judía. Allí Lilith aparece como la primera mujer en el jardín del edén, antes de Eva y hecha de tierra al igual que Adán. Un día Adán quiere poseerla pero ella se niega rotundamente a estar debajo de él, por lo cual decide abandonar el paraíso”. Por ello la propuesta de Isla Projekt asume la representación de una mujer que no renuncia al amor, sino a la forma en que ha estado condenada en todos los tiempos a recibirlo y a entregarlo.

Los hechos y fábulas son el fin de la tragedia, según Aristóteles, pero en la pieza de Kavalis las fábulas parecen ser el medio para reflexionar sobre estereotipos comunes a esa representación de la mujer como objeto del deseo, aún avanzado el siglo XXI.

Para lograr tal pretensión, la joven creadora despoja a su puesta de cualquier contexto específico, de toda marca de temporalidad, y se apropia de estereotipos universales para, desde su deconstrucción, mostrar realidades similares en su diversidad. La interacción con el público se estructura a través de recursos disímiles, desde la imagen que devuelve el inmenso espejo que preside la escena hasta el diálogo directo con al menos un espectador. No hay nada de panfletario en su poética, mas sí propone una implicación con el conflicto, al menos desde lo sensorial.

Luego del apagón inicial descrito en las primeras líneas, Lilith se desliza en penumbras por el escenario. Agachada, vestida de negro y cascabeles, con tocado y maquillaje que rondan lo fantástico, sexo al descubierto, sus movimientos y su voz son una especie de analogía a la serpiente bíblica, o al verdadero yo del personaje, probablemente el menos convencional de todos, el peor juzgado, y por consecuencia el más oscuro. Segundos después de la mítica aparición, la puesta asume recursos plásticos de excepcional valor: El personaje en proscenio es iluminado por una luz en picado que dibuja al fondo del escenario una sombra descomunal, especie de representación de la enigmática diosa hindú Shiva. El contraste de luces y sombras, la confusa dimensión de las perspectivas atrapan visual e irremediablemente.

A partir de este monólogo, el primero, el personaje alternará el idioma alemán, el francés y el español, ahondando en la pluralidad de la representación de Lilith, de tonos suaves o más severos, con más o menos carga emotiva, perspicaz a veces, ingenua otras. Aunque el personaje se presenta desde las ofensas de quienes lo juzgan, toda la puesta advierte su interés sicológico por ser visto por los otros tal como se ve a sí mismo.

La apropiación de la más clásica forma femenina simboliza esa necesidad en el segundo momento de la puesta, cuando para “contar” su historia ella se desnuda, suelta su pelo, se pone un vestido rojo, y pinta sus labios. Es esa Lilith, despojada de todo misticismo, la que desciende del escenario para interpelar a cada espectador con la mirada, y es esa la que en cada función elige a una persona entre el público para preguntar “¿Qué ves?”, después de poner la mano ajena sobre su costilla izquierda.

El efecto profundamente teatral que inicia la representación se revierte en escenas más realistas, para emerger intacto en momentos sucesivos y llegar a su punto prominente al final de la puesta. En medio de ese ciclo, el personaje se desnuda más de una vez ante el espejo. La desacralización de su cuerpo, la desnudez recurrente, fragmentada a veces, total otras, no es un mero recurso transicional en la puesta, sino forma fundamental de su poética de encuentros y desencuentros.

Es que durante los 50 minutos (aproximadamente) de la representación, el cuerpo de la actriz es su principal herramienta de expresión. La resistencia ante movimientos repetidos, la fortaleza de sus músculos al desnudo, la precisión de sus desplazamientos, todo habla de la ideología y la sicología que conforman al personaje. Sin el dominio físico que Ana Kavalis impone al personaje, su Lilith no sería tan atrayente.

El diálogo entre lo ficcional y lo real se acentúa desde la interacción más directa con el público. El parto de una frutabomba al final, su deglución en pose casi grotesca, aluden claramente a la Electra Garrigó de Virgilio Piñera y por tanto a su asfixiante necesidad de libertad, desde lo fáctico, pero sobre todo desde lo simbólico.

Como otros personajes de Kavalis, Lilith es capaz de pagar su libertad con soledad. Y de paso estremece y cuestiona al público que va a contemplarla en el Espejo, y que termina siendo parte de su imagen.

Otros reflejos de Ana Kavalis

Isla Projekt es el proyecto a través del cual Ana Kavalis expresa sus más profundas inquietudes artísticas. Con una formación danzaria, la también actriz cubana radica en Alemania desde 2004 y muestra en sus creaciones un constante interés por la figura femenina y sus representaciones artísticas.

Su mirada crítica se concentra en identificar y reconstruir estereotipos de las mujeres principalmente a través de seres mitológicos y de otros arquetipos. Algunos de sus unipersonales más reconocidos en este sentido son Eurydike - eine Anatomie des Schattens, Penthesilea y el más reciente Lilith en el Espejo.

Además de las influencias del teatro oriental y sicológico, del performance y de determinados autores de la literatura internacional, una de las poéticas más identificables en su discurso es la del escritor cubano Virgilio Piñera. La creadora ha dicho que el nombre de su proyecto tiene su origen en el poema “La Isla en Peso”, acaso el más conocido del escritor, y tanto en sus video-performance como en sus unipersonales se apropia de símbolos y expresiones acuñados explícitamente por la poética piñeriana.

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