Felipa Suárez Ramos - Cubadebate.- Transcurridos pocos meses de iniciada la Guerra de los Diez Años, la mujer no dudó en sumarse a la lucha, dentro y fuera de Cuba. Así, el 17 de febrero de 1869, en Nueva York, quedó fundada la Junta Patriótica de Cubanas, integrada por las esposas de los cubanos que partieron al exterior con misiones propias del esfuerzo insurreccional.


No fueron pocas las asociaciones de mujeres surgidas con la finalidad de reunir fondos y medios para armar las expediciones navales destinadas a avituallar a las tropas que combatían en Cuba.

En Expediciones navales en la Guerra de los Diez Años. 1868-1878 (Ediciones Verde Olivo, 2000), primer tomo de su Historia naval de Cuba, la licenciada Milagros Gálvez Aguilera llama la atención, por su singularidad, sobre la asociación Flores de la Libertad, creada en Nueva York para el socorro mutuo entre sus integrantes, a quienes llamaban flores, y con los familiares, viudas y huérfanos de los patriotas cubanos.

Tener más de 15 años de edad, contar con el consentimiento de sus padres o esposo y mantener buena conducta constituían requisitos indispensables para pertenecer a la asociación. Las aspirantes debían ser presentadas al menos por dos flores y su admisión dependía de la aprobación de la mayoría, en votación secreta. Además, entregarían una cuota mensual, o alguna prenda, si la situación económica les impedía contribuir con dinero.

Los ramilletes

Las juntas o reuniones eran denominados ramilletes, cada uno de los cuales rendía informes mensuales al central, que resultaba ser el primero constituido en cada población. Estos, a su vez, informaban cada tres meses al fundador o centro de la asociación.

Todos contaban con una directiva integrada por presidenta, vicepresidenta, tesorera, limosnera —encargada de las recaudaciones—, y un número indeterminado de socias o flores.

La formación de un nuevo ramillete requería de la autorización del central mediante una solicitud firmada por siete aspirantes y la relación de los nombramientos de su ejecutivo.

De acuerdo con su condición, cada flor estaba representada por un color determinado: el blanco correspondía a las fundadoras; el azul a las de número, y el punzó —rojo— a las eméritas, quienes se distinguían por notables acciones de beneficencia. Como distintivo, todas llevaban en sus blusas una flor con el color correspondiente, y las fundadoras, un ramillete de los tres colores.

La ingente labor se estas mujeres no se limitó a la recaudación de fondos, pues abarcó también el envío de proclamas y llamamientos en los cuales recababan de las mujeres de otros países latinoamericanos, su contribución material con las familias de los hombres incorporados a la contienda, y su apoyo moral a esta. Su esfuerzo no resultó baldío, pues puede afirmarse que fructificó en el acopio de un gran por ciento de las cargas transportadas por las expediciones navales hacia las costas cubanas.

Cuba
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