Julio César Guanche, historiador, jurista y politólogo cubano, es autor de numerosos ensayos sobre el destino de la Revolución cubana. «El continente de lo posible, un examen sobre la condición revolucionaria» y «El borde de todo, el hoy y el mañana de la Revolución cubana» son títulos de algunos de sus libros, en los que analiza el tema de la participación democrática y la toma de decisiones en la sociedad cubana.

Texto publicado en el nº 22 de Cubainformación papel - Verano 2012

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- En cuanto a la mejora de los cauces de la participación democrática, ¿crees que Cuba camina en el rumbo acertado?

- En los textos de mis libros, trato de buscar las raíces de la forma de participación de la sociedad cubana de hoy, desde procesos que generó la propia Revolución, que involucraron a grandes masas de ciudadanía que antes estaban excluidas de la política. De hecho el gran componente democrático de la Revolución cubana, en los 60, fue el dar acceso al mundo de la política a enormes masas y sectores de la sociedad que no tenían voz pública, voz política.

Para entender hoy qué perfil tiene la participación, es imprescindible considerar que cualquier limitación que podamos observar parte de un punto que en sí mismo es un gran triunfo conseguido: el enorme nivel educacional y de información con que cuenta la ciudadanía cubana que, precisamente por esa integración social que tiene, reclama niveles de participación mucho más elevados. El mecanismo que se ha utilizado mucho en Cuba es el mecanismo de someter a consulta popular el proceso de toma de decisiones, sobre todo procesos paradigmáticos, como el caso de los recientes VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) y su Conferencia Nacional, cuyas temáticas se han sometido a discusión de la ciudadanía.

En este sentido, creo que es muy importante el cómo se desarrolla el debate, cómo se controlan las decisiones y cómo se hace la evaluación de éstas: extender la capacidad de participación decisoria en todas las etapas de este proceso redundaría en un tipo de participación mucho más eficaz y legitimada para socializar la agenda de cambios. Porque realmente, en Cuba, éstos se están dando desde hace mucho tiempo, pero para que sean tomados con más consenso, y sean imaginados por la propia sociedad, deben ser mucho más socializados. El diseño de la práctica participativa es correcto, es bueno, es muy participativo, pero la práctica a veces tiene desviaciones. Hay que pensar sobre el propio diseño, hay que buscar mecanismos nuevos por los cuales la ciudadanía participe de modo directo o de modo indirecto y que no sean solo reducidos a la propia consulta.

- ¿Cuáles podrían ser algunos de estos mecanismos?

- Hay que dinamizar mecanismos de participación directa. La propia Constitución establece una dinámica de relación entre la participación directa y la participación indirecta, que es la representación política, uniendo rasgos de democracia participativa y representativa. Sin embargo, los que realmente más se utilizan son los mecanismos de representación política, en lugar de los mecanismos de participación directa que la Constitución establece.

Otra manera de participar es ampliar mucho más el campo de la esfera pública en la formulación de alternativas que surgen de la sociedad civil, de la ciudadanía, y que tenga capacidad de impacto en la toma de decisiones estatales. Esto abre una politización de lo social mucho más amplia, que se considere un Estado mucho más ampliado, que toma decisiones en muchos más espacios. En Cuba se ha considerado mucho al Estado como único criterio de autoridad, hay que diversificar eso, hay que establecer que en lo social puede haber otros criterios de autoridad que compartan esa autoridad. El Estado seguirá siendo, como es obvio, el principal mecanismo político de toma de decisiones, porque es representativo, y porque es electo democráticamente, pero es deseable ampliar la participación, la toma de decisiones estatales y ampliar el entorno en el cual la sociedad se comunica con ese Estado, crea otros mecanismos, una esfera pública ampliada y ejerce control hacia ese Estado.

- En el VI Congreso del PCC celebrado en abril, se apuesta por la línea de la descentralización empresarial y administrativa. Nos dices, en uno de tus textos, que esta descentralización, sin embargo, no toca a valores necesarios como puede ser la autoorganización social.

- Lo que digo en ese trabajo, es que considero un enfoque muy económico o incluso economicista la descentralización únicamente en el campo empresarial. Lo que estoy reclamando es la utilidad de una descentralización también política, que desestatice el Estado para otorgarle poder a la sociedad, para devolverle poder a la sociedad. Por eso creo que una descentralización que se ubique estrictamente en términos económicos no alcanza a considerar la descentralización como un principio general de ejercicio de poder, en el cual las organizaciones de masas tengan un peso mucho más dinámico, con autonomía funcional, con una representación directa de cara a sus bases.

La descentralización debe abarcar además el espacio territorial. Ahí habría que hablar mucho del nuevo rol de los municipios en Cuba. Hay una línea de desarrollo después del VI Congreso, pero hay que avanzar mucho más.

La descentralización, aún cuando solo fuese económica, plantea muchos problemas, muchos desafíos que no siempre están visibles. Yo creo que hay que establecer también un consenso sobre qué se va a descentralizar, qué obligaciones conserva el Estado en esa descentralización, qué colchón social van a tener las medidas de descentralización, porque cuando ha habido políticas tan centralizadas como las que ha tenido Cuba, parecería, ingenuamente, que cualquier política de descentralización ayuda a mejorar el proceso, pero también puede empeorarlo. Una descentralización de poder la considero como socialización de poder también, o sea, debemos pensar a quién se cede ese poder: o a una economía de tipo capitalista orientada al mercado, o a la sociedad, que es lo que creo que será nuestro rumbo.

- Apuntas también que la descentralización empresarial debería potenciar palancas todavía poco desarrolladas en el modelo socialista cubano, como el control obrero o el control ciudadano sobre las empresas estatales socialistas.

- La descentralización debe estar conectada con el tipo de economía política que estamos construyendo: qué tipo de interacción económica se construye, si pasa únicamente por el mercado y se descentraliza para que pase por el mercado o se construye un espacio de interacción económica que no pase necesariamente por el mercado, si se construye un tipo de economía política popular, de economía solidaria, porque existen otros paradigmas de práctica económica que pueden subvertir la lógica de la primacía del capital, de la pura lógica mercantil.

Ahí entra el movimiento de las cooperativas, todo el movimiento de economía asociativa, que tiene muy poco desarrollo... Las cooperativas en Cuba han existido básicamente en la agricultura, con menor escala en la pesca, pero no se han extendido más allá.

Falta además todo el gran campo del control de la actuación pública, que es un gran problema y no solo de ahora. Hace falta delimitar cuál es el campo especifico de lo estatal, el campo especifico de lo social, el campo específico de la ciudadanía, el campo específico de lo público, son discusiones que debemos tener nuevamente. En Cuba hay muy poca distinción entre lo público y lo estatal que parece que es útil recuperar, y ahí entra el campo de cómo tenemos más mecanismos para exigir transparencia en la actuación pública y control sobre lo que se hace. Un control efectivo significa que haya capacidades de información para poder evaluar decisiones, poder mover y revocar funcionarios, poder establecer alternativas de decisión, y yo creo que eso es por lo cual estos mecanismos de descentralización reclaman aún más que antes mecanismos de control público sobre las decisiones.

- Tu último libro es «En el borde de todo, el hoy y el mañana de la Revolución cubana», háblanos de él.

- Es un volumen que recoge entrevistas a muchas personas que viven en Cuba, con distintos perfiles políticos y profesionales. La historia surge a partir del discurso que dio Fidel en el año 2005 en la Universidad de La Habana, donde habló por primera vez en público de que la Revolución podía ser derrotada por los errores de los propios revolucionarios. Realmente no es la primera vez, en los 60 hay una línea de discusión sobre el tema de la corrupción.

Otro de los conceptos que hemos arrastrado durante mucho tiempo, y me parece que hay que desterrarlo por completo, es que “hacer la crítica interna al proceso es darle armas al enemigo”, han sido décadas de manejo de ese concepto. Yo creo que la fortaleza viene por otro lugar, creo que viene por ventilar nuestros problemas en público, por pensar críticamente lo que somos y lo que hacemos. En el libro aparece una reflexión sobre la economía, sobre la política, fue un momento también que coincidió con la enfermedad de Fidel y el traspaso de funciones de Fidel a Raúl y el sentido era ése, pensar el momento cubano de ese cambio tan importante después de 40 años de liderazgo indiscutido. Son temas que no se quedarán obsoletos de aquí a un tiempo, cómo organizar la economía, cómo organizar el poder, como redistribuir el poder.

Para mí la democracia tiene que ver con la redistribución permanente de poder en la sociedad, y el socialismo tiene que ver sobre todo con la democracia si distribuye realmente poder y se opone a monopolios específicos de poder. En Cuba uno de los grandes enemigos del proceso de cambio que se presenta es la burocracia. Hay que ser analítico con qué entendemos con burocracia, la burocracia no es sólo una capa de funcionariado, sino que es un estado en el cual no se tiene control sobre las decisiones públicas, es un estado de autonomía o autonomización de lo político que proviene de esa falta de control sobre las decisiones estatales: ahí es cuando realmente aparece la burocracia. Esa burocracia es un obstáculo para la democratización del proceso cubano, ya no solo para un proceso de cambio especifico sino para algo que es más importante, que es cómo vamos a vivir de un modo más liberado y más justo, que es de lo que trata la democracia, la relación recíproca entre libertad y justicia.

Otro concepto es el tema de la agresión norteamericana hacia Cuba y qué nos hace más fuertes y más débiles a la vez. Cuba ha salido muy exitosa de toda amenaza de agresión, incluso agresiones directas de EEUU. Para mí la principal clave de la fortaleza está en empoderar a la ciudadanía cubana, hacerla firme en sus intereses, en lo que está defendiendo, y no solo desde un concepto militar de defensa, sino desde la interiorización de que estamos defendiendo un país en el cual tenemos muchos intereses que nos involucran a todos, que involucra todas las esferas de nuestra vida, y que el principal interés que tenemos que defender es una vida democrática liberada que hemos conseguido. Porque existe otro peligro, que es el de una restauración solapada del capitalismo en Cuba por la vía de los valores capitalistas que se introducen en la sociedad cubana. Para la cual la resistencia no puede ser la clásica resistencia militar de trinchera, sino que tiene que ser una resistencia ideológica, de formación de valores que se tienen que vivir en la práctica, estado convencidos de vivir de esa manera. Cuando logramos eso, esa ciudadanía empoderada es inderrotable e invulnerable ante cualquier tipo de enemigo. El enemigo de Cuba no es solo el imperialismo norteamericano, sino que es el capitalismo, y tendríamos que identificar todas las fuentes donde se genera capitalismo. Porque si hay un enemigo de la democracia es la estructura capitalista de producción.

Esas son mis convicciones, el sistema político se ha discutido siempre y hay que criticarlo, no hay ningún problema con eso, se hace en Cuba y hay que ser cada vez más abierto a entender que hay criticas dentro de Cuba, que son también socialistas, marxistas y revolucionarias.

Entrevista: José MANZANEDA
Transcripción y redacción: Antonia GALIOT

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