Octavio Fraga Guerra.- El talento y la obra de este genio de la música cubana es imposible de “acopiar” en pocos apuntes. Este grande de la cultura cubana y universal, exhibe una discografía que rompe todos los moldes del tiempo. Sesenta discos y más de veinte participaciones en otras producciones, son más que suficientes para encumbrar su condición de artista de excepcional talento.


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Premio Nacional de la Música Cubana, Doctor Honoris Causa en varias Universidades del mundo y merecedor de la medalla Félix Valera, -máxima distinción de la Cultura Cubana-, son algunos de los muchos reconocimientos obtenidos por el Maestro, que sigue haciendo de la música su “labor necesaria”.

De su discografía se impone tomar nota de: “Misa Negra” (1968); “Contradanza” (1968); Cien años de juventud (1979); Las Margaritas, (1981); Crisol of Havana con Roy Hargrove; Latin Jazz (obtuvo premio Grammy 1997); Homenaje a Peruchín, (1990), Live at village vanguard (obtuvo Grammy 2000).

En el año 2006, Chucho Valdés fue nombrado Embajador de Buena Voluntad de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

“Dejando a un lado” los honores y la gloria. Chucho Valdés sabe conjugar versatilidad, repertorio y una probada vocación de aglutinar instrumentistas de magistral recorrido y dominio del “oficio”. Les dirige con esa “fragilidad” que le dan sus manos de enormes dimensiones, rompiendo los tópicos de todas estructuras mentales en torno a un músico. Su descomunal estatura pone en entredicho todo calibrado estereotipo de músico delgado, de piel etrusca y acento anglosajón.

Se mueve con soltura con un excelso bolero, una contradanza, un son o ese jazz, que su piano pone al borde del colapso ante la fuga de una nota mal construida. Su mirada atiza el error y salva la nota, con trazos que acarician los “versos de las teclas” en clara señal de hacer “voz”, ritmo y compas ante una descarga inusitada.

Las plazas y los escenarios más exigentes del mundo han sabido tomar de su arte. El arte del Caribe –su arte-, se sirve del mar, de la brisa, del silencio y de las múltiples mezclas culturales que la “adornan”.

El gran músico Chucho Valdés, va rehaciendo los ingenios mutilados en medio de sonidos sordos gestados entre los clamores de la electrónica y la música tecno. O esa balada insulsa y mediocre, que parece inundarlo todo –y lo inunda-, con textos engolados compuestos al milímetro, como si fueran “teoremas, integrales o derivadas” escritas para una obra de ingeniería civil.

La genialidad de Chucho, está en su capacidad y su voluntad de saber tomarlo todo. De discernir la hojarasca y construir su propio sello. Toma de las raíces que le dieron sentido y futuro a la cultura cubana. Esas son las “naves” por donde navega su ingenio.

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