María Elena Alvarez Ponce /AIN - Rebelión.- Los sabios dirán que es apenas un abrir y cerrar de ojos en el devenir humano. Pero, quizá porque los mortales solemos usar nuestra propia vida como vara de medir el tiempo, cumplir 50 tiene siempre visos de suceso, mucho más cuando se ha sido protagonista de buena parte de la historia escrita en ese medio siglo. Y tal es el caso de la Unión de Jóvenes Comunistas.


No repetiré lo que otros han dicho antes e infinitamente mejor. Ni el más inspirado elogio a la organización de vanguardia de la juventud cubana podría superar las palabras de Raúl hace más de un año, en la clausura del VI Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

“Esta Revolución es obra del sacrificio de la juventud cubana: obrera, campesina, estudiantil, intelectual, militar; de todos los jóvenes en todas las épocas que les han tocado vivir y luchar”, afirmó entonces el General Presidente, al consagrar a los “pinos nuevos” la celebración de 50 años de proclamado el Socialismo como cauce e inexorable destino de la Revolución cubana, y de la victoria de la moral, la razón y las ideas, incluso más que de las propias armas, en las arenas de Playa Girón.

Y es a todos esos jóvenes que, generación tras generación, han hecho posible la obra de estos años, que dedica la Juventud Comunista la conmemoración de este cuatro de abril, fiesta del pueblo, que hará de cada colectivo de trabajo y estudio uno más entre los tantos hogares, donde con la casa llena se celebran los cumpleaños en familia.

Sí, medio siglo no es poca cosa y completar la “media rueda” inevitablemente nos lleva a mirar atrás para repasar lo hecho y vivido, y también adelante, para meditar en lo que aún hemos de hacer. Y no hay que ser hermeneuta para advertir esa mirada bidireccional en el “50 de Vanguardia. ¡Vamos por más!” pensado, palabra por palabra, para tan feliz ocasión.

Ir por más sugiere mucho. Significa, ante todo, comprensión de que, como nunca, este tiempo exige de la Unión de Jóvenes Comunistas y sus militantes estar, ser y actuar como vanguardia. Ejemplaridad, disciplina, consagración, combatividad, resultados y una sólida preparación, resultan premisas indispensables para movilizar y liderar a sus coetáneos y contribuir a su formación.

Y, como nunca, Cuba necesita hoy de sus jóvenes: de sus energías, pasión, voluntad, altruismo, talento, capacidad de entrega, alegría, pureza, rebeldía, firmeza, mente abierta; de su espíritu emprendedor, revolucionario por naturaleza y tan ajeno a la inercia, los dogmas y el conformismo. Necesita, incluso, de su terquedad, impaciencia, temeridad, impetuosidad e irreverencia.

“Si los jóvenes fallan, todo fallará”, advirtió Fidel casi un lustro atrás y, como Fidel, creemos en los jóvenes. Pero, justo porque está en juego todo y por la responsabilidad que tenemos los adultos en su formación y destino, no alcanza aquí un voto de confianza. Debemos asegurar y asegurarnos de que no fallarán.

Toda tarea precisa entrenamiento. Esa continuidad histórica de la Revolución de la que tanto se habla, no es una misión hipotética ni para quién sabe cuándo. El futuro es y se construye y decide ahora, y en el trecho que recorremos juntos, hemos de prepararlos y ponerlos a prueba, sin paternalismos, ni aquel que de todo exime ni el que otorga, tolera y justifica todo.

Verdad es que ese espejo que somos sus mayores y en el cual se miran ellos, refleja muchas veces más defectos que virtudes.

Conciencia, valores, sentimientos, convicciones y principios, se siembran y cultivan en ese largo aprendizaje que es la vida, y más que pedirles y desear que sean buenos, hay que enseñarles a distinguir, practicar y amar el bien, con la fuerza del ejemplo, en el hogar, la escuela, el colectivo laboral, en todas partes, que la misión de educar convierte todo en forja y a todos en maestros.

Como La Colmenita, preguntémonos qué más y cuánto mejor podemos hacer cada cual y cada día y sí, vayamos por más, la juventud de hoy y su vanguardia política, los que la concibieron y fundaron, medio siglo atrás, y quienes la hemos visto crecer y en ella crecimos en estos años.

Unidos, festejemos este día de júbilo y sumémosle abriles de primavera a la Revolución, para que sea eternamente tan joven como esas manos que, una generación tras otra, no han cesado de tejer la utopía posible.

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