Granma.- Este 25 de diciembre se cumplió el aniversario 55 del vil asesinato de 23 jóvenes revolucionarios, que conmovió al pueblo cubano y específicamente a los municipios de la costa norte de Oriente, ya que todos los mártires pertenecían a esta zona.



El hecho es conocido con el nombre de Las Pascuas Sangrientas, otra de las grandes fechorías y repugnantes crímenes cometidos por la tiranía batistiana.

La hiena que ordenó los asesinatos del grupo de hombres honestos y trabajadores, fue Fermín Cowley Gallegos, quien cumplía órdenes expresas del tirano.

La dictadura pretendió dar "un escarmiento" a la rebelde juventud oriental, que unas semanas antes se había pronunciado contra el régimen con las heroicas acciones del 30 de noviembre de 1956. Los crímenes eran una muestra de la rabia del tirano al verse impotente de apagar la llama revolucionaria prendida con el desembarco del Granma.

Los perros de presa de la dictadura recorrían las calles sedientos de sangre. La mayoría de los simpatizantes con la causa revolucionaria y otros que estaban de lleno trabajando por nuestra liberación, confiados pasaban aquel fatídico día 25 de diciembre de 1956. Uno a uno eran sorprendidos en sus casas, en reuniones familiares o de amigos; otros en la calle y algunos en fiestas bailables. La lista de los desaparecidos se hacía numerosa. Eran todos hombres bien conocidos y queridos del pueblo. Luchadores de siempre por la causa de la libertad y el decoro, los había estudiantes, trabajadores, y muchos que estaban trabajando por derrocar a la dictadura desde las filas del Movimiento 26 de Julio y desde el Partido Socialista Popular.

Al amanecer del día 26 de diciembre aparecían asesinados en localidades de Holguín y Las Tunas. Una ola de indignación invadió a todo el pueblo y aquel hecho criminal no hizo más que aumentar el odio hacia la sangrienta dictadura, simple instrumento al servicio del imperialismo yanki.

Cada uno de los veintitrés asesinados tenía tras sí una historia de dedicación a la revolución y a la patria. Como ellos cayeron asesinados el contador Pedro Miguel Díaz Coello; los dirigentes azucareros Loynaz Hechavarría Cordobés, Alejo Tomás López, Enrique Morgan y Héctor Infante Pérez; los tabaqueros Jesús Feliú Leyva, Enrique Casals Villareal y William Aguilera Ochoa; los obreros agrícolas Antonio Concepción Perodín, José Marcial Pérez Cruz, José Mendoza García, Isaac Hernández Oliver; el obrero de la Nicaro Nickel Company Rafael Orejón Forment; el dirigente de los ómnibus Luis Peña Mantínez; el enfermero Ramón Téllez Peña; trabajadores como Luis Sera Moreno, Gilberto González Rojas, Ángel Valero Consuegra, Aquiles Espinosa Salgado, Thelmo Esperance Lavielle, Pelayo Cusidó Torres, Silverio Núñez Hernández y Armando Guzmán Guide.

El régimen pretendía de esta forma liquidar el movimiento revolucionario en el norte de Oriente, ante el temor de nuevas acciones y en previsión de un posible desembarco insurreccional por esa región, así como para tratar de privar de toda ayuda al pequeño grupo guerrillero que, luego del duro revés de Alegría de Pío, había sido organizado por Fidel en las montañas de la Sierra Maestra.

Pero los asesinatos que enlutaron decenas de hogares, lejos de detener el desarrollo victorioso de la Revolución, hicieron más firme la decisión de vencer en los revolucionarios cubanos.

"No podremos olvidar —dijo Fidel en el acto conmemorativo del 50 aniversario del primer partido marxista-Leninista de Cuba— aquellos días aciagos que siguieron al desembarco del Granma en 1956, cuando se producen aquellas navidades sangrientas en que numerosísimos revolucionarios fueron asesinados en la provincia de Oriente y, entre ellos, un gran número de militantes comunistas. No podremos olvidar aquellas impresiones, cuando se desataba el crimen contra el pueblo, cuando se desataba el crimen contra nuestros compañeros prisioneros, contra los luchadores revolucionarios y contra los comunistas, en aquellos días en que sólo éramos un reducido puñado de hombres."

Y no deberemos olvidar jamás, porque todavía esa barbarie alimenta a los batistianos que hoy dirigen la mafia terrorista en Miami y sueñan con la posibilidad de repetir aquellos actos monstruosos, cuando en no pocas oportunidades han pedido "tres días de licencia para matar" si lograran destruir a la Revolución cubana.

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