Edimirta Ortega y Nelsy Babiel* - Cuba Trabajadores.- Al morir Eduardo Chibás, el 16 de agosto de 1951 y producirse el golpe militar del 10 de marzo de 1952, que frustró las aspiraciones del pueblo, las mujeres también se sumaron a la lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista.
Para esa época el joven abogado Fidel Castro encabezaba las ideas más avanzadas de la Juventud Ortodoxa y por otro lado el grupo de Abel Santamaría enmarcaba su lucha a través del periódico clandestino Son los mismos, fundado en el mes de abril de 1952. Entre los que se ocupaban de su distribución estaban Haydée Santamaría, Melba Hernández y Elda Pérez, procedentes de las filas de la Ortodoxia.
Al unirse ambos grupos en el mes de mayo comenzó la integración del movimiento revolucionario con Fidel como líder y Abel de segundo al mando. A sugerencia de Fidel, el 1º de junio publicaron el periódico El Acusador. Meses más tarde, al ser ocupado el local donde se imprimía, fueron apresados algunos revolucionarios, entre ellos Elda y Melba. Las dos fueron fichadas por el SIM y registradas sus casas, al igual que la de Haydée, por la detención de su hermano Abel.
El apartamento de 25 y O, donde vivían Abel y Haydée, se convirtió en lugar de reunión de la que sería la vanguardia de la lucha insurreccional cubana. La vivienda de Melba, en Jovellar 107, devino también centro de conspiración. Bajo la dirección de su mamá, Elena Rodríguez del Rey, se confeccionaron parte de las antorchas para la marcha por el centenario del natalicio del Apóstol; se guardaron uniformes, brazaletes, gorras y armas a utilizar el 26 de julio, entre otras labores. Durante semanas trabajaron arduamente en los preparativos de la acción Delia Terry, Dolores Pérez (Lolita), Elda Pérez y Natalia Revuelta.
La determinación de lucha de Melba y Haydée quedó confirmada en el momento de partir al combate. Fidel les orientó esperar por ellos en la Granjita Siboney hasta conocer el resultado del asalto, pero ellas reclamaron su derecho a participar. Fidel no se opuso, aunque dejó la decisión a Abel. Después de una conversación entre Fidel, Abel y el doctor Mario Muñoz este le pidió que las muchachas fuesen con él como ayudantes, y salieron con el grupo destinado a ocupar el Hospital Civil. Junto ellas iba Raúl Gómez García. Bajo la lluvia de balas, Melba lo vio caer herido y sin titubear corrió a socorrerlo. Haydée arriesgó su vida para tratar de salvar a un herido. De los momentos finales recordó Melba: “Abel, que era quien dirigía el combate en el Hospital Civil, nunca perdió la serenidad. Nos llamó aparte y nos dijo: Estamos perdidos… Lo que más me interesa es que ustedes las mujeres no se arriesguen, conserven la vida de cualquier manera. Tiene que quedar alguien para contar lo que pasó aquí”.
Fueron delatadas junto con sus compañeros y las trasladaron para el Club de Oficiales del cuartel Moncada, donde fueron testigos de las torturas a que estaban sometidos los asaltantes. Allí las visitó el sargento Eulalio González, el Tigre, quien participó directamente en las torturas y asesinatos de los moncadistas y les relató lo que les había hecho a Abel y a Boris Luis Santa Coloma, el novio de Haydée.
Esta describió así aquella dramática experiencia : “Fueron las más violentas horas de nuestras vidas. Fueron las horas en que todo puede ser heroico, valiente y sagrado. La vida y la muerte pueden ser nobles y hermosas y hay que defender la vida o entregarla absolutamente… Y en ese momento una puede arriesgarlo todo por conservar lo que de verdad importa, que es la pasión que nos trajo al Moncada, y que tiene sus nombres…pero siempre en ese momento y en los que van a seguir puede llamarse Cuba…Y hay ese momento en que ni la tortura, ni la humillación, ni la amenaza pueden contra esa pasión que nos trajo al Moncada…Pensábamos en Fidel. En Fidel que tenía que estar vivo para hacer la revolución”.
*Investigadoras de la Oficina de Asuntos Históricos, Consejo de Estado
