Oscar Zanetti Lecuona - Revista Temas.- Como suele suceder con las conmemoraciones trascendentes, el aniversario 50 de la Revolución cubana ha tenido una importante secuela bibliográfica; más nutrida, por cierto, en otras latitudes que en nuestro propio ámbito insular. Algunos de esos textos se proyectan sobre ciertas cuestiones —ideología, nacionalismo, liderazgo, etc.— que sus autores consideran claves para la comprensión del fenómeno revolucionario en Cuba, mientras otros se han acercado a este con una más amplia perspectiva histórica. Entre esas últimas obras destaca, por más de una razón, A History of the Cuban Revolution,* que acaba de publicar Aviva Chomsky.

 


Se trata de una autora familiarizada con la historia cubana desde hace casi dos décadas, cuando al concluir su monografía —y también tesis doctoral— sobre el empleo de los inmigrantes de las Antillas británicas por la United Fruit Company en Costa Rica, se despertó su interés por comparar dicho proceso con el uso de braceros antillanos por ese monopolio frutero en Cuba, donde la compañía había poseído extensas plantaciones cañeras y dos centrales azucareros. Fruto de aquellos primeros contactos fue un artículo sobre las consecuencias de la represión al Partido de los Independientes de Color en 1912, interesante reflexión sobre las relaciones entre lo racial y lo nacional que, más adelante, alentaría una compilación de trabajos sobre las diversas manifestaciones de ese problema en Centroamérica y el Caribe. Su dedicación a la enseñanza universitaria —imparte Historia de América Latina y otras disciplinas en Salem State University, en Nueva Inglaterra, Estados Unidos— la animó a otro esfuerzo similar, aunque de clara finalidad docente, y preparó, junto a dos colegas, una compilación, The Cuba Reader, probablemente la más amplia e ilustrativa selección de textos sobre la historia de Cuba de que pueda disponerse hoy en lengua inglesa.1

 

El propósito instructivo, de amplia difusión, resulta, asimismo, igualmente explícito en Historia de la Revolución cubana que ahora nos entrega: breve y penetrante síntesis de apenas doscientas cuarenta páginas. Abarcar en espacio tan limitado un proceso complejo, ya relativamente dilatado y por demás reciente, constituía sin dudas un reto formidable, del cual la autora se propuso salir airosa haciendo gala de una notable flexibilidad para la organización del texto. Historia al fin, la obra no podía prescindir del desenvolvimiento cronológico de los procesos, óptica que, sin embargo, siempre entraña el riesgo de abundar en detalles. Quizás por ello, las consideraciones temporales en la estructura general del libro no han podido ser más escuetas: tras un mínimo primer capítulo destinado a ofrecer los antecedentes históricos imprescindibles, la autora establece dos grandes etapas en el desarrollo de la Revolución: la primera desde el triunfo de 1959 hasta finales de los años 80, a la cual dedica seis capítulos y casi dos tercios del contenido total; y una segunda, desde los inicios del llamado Período especial hasta la actualidad. Los capítulos definidos en cada uno de estos dos «tiempos» poseen un perfil temático, por más que al desarrollar sus asuntos tampoco descuiden la secuencia temporal.

Esa organización es, por otra parte, reveladora de la intención de Chomsky: no estamos ante una historia que privilegie el acontecer. Los hechos, incluso hasta lo anecdótico, en modo alguno se hallan ausentes, pero el énfasis se coloca en el análisis y la caracterización de los procesos, operaciones realizadas con el propósito capital de hacer inteligible el presente. Y no a cualquiera; la consideración sartreana de «¿Para quién se escribe?» ha ejercido en la concepción de este libro un papel determinante. El destinatario es, en lo fundamental, el lector norteamericano, y otras personas interesadas, ya formadas en ciertas convenciones, adaptadas a un modo de ver que a menudo puede conducir al prejuicio.

Ello explica por qué, a pesar de verse urgida a economizar espacio, la autora haya hecho preceder su historia por una introducción relativamente extensa, en la cual presenta el estado de los conocimientos sobre Cuba en los Estados Unidos. Para ello hace las necesarias distinciones entre apreciaciones académicas y otros criterios más comunes, formados al calor de intereses políticos. De ahí que considere preciso indicar que un concepto como freedom puede tener un significado distinto según las circunstancias; se trata de problemas de interpretación, derivados de la diversidad de condiciones y las diferencias culturales entre Cuba y los Estados Unidos, que serán advertidos una y otra vez a medida que se avanza en la lectura de la obra.

El capítulo 2 —el primero dedicado al análisis de la historia del período revolucionario— se propone caracterizar la experiencia socialista cubana. El punto de partida es la problemática del desarrollo y la dependencia, así como sus manifestaciones específicas en la Isla. Sobre esa base se trazarán los rasgos dominantes del proyecto revolucionario y sus realizaciones económicas y sociales, siguiendo los altibajos en el transcurso del tiempo y, en particular, las alternativas de acercamiento y distanciamiento respecto al modelo que se diera en llamar «socialismo real». Esto le permite distinguir fases históricas, definir el modo en que se institucionaliza la Revolución, y evaluar el alcance de esa institucionalidad en la conformación de un Estado de derecho, y contrastar el criterio cubano de democracia con el prevaleciente en Norteamérica.

Precisamente al desenvolvimiento de las relaciones cubano-norteamericanas se dedica por entero el capítulo que sigue, encabezado por unos antecedentes históricos que, de acuerdo con Chomsky, presagiaban para la Revolución un conflicto inexorable. El despliegue de la política estadounidense se revisa en breve recuento y da cuenta de sus expresiones armadas más agresivas, que alcanzan en Girón/Bahía de Cochinos el punto culminante —y cuya continuidad se hace patente en la posterior promoción de los sabotajes y el terrorismo—, así como del bloqueo económico y otras modalidades de acoso, sin perder de vista la manipulación por parte de Washington de las fuerzas opositoras de la contrarrevolución en el interior y exterior de Cuba.

Las proyecciones internacionales de la Revolución cubana han sido contempladas en sus dos vertientes contrapuestas: la emigración y el internacionalismo. El capítulo 4 sigue el fenómeno migratorio en diversos momentos, aunque lo observa de manera casi exclusiva en su principal —pero no único— destino norteamericano. En este sentido, destaca su valoración de Miami como enclave del exilio y las implicaciones políticas derivadas de tal condición. El internacionalismo, apreciado sobre todo como una evidencia de la independencia cubana en materia de política exterior, se aquilata tanto en sus expresiones militares como civiles, y se presta particular atención a su práctica en África, cuyas motivaciones históricas y culturales rastrea la autora con mayor detenimiento, probablemente en obsequio al interés que este asunto despierta en el lector negro estadounidense.
Los dos capítulos siguientes se dedican a los procesos sociales y culturales, donde contrastan la diversidad de perspectivas desde la que suelen examinarse esos asuntos. Aviva Chomsky destaca la paradoja que representa, en materia de política cultural, la tendencia democratizadora y de consistente impulso a la creación en todas las áreas de la producción espiritual, y el simultáneo control, en ocasiones muy restrictivo, que se ha ejercido sobre algunas manifestaciones artísticas y literarias. En el plano cultural, sus consideraciones son amplias y comprensivas, de modo que no descuida ni el deporte, ni la cultura política, e incluso se detiene en los problemas socioculturales que han provocado la alimentación y la limitación en los abastecimientos.

Desde el punto de vista social, el interés se coloca en el contraste entre el proyecto igualitario de la Revolución y la diversa naturaleza de la sociedad cubana, lo que pone de manifiesto los problemas que ello ha entrañado tanto para las relaciones entre razas y géneros, como para la sexualidad y las prácticas religiosas. Así, en lo racial, destaca cómo el liderazgo revolucionario centró sus esfuerzos en asegurar las bases legales y estructurales de la igualdad, no obstante lo cual, en la esfera de las mentalidades, han persistido prejuicios que alientan prácticas discriminatorias, situación que guarda similitud con el alcance de los progresos registrados en la condición social de la mujer. Mucho más difícil ha sido el camino que conduce al reconocimiento de la igualdad en materia de orientación sexual y también en el campo religioso, afectado en los años iniciales de la Revolución por las manipulaciones políticas y, más adelante, por las concepciones propias de un marxismo esquemático.

La valoración del enorme impacto que tuvieron la desaparición de la Unión Soviética y la quiebra del modelo socialista europeo sobre las distintas esferas de la realidad cubana da inicio al examen de la etapa más reciente del proceso revolucionario. Este análisis se extiende de inmediato al estudio de las medidas adoptadas para enfrentarlo. Acciones tales como legalizar la circulación del dólar y el subsiguiente incremento de las remesas de los emigrados, la ampliación de la actividad mercantil, la creación de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa y otros cambios posteriores en el sector agrícola, las mayores facilidades a la inversión extrajera o el crecimiento del turismo, son recorridas, con gran atención sobre sus efectos sociales.

El acrecentamiento de las desigualdades y sus más nocivas expresiones en fenómenos como el «jineterismo» y la crisis de valores, rupturas tan significativas como la llamada crisis de los balseros en 1994, el florecimiento de prácticas discriminatorias por razones de raza o género, son sopesadas en su significación específica y en conexión con la gran interrogante abierta por los cambios económicos en torno al rumbo que seguir por la sociedad insular. En ese contexto, se apuntan también las variaciones observadas en el campo de la cultura y la ideología, donde la apertura de nuevos y más amplios espacios de debate, así como el ensanchamiento de la sociedad civil, contrastan con algunas acciones restrictivas que, por momentos, han alimentado la incertidumbre sobre el alcance de las transformaciones en curso. La complejidad de la circunstancia impone retomar aquí el hilo de la política norteamericana respecto a Cuba, en la cual los acuerdos en materia migratoria y muy modestas aperturas en los contactos sociales y las relaciones económicas, habrían de conjugarse con el endurecimiento de medidas coercitivas —leyes Torricelli y Helms-Burton— y otras acciones indicativas de la persistencia de una estrategia encaminada a liquidar la Revolución.

La más cercana perspectiva del acontecer acentúa el peso del elemento factual en los capítulos finales y quizás por ello la organización temporal de la exposición resulta en estos menos eficiente. La secuencia en que se presentan los hechos impide, en ocasiones, apreciar con claridad sus relaciones, pues las condicionantes de ciertas tendencias y acontecimientos son apuntadas después de que estos han sido analizados. Así, por ejemplo, la reorientación política que tiene lugar al calor de la «batalla de ideas», a principios del presente siglo, se adelanta a la consideración del significado que ha tenido para Cuba la Revolución bolivariana de Hugo Chávez en Venezuela, así como de las repercusiones de la agresiva conducta de la administración de George W. Bush en los Estados Unidos.

En estos capítulos se deja sentir el sabor de lo testimonial, un ingrediente que ya había asomado en momentos anteriores de la obra, pero que solo ahora se percibe con toda claridad; es esta la etapa en que la autora estableció un contacto directo con la realidad cubana y, de un modo u otro, las páginas que le corresponden dejan traslucir sus vivencias. Se trata, por lo general, de anotaciones de muy especial frescura que ponen de manifiesto ciertas peculiaridades del perfil de Chomsky como autora, quien confiesa la importancia capital que para su formación tuvo su experiencia juvenil como activista de la United Farm Workers, el sindicato de jornaleros, mayoritariamente hispanos, que bajo el liderazgo de César Chávez escenificó contundentes movimientos huelguísticos en California, Texas y otros estados de la Unión, a finales de los años 60. Esa «escuela» despertó en la autora el interés por los problemas sociales y, sobre todo, las relaciones laborales, que se hace patente en casi toda su obra. En ella radica el probable origen de su predilección por esa suerte de «observación participante», un recurso poco frecuente dentro del instrumental utilizado por los historiadores. No obstante, el sustento fundamental de esta Historia, tanto en sus últimos capítulos como en los precedentes, es una extensa y bien seleccionada bibliografía, en la cual predominan —quizás una vez más en consideración a sus lectores— los títulos en lengua inglesa.

Como síntesis histórica, sorprende la capacidad de esta obra para abarcar en tan pocas páginas lo esencial de un fenómeno tan complejo como la Revolución cubana. Sustenta su narrativa —así como sus sólidos criterios— en recursos informativos cuya abundancia y amplísimo diapasón hacen especialmente amena y atractiva su lectura. Claro que el especialista siempre podrá hacer algún reproche; los aspectos económicos analizados, por ejemplo, suelen corresponderse más bien con las formulaciones de la política económica que con el movimiento de la economía real. Pero no es menos cierto que este libro se ha propuesto ofrecer una historia de la Revolución cubana y no la historia de Cuba en el período de la Revolución, algo que, parafraseando el verso de Silvio Rodríguez, parece lo mismo, pero no es igual, ni en las prioridades temáticas ni en la distribución de los espacios en la presentación.

Puede regocijarse el público de habla inglesa por disponer, en muy pocas páginas, de una imagen lúcida y abarcadora de uno de los procesos capitales de la historia contemporánea. Solo cabe desear que futuras ediciones amplíen el círculo de sus lectores.

Nota

1. Aviva Chomsky, West Indian Workers and the United Fruit Company in Costa Rica, 1870-1940, Louisiana State University Press, Baton Rouge, 1996; «The Aftermath of Repression: Race and Nation in Cuba after 1912», Journal of Iberian and Latin American Studies, v. 4, n. 2, Cardiff, UK, diciembre de 1998, pp. 1-40; Aviva Chomsky y Aldo Lauria-Santiago, eds., Identity and Struggle at the Margins of the Nation-State: The Laboring Peoples of Central America and the Hispanic Caribbean, Duke University Press, Durham, 1998; Aviva Chomsky, Barry Carr y Pamela Smorkaloff, eds., The Cuba Reader: History, Culture, Politics, Duke University Press, Durham, 2003.

Cuba
Talía Castro Cruz - (Foto: Balán Neyra, Jorge Juvenal) - Granma.- El libro Privilegiados del tiempo es un homenaje de la Radio y la Televisión Cubanas al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz por el aniversario 98 de su n...
Osvaldo Castro Medel - Juventud Rebelde.- Era yo un estudiante universitario que vivía, como tantos cubanos, aquel verano convulso, cuando unas imágenes tremendas llegaron a mis ojos para impactarme, hasta el sol de hoy. Corr&iacut...
Enrique Milanés León - Juventud Rebelde.- Dolida como estaba, Cuba tenía, sin embargo, un gran alivio: Fidel Castro viviría su muerte muy cerca de José Martí. Juntos palpitan. ( Foto portada: La est...
Lo último
La Columna
La Revista