Prensa Latina.- La aguda cadencia de una steel band, el vértigo sensual de las danzas tradicionales, el fresco sabor de las frutas tropicales y el fuego del ron cubano fueron ingredientes de la Fiesta Antillana, celebrada hoy aquí en la Casa del Caribe.
De la mañana al atardecer el espíritu mestizo de las islas caribes -en especial las anglófonas- envolvió a los convidados y los hizo bailar con la Steel band del poblado de El Cobre, el conjunto La cinta, de la provincia de Ciego de Ávila, y otros grupos de estirpe jamaicana, barbadense o trinitaria.
La cinta -agrupación de música y danza- regaló los temas Mangoose, Brown skin girl y Hole in Joe, una miscelánea de ritmos anglocaribeños que forman parte del espectáculo Caribe soy.
Al compás de la percusión y el triángulo, los bailarines se enrolan en voluptuosas coreografías que encuentran resonancia en el público; la procacidad gestual trasunta la sensualidad febril del universo antillano.
Danzantes de todas las edades trenzan cintas alrededor de un palo, mientras se van trenzando ellos mismos ante los espectadores, que apuran un trago de ron bajo la fronda de los árboles y, poco a poco, van dando total albedrío a piernas y brazos reclutados por la música.
La imagen es casi carnavalesca, el escenario es un retablo: un hombre en zancos; otro a la grupa de un caballo de trapo; uno más, convertido en funámbulo, avanza sobre una especie de anda -sostenida por dos compañeros-, pero parece que camina en el aire.
El epílogo es un triunfo del fuego: público y artistas son una masa única en plena combustión.
Todo es juego catártico, desahogo de la libido, profusión espiritual, alquimia exotérmica en la Fiesta Antillana.