Néstor García Iturbe - Otras Visiones Políticas.- El libro Preludio de Girón lo comencé a escribir en 1993 y se publicó  por la Editorial Rio Piedras de Puerto Rico en 1995.


El análisis de toda una serie de documentos desclasificados  por el gobierno de Estados Unidos y otros, que por ciertas circunstancias llegaron a mis manos, todos ellos relacionados con los preparativos para la invasión a nuestra patria, (de ahí la utilización de la palabra preludio),  me impulsaron en este ejercicio literario, que decidí presentar en forma de novela histórica para hacer su lectura mas agradable y poder introducir informaciones obtenidas de los documentos que no se habían desclasificado, aunque los personajes, situaciones y documentos mencionados se ajustan a la realidad.

No les puedo asegurar que mi libro “Preludio de Girón” refleje el contenido del Volumen V del informe de la CIA sobre el descalabro de la invasión a Bahía de Cochinos, escrito por Jack Pfeiffer, en 1981.

Este es el volumen que no se ha desclasificado,  el cual se le está negando al National Security Archives, según la jueza federal Gladys Kessler, por considerarlo protegido por el llamado “privilegio del proceso deliberativo, y por lo tanto exento de cualquier divulgación”. Sin embargo, algunos de los documentos desclasificados que llegaron a mis manos se refieren a las discusiones internas que se llevaron a cabo después del fracaso, por lo que es posible que algo de esto se refleje en la obra.

Voy a presentarles a ustedes, de forma resumida, una serie de hechos que  más ampliamente se exponen en el libro, con el propósito de  trasladarles los aspectos que considero de mayor importancia de los que se  incluyen en la mencionada obra.

El análisis  de la situación  comienza por el momento en que el entonces presidente de Estados Unidos,  General Dwight D. Eisenhower (Ike), el 17 de mayo de 1960, a propuesta del Director de la Comunidad de Inteligencia estadounidense, firmó el Plan de Operaciones Encubiertas contra Cuba.

El propósito de dicho Plan  era destruir la Revolución Cubana. Este comprendía, sabotajes, destrucción, presiones y aislamiento político y económico, además de otras acciones que incluían la creación de un frente de resistencia en las montañas de Cuba y el asesinato de Fidel, Raúl y los principales dirigentes revolucionarios.

Dentro de las instrucciones puntuales que impartió Ike estaba que las manos de Estados Unidos no aparecieran por lugar alguno, lo cual como todos sabemos, nunca se ha cumplido, pues las tenebrosas manos aparecen miles de veces en los hechos criminales que se han realizado contra nuestra patria.

En la ejecución de este plan rápidamente  se comenzaron a dar pasos, siendo uno de los primeros el crear  lo que fue denominado Consejo Revolucionario en el Exilio, con el fin de que fuera ese el que apareciera como organizador y director de todas las actividades.  El Consejo lo subvencionaba y dirigía la Agencia Central de Inteligencia (CIA), que era la coordinadora general del Plan aprobado.

Posteriormente la Agencia comenzó a organizar la llamada “Fuerza de Choque Cubana” que incluía dos programas:

Reclutar cubanos con experiencia militar (que habían pertenecido a las fuerzas armadas de Batista) para prepararlos como instructores en sabotajes, comunicaciones y lucha irregular. (los primeros 30 se entrenaron en bases militares estadounidenses existentes en el Canal de Panamá).

Reclutamiento de 300 cubanos para entrenarlos  con el fin de infiltrarlos en Cuba. La tarea de estos sería  dirigir y apoyar los grupos insurgentes  que se habían comenzado a crear en la Isla.

Dentro de la llamada “Fuerza de Choque Cubana” se incluyó el reclutamiento en Miami de radio operadores, que fueron trasladados a Fort Myers y posteriormente a la isla Useppa
(situada al suroeste de la Florida).

En la isla solamente existía un club de golf, propiedad de Freddie Goudier, conocido agente de la CIA. El club y todas sus instalaciones se pusieron a la disposición del Plan, por lo que  los radio operadores pasaron en el mismo una preparación técnica que duró nueve meses.

En Fort Knox, Texas, se llevó a cabo el entrenamiento de las dotaciones de tanques que pelearon en Girón. Algunos se enfrentaban por primera vez a este tipo de arma, aunque para la preparación también habían seleccionado un número de antiguos miembros del ejército de la dictadura más familiarizados con la misma.

Esta amalgama, formada por  antiguos “casquitos” del ejército batistiano, miembros de los cuerpos represivos de la dictadura y exilados, muchos de ellos de la clase media, que de una manera u otra habían sufrido o conocido las penurias de la lucha contra el régimen dictatorial, cada cierto tiempo provocaba discusiones y problemas internos dentro de aquella tropa.

Todas estas acciones para preparar a parte del personal que participaría en la brigada invasora, se realizó violando las leyes de Estados Unidos, que claramente establecen la ilegalidad de preparar en su territorio a personas con el objetivo de atacar un país al cual no se le ha declarado la guerra.

El 29 de agosto de 1960 llegaron a Guatemala 20 pilotos cubanos procedentes de Opa-Locka en Miami.  El aeropuerto de Retalhuleu estaba aún en construcción, solamente la pista estaba terminada, por lo que los pilotos tuvieron que vivir en naves y casuchas que existían en el lugar. Los instructores estadounidenses se albergaban en el único edificio disponible y con  condiciones para vivir adecuadamente.

La preparación se realizó en el manejo de aparatos B-26, C-46 y C-54, estos últimos traídos de Formosa en un intento de encubrir el origen de los equipos.

La principal actividad a ejecutar era el abastecimiento aéreo  de todo tipo de suministros, armas, municiones, equipos de comunicación y otros a  los grupos que se encontraban en las montañas del Escambray.

Existía en el lugar un verdadero trato discriminatorio hacia los cubanos por parte de los pilotos estadounidenses que vivían en mejores condiciones y utilizaban instalaciones donde los cubanos no podían entrar.  Los cubanos eran calificados como “cubanos de mierda”, más estúpidos que los indios guatemaltecos y totalmente incapaces de hacer algo por si solos.

En noviembre de 1960, durante una reunión del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos se llegó a la conclusión que la lucha en las montañas del Escambray atravesaba una situación difícil. Muchos grupos habían sido eliminados por las milicias y  algunos jefes de estos pedían desesperadamente que los sacaran de Cuba.

Quedaba alguna resistencia, por lo que se acordó enviar más suministros y sacar algunos jefes, para que los otros se vieran forzados a continuar luchando.

El día 8 de diciembre de 1960, en reunión del llamado “Grupo Especial”, constituido por funcionarios del Pentágono, la CIA, el Departamento de Estado y el Consejo Nacional de Seguridad. En aquella reunión la CIA propuso cambiar el concepto de la operación.  Se reconoció el fracaso de los grupos que peleaban en el Escambray y la necesidad de crear una fuerza expedicionaria para lograr el derrocamiento de la Revolución Cubana. La propuesta fue aprobada por el grupo y sometida al presidente, quién también la aprobó.

En la propia reunión la CIA, como coordinadora del Plan y todas sus operaciones, solicitó que el ejército designara oficiales de las Fuerzas Especiales (los conocidos como Boinas Verdes) para entrenar la fuerza expedicionaria. También solicitó se le permitiera utilizar para esta operación una pista de aviación existente en Puerto Cabezas, Nicaragua, que estaba prácticamente bajo el control de la Fuerza Aérea.

El 18 de diciembre se aprobó que la CIA contratara pilotos estadounidenses adicionales para tareas de suministro, transportación de personal y entrenamiento de pilotos, aclarando específicamente que los estadounidenses no debían involucrarse en combates con las fuerzas cubanas. Estos se sumarían  a los que habían estado realizando misiones de suministro a los grupos del Escambray.

Como parte de este proceso, donde con frecuencia se ponían de manifiesto contradicciones e intereses de distintas agencias del gobierno, en una reunión del “Grupo Especial” realizada a fines de diciembre, se suscitó una discusión entre el Pentágono y la CIA sobre si esta última  estaba autorizada o no para organizar una operación paramilitar de esta importancia.  El asunto fue aclarado personalmente por Allen Dulles, en ese momento Director de la Comunidad de Inteligencia y de la CIA, el que planteó  el documento 5412 del Consejo Nacional de Seguridad, otorgaba esas facultades a la Agencia.

Durante los meses de enero y febrero de 1961 se inició el reclutamiento masivo de las fuerzas que debían involucrarse en la invasión, con una meta de 2,500  efectivos. Esta actividad se llevó a cabo  principalmente en la ciudad de Miami. En la medida que se conformaba un grupo este era enviado a los campamentos de entrenamiento en Guatemala coincidiendo esto con la llegada de los instructores a los mismos.

El 24 de enero de 1961 se le explicó el plan al nuevo presidente, John F. Kennedy, el que escuchó atentamente todo lo realizado y los objetivos que se esperaban alcanzar. Sin mucha preguntas Kennedy aprobó se continuara con la operación, solicitó se le mantuviera al tanto de su desarrollo y cualquier dificultad que surgiera para que esta terminara exitosamente.  Aprobado todo por el nuevo presidente, se continuó con las labores de  reclutamiento, organización y preparación de la fuerza expedicionaria.

El 3 de febrero de 1961 la Junta de Jefes del Estado Mayor  emitió el documento JCSM-57-61, donde  reflejó la  evaluación militar de los planes de la CIA para llevar a cabo la operación.  Este documento contó con 17 conclusiones, todas ellas se referían a las grandes posibilidades de éxito que tenía la operación. (Al parecer las diferencias se habían eliminado, al menos por el momento)

Se planteaba que el asalto aerotransportado no tendría oposición alguna, que a los cubanos le tomaría como mínimo dos días  trasladar fuerzas de importancia a la zona de desembarco, lo que permitiría mantener una cabeza de playa en manos de las fuerzas expedicionarias durante el tiempo necesario para que un número de países, incluyendo Estados Unidos, reconocieran al nuevo gobierno y enviaran sus tropas en ayuda del mismo.

Otra de las conclusiones, también equivocada, planteaba que los factores políticos indicaban el desembarco sería apoyado por un alzamiento popular, al principio cerca de 30,000 personas, que se sumarían a las fuerzas expedicionarias, después serían muchas más.  Hasta aquí un resumen de la evaluación del Pentágono.

Se discutió la fecha de inicio de la operaciones, que inicialmente se había fijado para el día 5 de marzo, pero se consideró no habían condiciones para el inicio de las hostilidades y se pospuso la fecha por un mes.

El 10 de marzo de 1961 se produjo otro documento, el JCSM-146-61 en el que la Junta de Jefes del Estado Mayor  dictaminaba que “desde el punto de vista militar, tomando en consideración que esta pequeña fuerza invasora mantendría la iniciativa hasta que las fuerzas cubanas localizaran el sitio del desembarco” se consideraba el plan tendría éxito, aunque el éxito final estaría en la medida que la propia invasión estimulara a otros elementos existentes en Cuba para que se sumaran a la misma. Dicho documento se leyó en la reunión del Grupo Especial del día 11 de marzo.

En estos momentos se describió la operación de forma general, comenzando con la  infiltración anfibia nocturna, la sorpresa acompañada por la utilización de la fuerza aérea, realizar dos desembarcos sucesivos, el primero de carácter diversionista y 24  horas más tarde el de la fuerza principal, ocupar una cabeza de playa y mantenerla durante algunos días para que el gobierno provisional pudiera ser reconocido por varios países.

En dicha reunión Kennedy pidió  se modificara el Plan, de forma tal que fuera menos espectacular, ya que lo propuesto semejaba un desembarco anfibio al tipo de la Segunda Guerra Mundial. Las acciones que se llevarían a cabo, de acuerdo con la orientación del presidente, debían  permitir creer era una operación organizada por  grupos de exilados cubanos.

Las nuevas alternativas fueron presentadas por la CIA al presidente el 16 de marzo. En adición a las variantes de tipo militar, también  le presentaron otras en cuanto al lugar para el desembarco.  Además de Trinidad, que era el lugar seleccionado hasta ese momento, pero donde consideraban habría una fuerte oposición por parte de las milicias, se propusieron también Isla de Pinos, la Península de Zapata y Preston, en la costa norte de Oriente.

En definitiva se consideró que la Península de Zapata era un lugar que ofrecía ventajas por su aislamiento y posibilidades de resistir, aunque también implicaba  riesgos para la operación. Se analizaron distintos factores, se pidió un análisis más profundo del asunto y  no se tomó la decisión en aquel momento.

Dentro de los elementos que se tomaron en consideración para la toma de decisión, podemos contar los informes de inteligencia que en aquellos días estaban circulando.

El Suplemento al Compendio Actualizado de Inteligencia del 2 de marzo y el resumen Informativo      CS-3/467,630 del 10 de marzo, señalaban la falta de apoyo a la revolución por parte de los ciudadanos y la explosiva situación interna existente en Cuba, todo esto principalmente como consecuencia de la falta de abastecimiento a la población. Se planteaba además que los grupos del Escambray estaban teniendo éxito y  recibían apoyo de la población.

Por otro lado Sherman Kent, presidente de la Junta Nacional de Estimados de Inteligencia, en su informe secreto, también del día 10 de marzo, presentaba una situación bastante distinta.    Señalaba que en la medida que el tiempo pasaba la Revolución Cubana se fortalecía en vez de debilitarse.  La actividad de los grupos en el Escambray estaba en proceso de liquidación. Los planteamientos de la oposición sobre la realización de sabotajes, malestar y problemas económicos no se observaban de forma evidente, por el contrario, la situación interna cada día se consolidaba más al igual que el control del gobierno sobre la vida nacional.  El informe de Kent no fue tomado en consideración pues el otro convenía más al curso que se quería dar a  los acontecimientos.

El día 29 de marzo se reunió nuevamente el “Grupo Especial” con la presencia de  la Junta de Jefes del Estado Mayor. Entre los puntos analizados se encontraba la fecha de la invasión, que se fijó inicialmente para el 10 de abril, después de algunas consideraciones para el 15 y finalmente, a petición de la CIA, para  poder garantiza las condiciones necesarias en Cuba, se acordó fuera el día 17.

Después de una amplia discusión y argumentos a favor y en contra, se acordó definitivamente que la invasión se efectuara  por la Península de Zapata.

El movimiento de tropas de los campamentos a los puertos de embarque se inició el día 10 de abril, el primer barco de la expedición zarpó el día 11  y el día 13 salió el último.

Los barcos para la expedición fueron el Blagar, Caribe, Barbara J, Atlántico, Houston y Rio Escondido, todos propiedad de la García Line Corporation.    El dueño de esta línea era Alfredo García y delegó en su hijo Eduardo para que cerrara el trato con la CIA, como había hecho en oportunidades anteriores en que la empresa había trabajado con la agencia.

Los barcos cargaron municiones, gasolina de aviación y otros pertrechos en los puertos de New Orleans y Mobile, Alabama. De ahí salieron para Centro América, a un puerto que  inicialmente desconocían, el cual  les fue informado cuando estaban en alta mar. Después de recoger las fuerzas expedicionarias zarparon hacia el Caribe,  navegaron durante casi un día, hasta que  se les dijo que el destino final era la Península de Zapata, en Cuba.

Como forma de mostrar sus simpatías hacia la agencia de espionaje, García planteó que cobraría solamente al precio de costo, 600 dólares diarios por barco.  No se firmó contrato de arrendamiento ni de seguro marítimo debido al tipo de carga y  lo secreto de la operación. En fin la García Line Corporation tuvo una pérdida total.

Antes de que llegara el primer invasor a suelo cubano llegaron los hombres rana que tenían la tarea del marcaje de la zona de desembarco y si era necesario alguna acción contra cualquier resistencia que encontraran.

Este equipo de hombres fue seleccionado y preparado por los oficiales de la CIA Grayston Lynch y William Robertson.  La preparación de estos hombres se realizó en Nueva Orleans y la base de operaciones en uno de los campamentos secretos de la CIA, en Cayo Hueso.

Operaban desde el muelle donde antiguamente salía el ferry que comunicaba Cayo Hueso con La Habana. Se habilitó uno de los almacenes existentes en el lugar bajo el manto de una compañía dedicada a la exploración de petróleo y la prospección geológica que nombraron Mineral Carriers Limited.

La compañía contaba con dos embarcaciones, el Barbara J y  Blagar que posteriormente estuvieron presentes en el desembarco. Se había planteado que la tripulación de estas embarcaciones solamente estuviera formada por cubanos, sin embargo al crearse dificultades y diferencias entre este personal, la Marina de Guerra envió algunos miembros del Servicio de Transportación Militar Marítima para que sustituyeran a los revoltosos.

De mas está decir que esto, más todas las actividades que se realizaron en territorio estadounidense, representan una seria violación a las leyes y Constitución de Estados Unidos, por lo cual nadie fue juzgado ni responsabilizado.

El apoyo aéreo para la invasión inicialmente lo compusieron 15 aparatos  B-26, lo cual consideraban suficiente, pues el plan era destruir en tierra la  mayor parte de la fuerza aérea cubana, ya afectada por falta de piezas de repuesto y otros suministros.

Los pilotos fueron reclutados a principios de enero de 1961 en Birmingham, Alabama, en cooperación con el General Reid Duster, jefe de la Guardia Aérea de dicho  estado, conocida como la 117 Ala Táctica de Reconocimiento de Alabama.  Aunque inicialmente se trató de ocultar a los pilotos cual era la agencia responsabilizada con la misión, finalmente se les informó  que era la CIA.

Después de reclutados se les concentró en el Hotel Mc Alister de Miami, donde se les sometió al polígrafo.  Terminada la prueba, los pilotos de B-26 salieron para Guatemala y los de C-54 para Fort Lauderdale en la Florida, donde se alojaron en el Hotel Harding, a tres cuadras de la playa.

La preparación de estos últimos fue intensa e incluyó el aterrizaje nocturno en un pequeño aeropuerto de pista corta y estrecha que carecía de luces nocturnas, el Everglades International, algo similar a las condiciones existentes en el de la Península de Zapata.

Terminada la preparación los pilotos de C-54 se trasladaron a Miami, donde se hospedaron en el Hotel Gateway, de ahí salieron para la base de Retalhuleu. Posteriormente un grupo de ellos salió para Puerto Cabezas.

El salario de los pilotos se pagó por medio de la cuenta para operaciones  especiales que la CIA tenía en un banco de St. Louis, Missouri.  Se emitían transferencias bancarias para no dejar rastro con cheques.

Cuando el mando estadounidense  conoció que la fuerza aérea cubana no había sido destruida totalmente y  la misma contaba con dos aviones T-33, orientaron preparar de inmediato dos aviones caza Lockheed para utilizarlos en las operaciones.  Para pilotear estos aviones fueron contratados los pilotos Joe Hinkle y Ron Smith.

Dentro de las acciones adicionales de preparación, debido a la presencia y daño que estaba causando la fuerza aérea cubana, el día 18 de abril se mandaron a preparar seis aviones P-51 Mustang de la fuerza aérea nicaragüense que de forma urgente fueron trasladados a Puerto Cabezas y borradas sus insignias. El día 19  comenzó la preparación de  un grupo de pilotos cubanos  exilados para manejar estos aparatos, pero nunca llegaron a salir, ya  en aquellos momentos la invasión mercenaria estaba derrotada.

Se destinó una flotilla para el apoyo que se había planificado brindar a la expedición. La misma estaba compuesta por el portaaviones Essex, bajo las órdenes del Capitán S.S. Searcy  con sus barcos escolta, el destructor Eaton bajo el mando del Capitán Peter Perkins y el LSD San Marcos.  De todos estos navíos, según los documentos desclasificados, únicamente el San Marcos estuvo activo, primero durante el momento del desembarco y posteriormente para tratar de reembarcar a todo aquel que pudieran.

Puede decirse que la prensa dio una amplia cobertura a los preparativos para la invasión. El 30 de octubre el diario La Hora de Guatemala publicó un artículo denunciando  la construcción por la CIA de la base aérea de Retalhuleu y que en la misma se entrenaban tropas que posteriormente desembarcarían en Cuba.

El 19 de noviembre la revista The Nation publicó un artículo sobre Retalhuleu titulado ¿Estamos entrenando guerrillas cubanas?

El 10 de enero el New York Times, sobre el mismo asunto, publicó un artículo  que incluía un mapa de la “base secreta en Guatemala” y describía el tipo de entrenamiento que estaba impartiéndose a los cubanos por instructores estadounidenses existentes en el lugar.

Pocos días después el Daily News publicó una serie de artículos donde mencionaba la preparación de 6,000 efectivos que desembarcarían en las costas cubanas.

En el mes de enero de 1961 se organizo una “visita secreta” a los campamentos, a la que asistieron Antonio de Varona y el Dr. Antonio Maceo, en representación del Consejo Revolucionario en el Exilio, acompañados por el oficial de la CIA, Howard Hunt.

Se les habló a los visitantes sobre la necesaria discreción  en relación con la visita, la ubicación del campamento, la cantidad de efectivos, el tipo de preparación y sus características. Al regresar el grupo a Mami, las noticias  relacionadas con la visita e inclusive fotos de la misma estaban en casi todos los periódicos.

Como parte de la operación y de la creación de condiciones en Cuba, sobre lo cual estaba trabajando la CIA, desde finales de 1960, se había comenzado el reclutamiento y preparación de personal especializado que después de su llegada a Cuba, se dedicaría a formar redes de inteligencia para recopilar información, apoyar la lucha en el Escambray, entrenar agentes que actuarían en distintas ciudades en labores de sabotaje, colocación de explosivos y el desarrollo de la subversión interna.

El entrenamiento de este grupo se realizó en  instalaciones estadounidenses situadas en  la Zona del Canal de Panamá.

El 4 de febrero de 1961, un grupo de 15 hombres que habían terminado la preparación salieron de Panamá hacia Virginia en un avión DC-3 que aterrizó en una base de la Marina de Guerra. De allí salieron para Baltimore donde la CIA perfiló la leyenda y documentación correspondiente  a cada uno y determinó los lugares en Cuba donde realizarían su actividad.

Utilizaron colaboradores en Universidades y distintas empresas, con el fin de documentarlos, crearles el manto correspondiente y preparados para explicar el motivo de su regreso a Cuba, la entrada de los agentes  se realizó utilizando los vuelos comerciales de Cubana de Aviación . A fines de febrero ya todos estaban en la isla.

Otro grupo de veinte agentes, que también habían terminado el período de preparación fueron llevados de Panamá a un viejo motel cercano a la base aérea de Homstead en la Florida.  Allí permanecieron, bajo la tutela de tres oficiales de la CIA que se preocuparon por mantenerlos en forma y que no perdieran las habilidades ganadas durante el entrenamiento. A mediados de febrero se preparó la infiltración de estos.

El primer grupo de cinco recibió documentación falsa y dos mil pesos cubanos.  Salieron de un muelle en Cayo Hueso en una lancha rápida modelo V-20, capitaneada por el cubano Eugenio Martínez, conocido por “Musculito”. Fue necesario realizar varios viajes para logra éxito en la infiltración. En el séptimo viaje el grupo pudo desembarcar en Arcos de Canasí, entre La Habana y Matanzas.

Los grupos continuaron saliendo, a pesar de las dificultades y deficiencias. Junto con el personal llegaron gran cantidad de armas y explosivos, además de dinero cubano falsificado, más de dos millones de pesos. Los grupos llegaban a la zona de desembarco, los recibían, los organizaban por destino y de inmediato  el personal continuaba hacia las distintas provincias.  Se pudieron organizar cinco grupos de resistencia compuestos por más de cien personas, que contaban con treinta casas de seguridad.

La actividad de estos grupos fue neutralizada en su casi  totalidad, pues dentro de los miembros de los equipos que se formaron en Cuba había unos cuantos agentes de la Seguridad del Estado cubana y cuando comenzó la invasión prácticamente todos sus miembros fueron detenidos.

Algunos de los infiltrados trataron de cumplir las misiones que la CIA les había encomendado, pero aunque continuaban en libertad les resultó imposible materializar estas.

De acuerdo con lo planteado por la CIA, después del descalabro de Bahía de Cochinos, aún quedaban en Cuba seis grupos operativos que con muchas dificultades se mantenían en la clandestinidad. En casi todos quedaba sin detener el jefe y uno o dos miembros.  Se mantenían las comunicaciones radiales y los agentes pedían salir del país lo antes posible.  La CIA orientó pasar a la inactividad, no hacer nuevos contactos, no realizar acción alguna y esperar nuevas instrucciones.

El fracaso de la operación fue investigado por orden del presidente Kennedy, el que formó lo que inicialmente se denominó Junta Investigadora de la Operación Cubana, presidida  por el General Maxwell D. Taylor, de la Junta de Jefes del Estado Mayor, integrada además por el Fiscal General, Robert Kennedy, el Almirante Arleigh Burke y el Director de la CIA, Allen Dulles.

La Junta inició sus sesiones el día 22 de abril bajo la denominación que se le había dado. Dentro del resto del personal que participó en estas reuniones estuvo el Coronel Michael J. Ingélido, encargado de tomar el acta de las reuniones y James E. Flannery, oficial de la CIA, encargado de atender los conflictos  y coordinaciones inter agencias.

El día 24 de abril, en la segunda sesión de trabajo, se anunció el cambio de nombre a la Junta Investigadora, pues a la actividad no se le quería dar el carácter de investigación y por eso, de ese momento en adelante, se denominaría el Grupo Verde de Estudio.

Aquellas reuniones, a las que no se les quería dar el carácter de investigación, resultaron una verdadera inquisición para la CIA, no solamente porque en repetidas oportunidades se cuestionaron los procedimientos empleados por la agencia, sino también la capacidad de la misma para desarrollar acciones de alta complejidad  como la que se estaba analizando.

Pudiera decirse que algunos de los que comparecieron ante este Grupo de Estudio aprovecharon la oportunidad para cobrarle a la CIA algunas cuentas pendientes, aprovechando que en ese momento la agencia se encontraba en desgracia y no podía hacer gala de la prepotencia con que regularmente trataba otros órganos del gobierno y de la propia Comunidad de Inteligencia estadounidense.

Dentro de los que comparecieron ante el Grupo de Estudio estuvo el General David W.Gray que explicó las medidas que se habían tomado en caso de que Cuba contestara la agresión, atacando con el remanente de su aviación algunos puntos del territorio sureño estadounidense.  Esto había originado se confeccionara un plan de defensa que se denominó “Southern Tip”.

Gray recordó su propuesta para acabar con Cuba, lo que solamente podía lograrse con la intervención directa de las fuerzas armadas estadounidenses y a un costo considerable de vidas. Expresó que cuando la Comisión del Pentágono remitida por el presidente Kennedy a la CIA para revisar  la factibilidad militar de los planes de invasión, solicitó estos,   lo único que le mostro la CIA fue un mapa de Cuba  y una explicación verbal de las acciones a realizar, todo lo cual daba la idea de algo pensado superficialmente y elaborado sobre bases poco concretas.

Otro que testificó, de forma mucho mas descarnada fue el General Shoup, de la Infantería de Marina.  Este dijo que el Plan no era serio, incluía condicionales que dejaban una buena parte a la voluntad de Dios. Terminó diciendo que si una operación como esa se podía realizar con ese tipo de fuerza,  nivel de entrenamiento y conocimiento de la situación operativa, entonces la Infantería de Marina estaba perdiendo el tiempo y cada cuatro meses podía coger tres de vacaciones. Para finalizar ratificó el criterio del General Gray de que solamente con una intervención directa de las fuerzas estadounidenses se podía pensar en derrocar al gobierno de Cuba.

El Almirante Burke estuvo hablando cerca de quince minutos. Calificó el plan de errático, débil, lleno de problemas y de lagunas que conspiraban contra el éxito de la operación. En su criterio, unos cuantos acorazados bombardeando la costa hubieran dejado varios kilómetros totalmente limpios y el desembarco se hubiera realizado sin mayores contratiempos.

La CIA también aprovechó la oportunidad para defenderse, en este caso planteando los problemas que habían tenido con el Coronel Fletcher Prouty, encargado de las relaciones entre el Pentágono y la CIA, que constantemente ponía obstáculos para entregar los medios que se solicitaban, en especial los aviones, que finalmente la CIA tuvo que pagar al Pentágono, no recibirlos en calidad de préstamo como habían pedido.

La solicitud de la CIA a las Fuerzas Especiales del Ejército, realizada por medio del oficial Dick Drain, de que los Boinas Verdes facilitaran veintisiete sargentos para el entrenamiento del personal de la brigada, requirió la aprobación del propio presidente Eisenhower y cuando este lo aprobó, Wilbur Brucker, Secretario del Ejército y el General Edward Lansdale se demoraron en cumplirlo.

Sobre este asunto, en la propia reunión, el Sub Secretario de Defensa, James Douglas expresó que en todo momento había planteado su cuestionamiento a los planes de invasión por considerar se necesitaban muchos más efectivos y medios, recordando que en una reunión con Dulles y el presidente planteó quería desasociar al Departamento del Ejército de dichos planes.

Estas desavenencias entre agencias del gobierno de Estados Unidos, unidas al poder que en esos momentos tenía la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para realizar operaciones de todo tipo, incluyendo  asesinatos, nos da una idea de lo que se expresa en el famoso volumen V que se plantea está  protegido por el llamado “privilegio del proceso deliberativo, y por lo tanto exento de cualquier divulgación”.

Esta operación, organizada por la CIA, con el apoyo del Pentágono y  la supervisión del los más altos niveles en el gobierno de Estados Unidos, con todos los medios necesarios para librar una fuerte batalla, resultó en definitiva el mayor descalabro militar de Estados Unidos en América Latina.

En menos de 72 horas la expedición mercenaria fue derrotada, el pueblo cubano dio muestras de su determinación y heroísmo, especialmente cuando  se pone en juego la soberanía de nuestra nación.

Una vez más se hicieron  realidad las palabras del Mayor General  Antonio Maceo, cuando dijo que:

“El que intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha”.

Muchas gracias.

* Conferencia "Girón. La historia no contada", impartida en  "Viernes de Conferencia ", evento organizado, el 25 de mayo de 2012,  por  la Unión  Nacional de Historiadores de Cuba  (UNHIC)

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