Ernesto M. Lara Cabanas - Bohemia.- Eran dos hombres y una mujer, vestidos de negro. El primero contaba el cuento, el segundo era el eco; ella esperaba su momento. Finalmente, su voz impactante retumbó en la sala. En silencio todos escuchaban. Ella deslumbraba por sus maneras, su dicción, su arte para llevarnos dentro de la narración que tomaba vida a través de las manos, las expresiones faciales, el desplazamiento y la voz.


Muchos pensarán que contar un cuento es, quizás, leer o recitar de memoria una historia. Sin duda, para Mayra Navarro significa más que eso. Este año cumple 50 de regalar mensajes de amor y tradición cultural.

-¿Cómo se enamoró de la narración oral?

-Yo era muy jovencita, apenas tenía 15 años, y trabajaba en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí como auxiliar de música. Allí había un espacio que se llamaba La hora del cuento, de vez en cuando me acercaba para escuchar. Fue un deslumbramiento, porque pensaba que solo las abuelas, las madres y las maestras eran las que contaban, pero resulta que allí había un espacio institucional al que los niños asistían libremente para escuchar cuentos. Y sucedió que la que estaba a cargo decidió no continuar y se decidió que las demás rotáramos cada semana; nadie quiso y yo me brindé. Parece que no lo hice muy mal y desde entonces comencé a aprender los secretos del arte de contar cuentos, con el poeta Eliseo Diego y las doctoras María Teresa Freyre de Andrade y María del Carmen Garcini, quienes fueron mis maestros.

-¿Cree que los niños cubanos necesitan más cuentos?

-Los cuentos tienen la virtud de quedar para siempre en el imaginario de quienes los escuchan. Por sencillos, simples o inocentes que parezcan, todos tienen algo que decir y en algún momento de nuestras vidas vuelven a resonar en nosotros, ya sea como un recuerdo grato de aquel momento en que los escuchamos o por el mensaje que nos hayan dejado.

“Por eso creo que contar cuentos a los niños es de suma importancia para descubrirles el mundo con el encanto de la fantasía, alimentando su imaginación, para acercarlos tempranamente al arte. Decía el poeta irlandés James Stephens que la cabeza no comprende nada que el corazón no haya comprendido ya, porque lo que el corazón comprende hoy, la cabeza lo comprenderá mañana. De modo que los cuentos pueden ser un buen alimento para el corazón”.

-¿Cuál es la salud actual de la narración oral en Cuba?

-Aunque todavía nos falta mucho por hacer para que este arte tenga mayor presencia y más espacios, creo que su salud es bastante buena y ello se debe a nuestra labor sistemática. Muchos han sido mis alumnos en los talleres que realizo en el Gran Teatro de La Habana desde 1990. Ellos han sabido también multiplicar y promover esta manifestación cultural, formando y asesorando a otros narradores para que el arte de contar cuentos esté presente hoy en casi todas las provincias del país.  Prueba de ello es que hay un buen número de encuentros y festivales a los que acuden narradores de otras latitudes, quienes reconocen la calidad de los cubanos.

-¿Cómo está festejando sus 50 años como narradora?

-Parece mentira que haya trascurrido ya tanto tiempo, 50 años son muchos años. He tenido la alegría de recibir numerosos reconocimientos.  Por ejemplo, la Bienal del Cuentocelebrada en marzo en Camagüey contó con la presencia de amigos de México, Argentina, Uruguay y Colombia; allí recibí el Premio Brocal Honorífico, de manos del doctor Jesús Lozada, fundador de la Peña del Brocal, el primer espacio creado en Cuba para la promoción de la narración oral con público de jóvenes y adultos. Después, en abril, tuvo lugar la jornada Los Dueños de la Palabra,con la presencia de tres narradores excepcionales: Hassane Kouyaté, extraordinario griot descendiente del clan Kouyaté de Burkina Faso, Caballero de las Letras y las Artes de Francia, quien había estado ya en otra ocasión en Cuba; Mimi Barthélémy, franco-haitiana, actriz y narradora de reconocido prestigio internacional y Coralia Rodríguez, excelente narradora cubana, radicada en Suiza. Fueron tres noches memorables en la Sala Llauradó, en la primera presenté mi espectáculo Contar Cincuenta; Hassane y Mimi deleitaron al público con historias de las tradiciones orales de sus pueblos y Coralia Rodríguez interpretó varios patakíes afrocubanos.

“También, la Sección de Narradores Orales de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba me entregó el Premio Juglar Honorífico,y el Instituto Superior de Arte me confirió en el mes de mayo el Diploma al Mérito Artístico. Como puedes ver, he estado 'muy celebrada'. Para el mes de septiembre habrá una Gala Homenaje en el Café Brecht, dirigida por el narrador Octavio Pino, auspiciada por el Centro de Teatro de La Habana y el Consejo Nacional de las Artes Escénicas. Muchas veces me pregunto si merezco tanto por hacer con amor lo que me gusta”.

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