María del Carmen Mestas - Revista Mujeres.- Como el recuerdo vive más que la definitiva ausencia, Sara está en el corazón de quienes la amaron por sus excepcionales valores como mujer y artista. Tejida desde la ternura y la nostalgia, la rebeldía contra la injusticia, la voz de la cantora sigue recorriendo los jardines humanos con esa fuerza incontenible, vibrante con la que expresó lo mejor de la música.


No fue solo una intérprete excepcional, Sara ejerció la solidaridad y ayudó a cuantos lo necesitaron. Esa otra forma de realización la hizo crecer espiritualmente.

Escalas vividas

Los ojos se le llenaban de goce cuando se miraba frente al espejo; entonces era una niña con un chaquetón que le llegaba más allá de las rodillas imitando a Benny Moré o, en ocasiones, a la temperamental Celeste Mendoza con sus canciones marcadas por el guaguancó. Esas imágenes son testimonio de que en ella ya vivía la artista.

Creo que desde que abrí los ojos sentí la música y gracias a unos tíos empecé a dar clases de guitarra con Nené Enriso; fue un duro golpe descubrir más tarde que ese señor era uno de los grandes acompañantes de la trova tradicional, de conocer bien de quién se trataba, hubiera aprendido todo lo que aún hoy no sé.

Después y siempre el mundo sonoro le alimentó el alma. Entre claves, armonías, ritmos… tuvo una siembra feliz. Fue estampando lo hermoso de la canción en un verbo que tenía el inconfundible sabor de nuestra criollez. Cantó al amor ausente y al que en los dorados amaneceres aroman la viva pasión en los amantes.

En su carrera siempre ascendente se dio gusto interpretando a grandes autores: desde esa inmensa Marta Valdés con sus boleros antológicos al Silvio guitarrero que nos llevó por los más dulces abismos; desde Compay Segundo con sus sabrosos y antiguos sones hasta el Noel Nicola, íntimo y capaz del perdón.

Puso música a los versos de José Martí para regalarnos una verdadera joya discográfica: A mis hermanos muertos el 27 de noviembre, Como fiera enjaulada, Crin hirsuta, Hijo del alma, Mi caballero, Sé de un hogar, Un niño de su cariño, Yo sacaré lo que en el pecho tengo, Yo soy un hombre sincero… Arte verdadero en una conjunción de palabra y música.

La llamaron La Diva sin maquillaje y la compararon con Joan Báez o la Elis Regina, de Brasil, Sara fue única en su estilo; por eso, lograría esa raigal comunicación que le permitió romper las barreras del idioma y se recuerda, en especial, su actuación en el Krenlim, en Moscú, donde obtuvo delirantes aplausos.

Se adentró por caminos diversos porque, como dijo la Viola Chilensis, «la canción es un pájaro en plan de vuelo, que jamás volará en línea recta». Asumió la canción con nuevos giros, nuevas interpretaciones; bordó la amorosa, la de tema épico en Girón, la victoria, y se adueñó del son que nos llegó de tierras orientales; a la hora de interpretarlo, Sara tenía esa sabrosura tan suya para expresarlo con la mirada, los gestos, el cuerpo amante del baile y es que lo sentía a plenitud como esencia nuestra.

Esta habanera, nacida el l3 de julio de 1951, matriculó en el Conservatorio Amadeo Roldán para estudiar viola y luego en la Escuela de Instructores de Arte, donde fue alumna de Leopoldina Núñez y el maestro Guyún.

En sus inicios integró un grupo ocasional con Pedro Luis Ferrer y estuvo con el cuarteto Los Dimos.

Fundadora del Movimiento de la Nueva Trova y su primera voz femenina, Sara ingresó en el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GESI), que aglutinó a jóvenes en busca de una expresión más novedosa; no solo se interesaban por la canción social, sino en rescatar nuestras raíces más genuinas y aplicar técnicas de composición contemporáneas. Consideró un privilegio este ciclo por estar principalmente bajo la égida de Leo Brouwer; de esa etapa de creación surgieron numerosos documentales y la grabación de cuatro discos del GESI. Junto a Silvio, Pablo, Noel, Eduardo y otros, Sara musicalizó varios filmes y con toda esa pujante juventud que nunca la abandonó, cantaría en aquellos memorables recitales que la generación de aquellos años tanto pudo disfrutar.

Por sus condiciones histriónicas e inigualable vis cómica incursionó en la ópera-son de Virulo titulada Génesis, presentada primero en Venezuela. Este cambio fue otro aprendizaje: la escena le enseñó a descifrar el tiempo, reflexionar sobre aspectos desconocidos del teatro.

Abrazó el magisterio cuando ejerció como instructora de arte y, luego, con los músicos no profesionales del Grupo Guaicán, con los que estableció una especie de taller experimental.

Su riqueza interpretativa está en los discos: La Nueva Trova en vivo, Versos sencillos, de José Martí: Girón, la victoria; Cuatro cosas; Con un poco de amor; Con apuros y paciencia; Si yo fuera mayo; Mírame; Sin ir más lejos; ¿Qué dice usted? y Cantos de mujer I y II, placas en las que rescata el quehacer musical de significativas compositoras. Con un serio trabajo de investigación, hurgó en las raíces y proyectó estas piezas desde un tono más actual. A corazón adentro, dijo las canciones de cada una de las autoras: Margarita Lecuona, Ernestina Lecuona, Celina González, Teresita Fernández, Julia Ana Mendoza, Radeúnda Lima, Grecia Domenech, María Teresa Vera, Guillermina Aramburu, Isolina Carrillo, Tania Castellanos, Ela O´Farrill, Marta Valdés, María Aurora Gómez, Alina Torres, Miriam Ramos, Niuska Miniet, Lourdes Torres, Beatriz Márquez, Lázara Ribadavia, Liuba María Hevia, Heidi Igualada, Yamira Díaz, Yusa, Rita del Prado y Marta Campos.

Sara se presentó en escenarios de América Latina, Estados Unidos, Europa y África. Realizó dos importantes giras: una titulada Tres mujeres del Caribe, con la que recorrió la Isla junto a las cantantes Lucecita Benítez, de Puerto Rico, y la dominicana Sonia Silvestre, así como la de España con Anabell López, Marta Campos y Liuba María Hevia.

De su peña

El Jardín de la Gorda, proyecto cultural de Sara, continúa reverdeciendo, aunque ya su iluminada inspiradora no está físicamente. En esta peña, a cielo abierto, hay mensualmente música, poemas, hondas reflexiones… Artistas consagrados y otros que ahora se inician muestran su arte. Continúan los que siempre estuvieron al lado de la cantautora y, principalmente, la pintora Diana Balboa, tan cercana a su corazón, obra y presupuestos estéticos; Amaury Pérez, Augusto Blanca, el pianista Pucho López, con su pequeña banda; Marta Campos, Liuba María, Heidi Igualada y toda esa tropa que hoy la añora, y seguirán enalteciendo en su quehacer a la excelente amiga y artista.

A lo largo de su carrera, recibió numerosos galardones:

Medalla Félix Varela, Distinción por la Cultura Nacional y Diploma al Mérito Artístico del Instituto Superior de Arte (ISA), entregados en distintas ocasiones por el Comandante en Jefe Fidel Castro; Machete de Máximo Gómez, recibido de Raúl Castro, ministro de las FAR; Medalla Alejo Carpentier, por el ministro Abel Prieto; Medalla por Servicios Distinguidos MININT; Orden Majadahonda de la UNEAC por misiones internacionalistas, y Medalla 28 de Septiembre, de los CDR. Fue declarada Hija Ilustre de las provincias Granma y Cienfuegos y de la ciudad de Baracoa.

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