Néstor García Iturbe - Otras Visiones Políticas.- Dentro de las campañas enemigas en contra de la Revolución Cubana una de la que más frecuentemente es utilizada se refiere a tratar de hacernos creer que antes del triunfo de la Revolución Cuba era un país floreciente, en el que todos tenían miles de oportunidades, uno de los más desarrollados en América y el Mundo, como consecuencia de lo cual todas las dificultades y penurias que pudiéramos confrontar en estos momentos no son mas que consecuencia del atraso en que nos ha sumido este radical cambio social.


El objetivo de todo esto es volver a Cuba, implantar el régimen anterior y recuperar las propiedades y el nivel de vida que la revolución tomó en sus manos y lo entregó al pueblo cubano. El canto de las "sirenitas" que han estado por acá en los últimos meses tiene ese propósito.

Dentro de todo eso, también los batistianos y sus acólitos, algunos de los cuales están dentro de las famosas "sirenitas", también aspiran a volver en algún momento, han planteado que Batista no sabía de los asesinatos que se cometían y menos el Embajador estadounidense de turno. Estos ya tienen pensado que las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior no deben estar en manos hostiles a Estados Unidos, sino en aquellas que sepan defender los "intereses de la democracia, incluyendo los de ellos y los estadounidenses".

En definitiva y resumiendo, lo que aspiran es la vuelta al pasado y recuperar el terreno perdido, volver a implantar las abismales diferencias de clase que existían, la discriminación racial con los negros y social con los campesinos y trabajadores, la cruenta explotación y que nuevamente sea el Embajador estadounidense el que ordene y mande.

Para poder tener una idea objetiva de la situación en aquellos tiempos a los que nos quieren llevar las "sirenitas", nada mejor que tomar algunos párrafos de un documento que marcó hito en la historia de nuestro país; que recoge el alegato de autodefensa del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el juicio relacionado con el asalto al Cuartel Moncada.

Mírense en este espejo y cada uno de ustedes, una vez más, estará convencido de que es necesario luchar para mantener las conquistas que la Revolución ha logrado.

Decía Fidel en La Historia me Absolverá:

"Nosotros llamamos pueblo si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honradamente sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento; a los quinientos mil obreros del campo que habitan en los bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto compartiendo con sus hijos la miseria, que no tienen una pulgada de tierra para sembrar y cuya existencia debiera mover más a compasión si no hubiera tantos corazones de piedra; a los cuatrocientos mil obreros industriales y braceros cuyos retiros, todos, están defalcados, cuyas conquistas les están arrebatando, cuyas viviendas son las infernales habitaciones de las cuarterías, cuyos salarios pasan de las manos del patrón a las del garrotero, cuyo futuro es la rebaja y el despido, cuya vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es la tumba; a los cien mil agricultores pequeños, que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya, contemplándola siempre tristemente como Moisés a la tierra prometida, para morirse sin llegar a poseerla, que tienen que pagar por sus parcelas como siervos feudales una parte de sus productos, que no pueden amarla, ni mejorarla, ni embellecerla, plantar un cedro o un naranjo porque ignoran el día que vendrá un alguacil con la guardia rural a decirles que tienen que irse; a los treinta mil maestros y profesores tan abnegados, sacrificados y necesarios al destino mejor de las futuras generaciones y que tan mal se les trata y se les paga; a los veinte mil pequeños comerciantes abrumados de deudas, arruinados por las crisis y rematados por una plaga de funcionarios filibusteros y venales, a los diez mil profesionales jóvenes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, etc., que salen de las aulas con sus títulos deseosos de lucha y llenos de esperanza para encontrarse en un callejón sin salida, cerradas todas las puertas, sordas al clamor y a la súplica. ¡Ése es el pueblo, el que sufre todas las desdichas y es por tanto capaz de pelear con todo coraje! A ese pueblo, cuyos caminos de angustias están empedrados de engaños y falsas promesas, no le íbamos a decir: Te vamos a dar, sino:

! Aquí tienes, lucha ahora con todas tus fuerzas para que sea tuya la libertad y la felicidad!".

Más adelante, en el propio documento, el Comandante en Jefe Fidel Castro ampliaba la información sobre la situación en que vivía nuestro pueblo cuando decía:

"El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política.

Quizás luzca fría y teórica esta exposición si no se conoce la espantosa tragedia que está viviendo el país en estos seis órdenes, sumada a la más humillante opresión política.

El 85% de los pequeños agricultores cubanos está pagando renta y vive bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas. Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas, está en manos extranjeras. En Oriente, que es la provincia más ancha, las tierras de la United Fruit Company y la West Indian unen la costa norte con la costa sur.

Hay doscientas mil familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos y, en cambio permanecen sin cultivar, en manos de poderosos intereses, cerca de trescientas mil caballerías de tierras productivas. Si Cuba es un país eminentemente agrícola, si su población es en gran parte campesina, si la ciudad depende del campo, si el campo hizo la independencia, si la grandeza y la prosperidad de nuestra nación depende de un campesinado saludable y vigoroso que ame y sepa cultivar la tierra, de un Estado que lo proteja y lo oriente, ¿cómo es posible que continúe este estado de cosas?

Salvo unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima. Se exporta azúcar para importar caramelos, se exportan cueros para importar zapatos, se exporta hierro para importar arados… Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de industrializar el país es urgente, que hacen falta industrias metalúrgicas, industrias de papel, industrias químicas, que hay que mejorar las crías, los cultivos, la técnica y la elaboración de nuestras industrias alimenticias para que puedan resistir la competencia ruinosa que hacen las industrias europeas de queso, leche condensada, licores y aceites y las de conservas norteamericanas, que necesitamos barcos mercantes, que el turismo podría ser una enorme fuente de riquezas; pero los poseedores del capital exigen que los obreros pasen bajo las horcas caudinas, el Estado se cruza de brazos y la industrialización espera por las calendas griegas.

Tan grave o peor es la tragedia de la vivienda. Hay en Cuba doscientos mil bohíos y chozas; cuatrocientas mil familias del campo y de la ciudad viven hacinadas en barracones, cuarterías y solares sin las más elementales condiciones de higiene y salud; dos millones doscientas mil personas de nuestra población urbana pagan alquileres que absorben entre un quinto y un tercio de sus ingresos; y dos millones ochocientas mil de nuestra población rural y suburbana, carecen de luz eléctrica. Aquí ocurre lo mismo: si el Estado se propone rebajar los alquileres, los propietarios amenazan con paralizar todas las construcciones; si el Estado se abstiene, construyen mientras pueden percibir un tipo elevado de renta, después no colocan una piedra más aunque el resto de la población viva a la intemperie; otro tanto hace el monopolio eléctrico; extiende las líneas hasta el punto donde pueda percibir una utilidad satisfactoria, a partir de allí no le importa que las personas vivan en las tinieblas por el resto de sus días. El Estado se cruza de brazos y el pueblo sigue sin casas y sin luz.

Nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con todo lo anterior: ¿En un campo donde el guajiro no es dueño de la tierra para qué se quieren escuelas agrícolas? ¿En una ciudad donde no hay industrias para qué se quieren escuelas técnicas e industriales? Todo está dentro de la misma lógica absurda: no hay ni una cosa ni otra. En cualquier pequeño país de Europa existen más de doscientas Escuelas Técnicas y de Artes Industriales; en Cuba, no pasan de seis y los muchachos salen con sus títulos sin tener dónde emplearse. A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños de edad escolar y muchas veces es el maestro quien tiene que adquirir con su propio sueldo el material necesario. ¿Es así como puede hacerse una patria grande?

De tanta miseria sólo es posible liberarse con la muerte; y a eso sí los ayuda el Estado: a morir. El 90% de los niños del campo está devorado por parásitos que se les filtran desde la tierra por las uñas de los pies descalzos.

La sociedad se conmueve ante la noticia del secuestro o el asesinato de una criatura, pero permanece criminalmente indiferente ante el asesinato en masa que se comete con tantos miles y miles de niños que mueren todos los años por falta de recursos, agonizando entre los estertores del dolor y cuyos ojos inocentes, ya en ellos el brillo de la muerte, parecen mirar hacia lo infinito como pidiendo perdón para el egoísmo humano y que no caiga sobre los hombres la maldición de Dios. Y cuando un padre de familia trabaja cuatro meses al año, ¿con qué puede comprar ropas y medicinas a sus hijos? Crecerán raquíticos, a los treinta años no tendrán una pieza sana en la boca, habrán oído diez millones de discursos, y morirán al fin de miseria y decepción. El acceso a los hospitales del Estado, siempre repletos, sólo es posible mediante la recomendación de un magnate político que le exigirá al desdichado su voto y el de toda su familia para que Cuba siga siempre igual o peor.

Con tales antecedentes, ¿cómo no explicarse que desde el mes de mayo al de diciembre un millón de personas se encuentran sin trabajo, y que Cuba con una población de cinco millones y medio de habitantes, tenga actualmente más desocupados que Francia e Italia con una población de más de cuarenta millones cada una? "

Hasta aquí lo expresado por Fidel.

Considero que lo planteado en este documento refleja fehacientemente la situación en que vivía el pueblo cubano antes del triunfo de la revolución y explica una vez más el porqué muchos cubanos viajaban a Estados Unidos con una visa de 29 días y se quedaban en dicho país para trabajar y ganar el sustento. Los llamados "B-29" como señaló Camilo Cienfuegos, que fue uno de los que salió a buscar fortuna en las tierras del norte y después de conocer las entrañas del monstruo profundizó su convicción revolucionaria.

Otros autores han tratado de pintar una Cuba distinta. Cuando comparamos esa Cuba paradisiaca que nos quieren presentar con la realidad que plantea Fidel, nos damos cuenta de que la tergiversación, la manipulación y el engaño están contenidos en sus planteamientos.

Los "B-29" enfocaban el problema del respeto y el sacrificio por la patria desde un punto de principios. Podemos decir que estaban influenciados por las ideas de Martí y los Tabaqueros de Tampa, que desde suelo estadounidense cooperaban con la lucha independentista contra España. En su mayoría los exilados de la década del 40 y el 50 del siglo pasado sumaron sus esfuerzos y actividad a la lucha por una Cuba totalmente independiente y libre de los designios del imperialismo yanqui.

Los que ahora plantean desde su refugio en el norte revuelto y brutal que aquella Cuba anterior a la revolución era un modelo de eficiencia y beneficio para el pueblo y con nostalgia y añoranza hablan de la misma, son los que se alejan de las tradiciones de Martí y los tabaqueros de Tampa, pues defienden el entreguismo y el servilismo como acciones que deberían sustituir los valores independentistas y de autodeterminación que la revolución ha creado en nuestro pueblo.

Como ejemplo de ese pensamiento servil y entreguista, donde se trata de tergiversar nuestra historia y crear la ilusión de que aquella Cuba anterior a la revolución era un verdadero paraíso, citaremos algunos párrafos de una de las obras publicada en Miami que tratan el asunto. La comparación de lo que se expresa en dicha obra con lo que plantea el Comandante en Jefe, Fidel Castro, en La Historia Me Absolverá nos da una clara idea del nivel de tergiversación que los refugiados de Miami quieren aplicar a la verdadera historia de nuestra patria.

Algunas ideas expresadas en la mencionada obra:

"A menudo se escucha que en 1958 Cuba disfrutaba de uno de los mayores ingresos per cápita de la América Latina. Éramos los primeros en muchos renglones, con más televisores (uno por cada 25 habitantes), más teléfonos, (uno por cada 38), más automóviles (uno por cada 40) y mas líneas de ferrocarril (una milla por cada 4 millas cuadradas) que ningún país latinoamericano. Y, sin duda, nuestra capital era la ciudad con más Colas de Patos (Cadillacs).

En 1953, la tasa de analfabetismo -23.6%- era la cuarta más baja de Nuestra América. Teníamos razón, por igual, para estar orgullosos de la tasa de mortalidad infantil era la más baja de la región…

Las propias conquistas sociales de los trabajadores frenaron la inversión en el sector industrial…

Abundan cifras que indican que Cuba en la década de los cincuenta era un país en desarrollo y que gozaba de uno de sus mejores momentos económicos. Es fácil comprobar el auge de construcción de que disfrutó La Habana en esas fechas, y el no menos asombroso desarrollo de la cultura…" (Pag. 152)

"Pensemos en un momento en las noches estrelladas de Tropicana, los buenos restaurantes; la inauguración de nuevos Hoteles –el Hilton, el Riviera, el Capri-, de nuevos edificios, como el Focsa, y nuevos repartos, como La Habana del Este y Mulgoba, entre otros.

Recordemos los apasionantes juegos de La Habana y Almendares; los geniales sketches del Gallego y el Negrito; los magníficos programas de televisión y radio –entre ellos la Universidad del Aire-; las temporadas de ópera con intérpretes de la talla de Renata Tebaldi; los conciertos de la Sinfónica; las mercancías que llenaban tiendas como El Encanto y Fin de Siglo; las meriendas en el Carmelo o en el Ten Cent; los juegos de dominó en clubes y casas privadas; las regatas de remo; los bailes de quince y de debutantes; los Carnavales por el Paseo del Prado; los estrenos de películas americanas en el Payret, Rodi, Trianón, el Cine Miramar; las conferencias en el Lyceum; las salitas de teatro; la amplia gama de periódicos; los movimientos literarios del alcance del grupo Orígenes; la chispa irónica de Zigzag.

Revivamos los paseos por el Malecón, los pregones de los vendedores ambulantes; el tintineo de la campanilla del heladero; el auge del cha cha chá, los triunfos de artistas extranjeros –Pepe Biondi; Gabi, Fofó y Miliki; Pedrito Rico; Sarita Montiel; Pedro Vargas; Lucho Gatica- y propios, de Alicia Alonso a Olga Guillot.

La Habana de los 50 era la de El Túnel y la Engañadora. La de aquellos ómnibus blancos que el humor popular bautizó como "Las enfermeras". La del café de 3 centavos, el meneíto y el dulce amargo sabor de una cerveza fría. Ésta era la otra cara de la hoja de yagruma: La Habana sonriente, iluminada de sol de trópico, borracha de brisa, campechana y bailadora, sin prisas, con la frase cariñosa de flor de labio, el abrazo fraterno, el "Aquí no hay problemas. Todo se arregla entre cubanos" como lema de vida." ( Pag. 153, 154).

Esta otra Cuba, la de los que hacían causa común con los amos yanquis, es la imagen que nos brinda Uva de Aragón en su libro Crónicas de la República de Cuba 1902-1958, publicado por Ediciones Universal en Miami, Florida en el año 2009.

Así vivían los que disfrutaban del régimen establecido por Estados Unidos, con Batista a la cabeza, un reducido número de personas que formaban la élite de la sociedad cubana. Los de los cadillacs, las meriendas en cafeterías exclusivas y las fiestas en los clubs de la playa donde solamente podían ellos asistir. Todo eso cambió, Doña "Sirena".

En una situación como esta solo nos queda parafrasear al popular periodista y conductor de la televisión cubana, Reinaldo Taladrid. Haga usted sus propias conclusiones.

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